McDonald’s, Burger King, Coca-Cola, Pepsi, Budweiser y General Motors tienen problemas en Francia, Alemania, Benelux, etc. Los mismo les ocurre a Disney, Marlboro, Camel, Wal-Mart y Gap. En general, las empresas atribuyen el retroceso de ventas a una mezcla de factores económicos –que también afectan a rivales no norteamericanos- tales como alto desempleo, impuestos, alza de combustibles y regulaciones locales.
Pero la simultaneidad de los mismos síntomas en países menos castigados por señales recesivas hace sospechar un componente sociopolítico: el brote antinorteamericano. Originado en la invasión –aun en un aliado como Gran Bretaña-, se acentuó cuando el vicepresidente Richard Cheney y Donald Rumsfeld, secretario de Defensa, empezaron a mentar una “vieja Europa”, remisa a secundar a Estados Unidos en la aventura iraquí.
Así, McDonald’s reveló que la caída del consumo germano neutralizó el avance de ventas registrado internacionalmente en el tercer trimestre. Similares efectos muestran los balances de otras compañías. En particular Coca-Cola, 80% de cuyas utilidades se da fuera de EE.UU.-Canadá.
La líder en gaseosas ha vendido en julio-septiembre 16% menos en Alemania y eso la obliga a apartar US$ 392 millones, este trimestre, en previsión de pérdidas. Pero, en una actitud típica de ejecutivos, ninguna empresa admite la influencia de motivaciones sociopolíticas. Mucho menos, una imagen negativa del Tío Sam.
No sorprende que el campeón de esa postura, Neville Isdell (Coca-Cola), sea el mismo que niega los problemas de su compañía debidos a un mercado por demás maduro. Lo cierto, empero, es que las ventas cedieron a mayor ritmo al conocerse las torturas y abusos perpetrados en la prisión de Abú Ghreib. “Creo que la gente transfiere enojo y resentimiento a todo cuanto sea o parezca norteamericano”, sostiene Keith Reinhardt, presidente de la agencia publicitaria DDB Worldwide.
John Zogby, experto estadounidense en encuestas de opinión, coincide. “No me sorprendería que las tendencias antinorteamericanas se profundicen entre usuarios y consumidores europeos”. Existe al respecto otro factor: los nexos entre el gobierno de George W.Bush y muchas empresas que operan cruzando el Atlántico.
Marlboro es un caso extremo. Por causa suya, las ventas europeas de Altria (o sea, Philip Morris) han bajado 24,5% en Francia (un país de fumadores compulsivos) y 18,7% en Alemania. En este mismo país, las marcas ligadas a GM pierden mercado, justamente mientras las plantas despiden gente y la revista “Stern” pone en tapa una bota tejana con el logo GM pisando a trabajadores alemanes.
En un plano más pintoresco, el brote se siente en la cerveza. Desde hace algunos meses, la versión original checa de “Budweiser” (una lager tipo Pilsen) le saca mercado a su hija estadounidense, una cerveza tipo Milwaukee. Los envases comparten el mismo diseño histórico.
McDonald’s, Burger King, Coca-Cola, Pepsi, Budweiser y General Motors tienen problemas en Francia, Alemania, Benelux, etc. Los mismo les ocurre a Disney, Marlboro, Camel, Wal-Mart y Gap. En general, las empresas atribuyen el retroceso de ventas a una mezcla de factores económicos –que también afectan a rivales no norteamericanos- tales como alto desempleo, impuestos, alza de combustibles y regulaciones locales.
Pero la simultaneidad de los mismos síntomas en países menos castigados por señales recesivas hace sospechar un componente sociopolítico: el brote antinorteamericano. Originado en la invasión –aun en un aliado como Gran Bretaña-, se acentuó cuando el vicepresidente Richard Cheney y Donald Rumsfeld, secretario de Defensa, empezaron a mentar una “vieja Europa”, remisa a secundar a Estados Unidos en la aventura iraquí.
Así, McDonald’s reveló que la caída del consumo germano neutralizó el avance de ventas registrado internacionalmente en el tercer trimestre. Similares efectos muestran los balances de otras compañías. En particular Coca-Cola, 80% de cuyas utilidades se da fuera de EE.UU.-Canadá.
La líder en gaseosas ha vendido en julio-septiembre 16% menos en Alemania y eso la obliga a apartar US$ 392 millones, este trimestre, en previsión de pérdidas. Pero, en una actitud típica de ejecutivos, ninguna empresa admite la influencia de motivaciones sociopolíticas. Mucho menos, una imagen negativa del Tío Sam.
No sorprende que el campeón de esa postura, Neville Isdell (Coca-Cola), sea el mismo que niega los problemas de su compañía debidos a un mercado por demás maduro. Lo cierto, empero, es que las ventas cedieron a mayor ritmo al conocerse las torturas y abusos perpetrados en la prisión de Abú Ghreib. “Creo que la gente transfiere enojo y resentimiento a todo cuanto sea o parezca norteamericano”, sostiene Keith Reinhardt, presidente de la agencia publicitaria DDB Worldwide.
John Zogby, experto estadounidense en encuestas de opinión, coincide. “No me sorprendería que las tendencias antinorteamericanas se profundicen entre usuarios y consumidores europeos”. Existe al respecto otro factor: los nexos entre el gobierno de George W.Bush y muchas empresas que operan cruzando el Atlántico.
Marlboro es un caso extremo. Por causa suya, las ventas europeas de Altria (o sea, Philip Morris) han bajado 24,5% en Francia (un país de fumadores compulsivos) y 18,7% en Alemania. En este mismo país, las marcas ligadas a GM pierden mercado, justamente mientras las plantas despiden gente y la revista “Stern” pone en tapa una bota tejana con el logo GM pisando a trabajadores alemanes.
En un plano más pintoresco, el brote se siente en la cerveza. Desde hace algunos meses, la versión original checa de “Budweiser” (una lager tipo Pilsen) le saca mercado a su hija estadounidense, una cerveza tipo Milwaukee. Los envases comparten el mismo diseño histórico.