En realidad, la familia tampoco proviene del Yemén histórico, sino de una antigua región, Hadramaut, otrora tributaria de Omán, como lo era casi toda la costa de la península arábiga entre Qatar y Adén. El abuelo de la actual generación murió sin dejar un centavo a sus hijos, Mohámmed y Abdullá.
Pero los hermanos eran tan tenaces como laboriosos. En el libro, la figura más fascinante es Mohámmed bin Awadh bin Laden. Con sagacidad, el padre de Osama, entre otros, apuesta su destino a la casa real saudí, satisfaciendo todo tipo de proyectos, deseos y caprichos. Esto fue clave en una sociedad feudal donde no hay diferencia entre cosa pública y bien de familia.
Su propia pasión eran los aviones, que contagió a varios de sus cincuenta hijos. Todavía hoy, Mohámmed se mueve en un bimotor especialmente diseñado. Por otra parte, sus otros pilotos son tan norteamericanos como las empresas con las cuales opera.
Subrayando el carácter feudal del régimen, un bin Laden maneja los problemas eléctricos de Dyeddá, sobre el mar Rojo. ¿Por qué? Porque, cuando está en el mayor puerto del país, el rey Fahd ibn Sa’ud exige que su palacio esté refrigerado dieciséis horas por día. Pero eso deja sin energía al resto de la ciudad. No lejos de ahí, en Medina, el profeta vivía en una tienda, pero esta austeridad ha sido olvidada por los modernos guardianes de los lugares santos.
El hijo favorito de Mohámmed era Salem (primogénito, claro), clave en los negocios exteriores del clan, que abarcan bienes raíces, casinos e hidrocarburos en California, Florida, Tejas, etc. Una de las familias estadounidenses más estrechamente ligadas a los bin Laden son los Bush, vía Richmond Petroleum. Pero Salem –que también coleccionaba esposas-pereció en un accidente aéreo.
Lo sucedió su hermano Bakr, personaje reservado. Tras el doble ataque del 11 de septiembre de 2001, el clan se distanció ostensiblemente de Osama. Pero la familia ha continuado ayudando al jefe de al Qa’eda, vía dos hermanas. Este cuadro tiene un costado que levanta las sospechas de servicios en EE.UU., Israel y media Europa occidental: al parecer, Osama no ha faltado a ninguna peregrinación anual a la Meca.
En realidad, la familia tampoco proviene del Yemén histórico, sino de una antigua región, Hadramaut, otrora tributaria de Omán, como lo era casi toda la costa de la península arábiga entre Qatar y Adén. El abuelo de la actual generación murió sin dejar un centavo a sus hijos, Mohámmed y Abdullá.
Pero los hermanos eran tan tenaces como laboriosos. En el libro, la figura más fascinante es Mohámmed bin Awadh bin Laden. Con sagacidad, el padre de Osama, entre otros, apuesta su destino a la casa real saudí, satisfaciendo todo tipo de proyectos, deseos y caprichos. Esto fue clave en una sociedad feudal donde no hay diferencia entre cosa pública y bien de familia.
Su propia pasión eran los aviones, que contagió a varios de sus cincuenta hijos. Todavía hoy, Mohámmed se mueve en un bimotor especialmente diseñado. Por otra parte, sus otros pilotos son tan norteamericanos como las empresas con las cuales opera.
Subrayando el carácter feudal del régimen, un bin Laden maneja los problemas eléctricos de Dyeddá, sobre el mar Rojo. ¿Por qué? Porque, cuando está en el mayor puerto del país, el rey Fahd ibn Sa’ud exige que su palacio esté refrigerado dieciséis horas por día. Pero eso deja sin energía al resto de la ciudad. No lejos de ahí, en Medina, el profeta vivía en una tienda, pero esta austeridad ha sido olvidada por los modernos guardianes de los lugares santos.
El hijo favorito de Mohámmed era Salem (primogénito, claro), clave en los negocios exteriores del clan, que abarcan bienes raíces, casinos e hidrocarburos en California, Florida, Tejas, etc. Una de las familias estadounidenses más estrechamente ligadas a los bin Laden son los Bush, vía Richmond Petroleum. Pero Salem –que también coleccionaba esposas-pereció en un accidente aéreo.
Lo sucedió su hermano Bakr, personaje reservado. Tras el doble ataque del 11 de septiembre de 2001, el clan se distanció ostensiblemente de Osama. Pero la familia ha continuado ayudando al jefe de al Qa’eda, vía dos hermanas. Este cuadro tiene un costado que levanta las sospechas de servicios en EE.UU., Israel y media Europa occidental: al parecer, Osama no ha faltado a ninguna peregrinación anual a la Meca.