“Estos problemas no les caben a los contribuyentes. EE.UU no dispone de superávit para permitirse estos planes y eso es socialdemocracia en su peor expresión”, proclamaba el experto en historia de la política monetaria y coautor, en 1995, de una propuesta para instituir la figura de quiebra soberana. <br />
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Para George W. Bush, esta ola de turbulencias signa un final de mandato peor que el de otro republicano, Herbert C. Hoover, en 1933. Su largo gobierno, tras inaugurar otra fase de capitalismo estatal –liquidando el modelo anglosajón pergeñado por el monetarismo neoclásico–, no logra explicarle al público qué hace o por qué. <br />
Esta tarea les cabe a Henry Paulson (hombre de Goldman Sachs en el Tesoro) y Benjamin Bernanke, experto universitario en crisis financieras antes de llegar a la Reserva Federal.<br />
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El drama queda agudamente ilustrado en una viñeta que el Corriere della sera puso en primera página el jueves 18 de septiembre. La efigie de George Washington, desde un billete de dólar, le alcanza a Bush una pila de billetes. “Acá tiene el préstamo ¿y la garantía?”, inquiere. “Una hipoteca sobre la Casa Blanca –replica el entonces Presidente–, pero no le diga nada a McCain”. <br />
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Más allá de amplias diferencias entre 1929 y 2008 (entonces no había jugadores como Japón, China, India, Brasil, Rusia o los exportadores petroleros, todavía no acoplados a este desmadre), lo sucedido en Wall Street y Londres es un clásico. El negocio financiero –hoy le dicen “industria”, una ironía cruel: sólo fabrica globos– produjo dos burbujas en 12 años, la puntocom y la inmobiliaria. La segunda desembocó en una doble crisis de malas hipotecas e iliquidez. La causa final remite a los tulipanes holandeses del siglo 17: es la codicia, en contextos mal o no regulados. Los grandes pensadores de los siglos 19 y 20 llamaban a eso “capitalismo salvaje” o, sencillamente, especulación pura. <br />
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<p>La intención parecería ser tener regulación inteligente que ofrezca seguridad pero que no ahogue la innovación. Reglas que inhiban el juego irresponsable sin anular la sensata toma de riesgos. Limitar los excesos durante las bonanzas y anticiparnos a la liquidación de empresas cuando las cosas andan mal. Demasiado pedir.<br />
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En verdad, la idea de que estos problemas surgen de poca regulación y podrían ser resueltos con más regulación no encaja en todas las realidades. La actual crisis financiera se centra alrededor de bancos de inversión altamente regulados, mientras que a los fondos de cobertura, con muy poca regulación, no les está yendo tan mal. Dos de los más grandes villanos fueron Fannie Mae y Freddie Mac, que, en teoría, “eran probablemente las instituciones financieras más supervisadas del mundo”, según dijo Jonathan Kay en <em>Financial Times</em>.<br />
Y sin embargo no hay consenso sobre qué causó esta burbuja. <br />
Algunos culpan a las políticas monetarias de la Reserva Federal, pero otros dicen que la Fed sólo tuvo un efecto marginal. Algunos argumentan que una ola enorme de inversiones fue lo que permitió que viviéramos por encima de los medios existentes, mientras otros dicen que malas regulaciones contables después de Enron crearon una reacción en cadena de pérdidas. <br />
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No hay una explicación clara sobre el pasado, y sin embargo se pondrá el acento en regulaciones que interpretarán el presente y diagnostiquen el futuro. Será interesante comprobar cómo va a ser el próximo modelo de negocios de Wall Street, y en qué se diferenciará la próxima crisis de la actual. <br />
Entre tantas voces, algunas antiguas reclaman por el mito perdido: los mercados se regulan solos. Allan Meltzer (viejo conocido de la Argentina durante la década pasada), inflexible a sus 80 años, sostuvo que los malos banqueros “no deben ser financiadas por los contribuyentes”. No estaba solo.<br />
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