sábado, 23 de noviembre de 2024

Tenemos libertad pero nos falta igualdad

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Este ensayo escrito por Raúl Alfonsín en exclusiva para CIPPEC (Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento), fue publicado en Agenda Pública a 25 años de democracia”.

No podemos, pues, contentarnos con haber obtenido el derecho al libre sufragio y el respeto a la libertad de expresión, antes negada por las dictaduras militares. No alcanzan esas valiosas conquistas para tranquilizar nuestras conciencias personales. ¿Cómo abordar, entonces, un problema tan complejo?<br />
Por lo pronto, creo que es necesario encarar políticas públicas en forma mancomunada entre los países de la región para combatir el flagelo de la pobreza, puesto que difícilmente una Nación pueda, por sí sola, alcanzar la equidad si está rodeada por Naciones hermanas sumidas en la miseria. <br />
Democracia es vigencia de la libertad y los derechos pero también existencia de igualdad de oportunidades y distribución equitativa de la riqueza, los beneficios y las cargas sociales: tenemos libertad pero nos falta la igualdad. Tenemos una democracia real, tangible, pero coja e incompleta y, por lo tanto, insatisfactoria: es una democracia que no ha cumplido aun con algunos de sus principios fundamentales, que no ha construido aun un piso sólido que albergue e incluya a los desamparados y excluidos. Y no ha podido, tampoco aun, a través del tiempo y de distintos gobiernos, construir puentes firmes que atraviesen la dramática fractura social provocada por la aplicación e imposición de modelos socioeconómicos insolidarios y políticas regresivas.<br />
Aspiro a que poco a poco vayamos encontrando la senda que nos lleve a construir una Nación en donde la equidad sea un valor tan sagrado, tan fundamental, como la misma libertad.
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<p>&nbsp;<em>Agenda P&uacute;blica es una revista que recopila la evoluci&oacute;n de las pol&iacute;ticas p&uacute;blicas en el &uacute;ltimo cuarto de siglo en la Argentina. A modo de homenaje, CIPPEC&nbsp; distribuy&oacute; uno de los &uacute;ltimos an&aacute;lisis que hizo el ex presidente de los logros y las deudas pendientes de su gesti&oacute;n y nuestra democracia. <br />
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El 10 de diciembre de 1983, en mi primer mensaje ante el Congreso de la Naci&oacute;n como Presidente convoqu&eacute; a todos los argentinos a una tarea com&uacute;n para constituir la uni&oacute;n nacional.<br />
En un pa&iacute;s como la Argentina, donde se sucedieron las dictaduras por m&aacute;s de medio siglo, que ven&iacute;a de sufrir violaciones masivas a los derechos humanos por obra de la acci&oacute;n del propio Estado, el pensamiento autoritario y la anomia colectiva hab&iacute;an echado ra&iacute;ces muy profundas. Se trataba entonces de reforzar la valoraci&oacute;n social sobre la importancia de los derechos humanos, del respeto al Estado de Derecho, de la tolerancia ideol&oacute;gica. <br />
La pol&iacute;tica implica diferencias, existencia de adversarios pol&iacute;ticos, esto es totalmente cierto. Pero la pol&iacute;tica no es solamente conflicto, tambi&eacute;n es construcci&oacute;n. Y la democracia necesita m&aacute;s especialistas en el arte de la asociaci&oacute;n pol&iacute;tica. Los partidos pol&iacute;ticos son excelentes mediadores entre la sociedad, los intereses sectoriales y el Estado y desde esa perspectiva hemos se&ntilde;alado que lo que m&aacute;s nos preocupa es el debilitamiento de los partidos pol&iacute;ticos y la dificultad para construir un sistema de partidos moderno que permita sostener consensos b&aacute;sicos. No ser&aacute; posible resistir la cantidad de presiones que estamos sufriendo y sufriremos, si no hay una generalizada voluntad nacional al servicio de lo que debieran ser las m&aacute;s importantes pol&iacute;ticas de Estado expresada en la existencia de partidos pol&iacute;ticos claros y distintos, renovados y fuertes, representativos de las corrientes de opini&oacute;n que se expresan en nuestra sociedad.<br />
El proceso de democratizaci&oacute;n en Latinoam&eacute;rica iniciado hace ya m&aacute;s de dos d&eacute;cadas ha sido muy beneficioso porque liber&oacute; a los pueblos de tiran&iacute;as intolerantes y arbitrarias. No podemos dejar de reconocer que la libertad conquistada ha sido uno de los grandes logros obtenidos a fines del siglo pasado. Hemos progresado, y es importante reconocerlo. Pero tambi&eacute;n es ineludible que nos preguntemos: este progreso &iquest;a qui&eacute;nes benefici&oacute;, a cu&aacute;ntos alcanz&oacute;? Reservado para una minor&iacute;a de grandes empresarios, terratenientes y grupos monop&oacute;licos este progreso no alcanz&oacute; a m&aacute;s de dos tercios de la poblaci&oacute;n de Latinoam&eacute;rica, inmersa en la desesperaci&oacute;n del hambre, la falta de educaci&oacute;n, de salud y de vivienda. En condiciones de marginaci&oacute;n que nunca hab&iacute;amos imaginado millones de habitantes de nuestros pa&iacute;ses carecen de los m&aacute;s elementales derechos humanos. Hoy, es duro decirlo, la libertad es un beneficio del que disfrutamos los que no tenemos hambre, los que podemos enviar a nuestros hijos a las escuelas y universidades, los que podemos dormir en una casa sin temor al fr&iacute;o o la lluvia. Siempre repito que la democracia s&oacute;lo puede construirse con hombres democr&aacute;ticos, y que es absurdo formar ciudadanos democr&aacute;ticos cuando est&aacute;n sumidos en la desesperaci&oacute;n. <br />
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