lunes, 25 de noviembre de 2024

El fascinante caso de Argentalia

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Hubo una Edad de Oro en que todo estuvo bien y ahora es todo lo contrario. La obsesión de los argentinos por la continua decadencia del país no logra encontrar explicaciones definitivas. Ahora que abundan las comparaciones desventajosas con Brasil, por ejemplo, es bueno recordar la polémica en torno a nuestro crecimiento vis a vis el de Australia.

&iquest;Por qu&eacute; Argentina ya no iguala a Australia cuando, al menos hasta 1930, la superaba?. Los autores del trabajo que se resume a continuaci&oacute;n se preguntan qu&eacute; fundamentos puede tener la comparaci&oacute;n, ante el abismo actual entre ambas econom&iacute;as. Hoy, Australia ocupa el d&eacute;cimo lugar del mundo en ingreso por habitante. Argentina est&aacute; bajo el cuadrag&eacute;simo (publicado en Mercado en mayo de 2005). <br /><br />Australia figura tercera en desarrollo humano y Argentina ocupa el puesto 34. En Australia, el 20% m&aacute;s rico de la poblaci&oacute;n gana siete veces m&aacute;s que el 20% m&aacute;s pobre y nadie vive con menos de dos d&oacute;lares estadounidenses diarios. En Argentina, el 20% m&aacute;s rico gana dieciocho veces el ingreso del 20% m&aacute;s pobre y m&aacute;s de 14% vive cada d&iacute;a con menos de dos d&oacute;lares. <br />Las comparaciones eran muy v&aacute;lidas, por ejemplo, para muchos actores pol&iacute;ticos entre fines del siglo XIX y la gran depresi&oacute;n, dicen los autores de este ensayo, Pablo Gerchunoff y Pablo Fajgelbaum, encomendado por la Fundaci&oacute;n Pent (*). <br /><br />Julio A. Roca envi&oacute; una misi&oacute;n a las colonias australianas, intuyendo que los informes de sus emisarios le develar&iacute;an el misterio del futuro argentino. <br /><br />Poco despu&eacute;s, Godofredo Daireaux examin&oacute; la pujanza de la estancia argentina en relaci&oacute;n con los establecimientos australianos en el censo ganadero de 1908. Rafael Herrera Vegas, ministro de Hacienda de Marcelo T. de Alvear, decidi&oacute; que el joven becario Ra&uacute;l Prebisch viajara a Melbourne para analizar la tributaci&oacute;n rural directa. <br /><br />Ambos pa&iacute;ses se disputaban los mercados internacionales de bienes primarios. Lo dice el t&iacute;tulo de un op&uacute;sculo publicado en 1901 por el pol&iacute;tico australiano A.W. Pearse (<em>Our great rival: the Argentine republic</em>). Lo dec&iacute;a tambi&eacute;n Pedro Luro, durante los debates de 1899: &ldquo;Argentina y Australia luchan hoy por el primer rango en producci&oacute;n ovina. La exportaci&oacute;n conjunta de carnes congeladas ha alcanzado en 1898 seis millones y pico de cabezas&rdquo;. Para el dirigente, &ldquo;si se estudian las condiciones de uno y otro, puede asegurarse que nosotros saldremos definitivamente triunfantes en esta<em> lucha por el predominio</em>&rdquo;. Sin embargo, un siglo m&aacute;s tarde, Argentina y Australia no son adversarios econ&oacute;micos de la misma talla. <br /><br />&iquest;Se debieron las erradas predicciones de Pearse y Luro a incapacidad de apreciar rasgos fundamentales en cada econom&iacute;a, ya evidentes entonces, o &ndash;acaso- acontecimientos totalmente imprevisibles dieron vuelta la historia? Sea cual fuere la respuesta, en alg&uacute;n momento la brecha entre ambas naciones del sur se tornar&iacute;a abismal. <br /><br />Reci&eacute;n en esa fase surgi&oacute; el inter&eacute;s acad&eacute;mico: comparar Argentina con Australia era y es atrayente. As&iacute;, desde mediados de los a&ntilde;os &acute;60, hubo numerosos debates y trabajos de historia econ&oacute;mica dedicados a esa comparaci&oacute;n, al menos del lado argentino. El caso recordado es el de un seminario en el Instituto Torcuato Di Tella (1979), con expertos argentinos y australianos. <br /><br />M&aacute;s de 25 a&ntilde;os despu&eacute;s, puede ratificarse que &ndash;como afirmaban algunos panelistas- el progresivo deterioro argentino ten&iacute;a, predominantemente, origen en ventajas geoecon&oacute;micas y geopol&iacute;ticas de Australia. La ubicaci&oacute;n en el Pac&iacute;fico sur y su relaci&oacute;n con Gran Breta&ntilde;a la hab&iacute;an beneficiado comercialmente durante los conflictos b&eacute;licos en la primera mitad del siglo XX. El pacto Roca-Runciman (1934) es un ejemplo t&iacute;pico, en varios sentidos. <br /><br />La abundancia de recursos minerales hab&iacute;a contribuido ya a diversificar la base industrial australiana y a reducir la dependencia de insumos importados. S&oacute;lo de manera marginal se hizo referencia, en 1979, a los rasgos distintivos en lo cultural e institucional que hab&iacute;an desvelado a los emisarios de Roca y constituyen ahora argumentos central: el legado brit&aacute;nico en Australia, en contraste con el espa&ntilde;ol en Argentina, la temprana instalaci&oacute;n de la democracia all&aacute; o la solidez de sus instituciones <em>vis &agrave; vis</em> la demorada modernizaci&oacute;n argentina. <br /><br />El dictamen de ese seminario no llegaba a ser muy condenatorio del desarrollo argentino. Quedaba claro, s&iacute;, que el pa&iacute;s hab&iacute;a crecido m&aacute;s r&aacute;pido hasta por lo menos 1930. Por cierto, las posturas m&aacute;s esc&eacute;pticas sobre Argentina no eran suficientemente s&oacute;lidas para respaldar la idea de un fracaso argentino y un &eacute;xito australiano. La mayor parte del diferencial en el ingreso por habitante, a fines de los &acute;70 del siglo XX, se explicaba por los niveles de riqueza inicial. &iquest;Podr&iacute;an refrendarse, con la informaci&oacute;n al presente, esas convicciones? <br /><br />La respuesta es inevitablemente negativa. Algo distinto ocurri&oacute; desde entonces. Desentra&ntilde;ar la brutal ca&iacute;da relativa de Argentina durante casi cuarenta a&ntilde;os obligar&aacute; a reescribir el pasado.

<strong>Fases de comparaci&oacute;n </strong><br /><br />Si la comparaci&oacute;n se justifica, deber&aacute; centrarse en su medida sumaria: el producto por habitante de Argentina en relaci&oacute;n con el de Australia. Este estudio parte de cifras y tendencias sobre 120 a&ntilde;os. Al comienzo, el PB/h argentino crece m&aacute;s r&aacute;pido que el australiano y parece convalidar aquel optimismo de Luro. Pero esas esperanzas nunca cristalizan y, a partir de cierto momento, la brecha vuelve a ensancharse hasta caer por debajo de los valores de partida. Forman una U invertida, cuyo brazo izquierdo marca la <em>convergencia argentina</em>, ese medio siglo inicial de pujanza. <br /><br />El brazo derecho marca una desalentadora <em>divergencia </em>de siete d&eacute;cadas. As&iacute; pues &iquest;d&oacute;nde se ubica la ruptura entre las dos &eacute;pocas? Aparecen dos posibilidades: 1929/32 y 1945/51, la gran depresi&oacute;n y el primer peronismo. <br /><br />Hay dos historias distintas detr&aacute;s de cada fecha y, tambi&eacute;n, una disputa nada trivial entre econometristas. Este trabajo, al examinar tendencias, termina ubic&aacute;ndose en una clara corriente historiogr&aacute;fica, pues considera la crisis de los &acute;30 como punto de corte. Ante dos fases largas de trazo grueso, conviene resaltar los matices. Hay una <em>convergencia inicial</em>, hasta la primera guerra mundial, y una <em>convergencia final,</em> a partir de ella. El a&ntilde;o &acute;14 signific&oacute; un golpe m&aacute;s duro para la din&aacute;mica econom&iacute;a argentina que para la median&iacute;a australiana. Si bien la convergencia se retom&oacute; en 1919, mostraba ya rasgos estructurales y pol&iacute;ticos diferentes en cada pa&iacute;s. <br /><br />La historia de la <em>divergencia </em>es un camino en tres etapas, hasta que los desiguales perfiles econ&oacute;micos de Argentina y Australia tornan casi caprichosa la comparaci&oacute;n. La primera etapa va desde comienzos de la gran depresi&oacute;n hasta fines de la segunda guerra (1929-1945) y refleja una <em>divergencia moderada</em>. La segunda fase coincide con los<em> treinta a&ntilde;os gloriosos</em> de expansi&oacute;n mundial (1946-75) y marca una<em> divergencia d&eacute;bil</em>. La tercera etapa (1976 en m&aacute;s) es el final de la historia y muestra la<em> divergencia fuerte</em>. <br /><br />Durante la convergencia inicial, Argentina exhibe su mayor tasa de crecimiento de poblaci&oacute;n, gracias a una caudalosa inmigraci&oacute;n. Pero, al tratarse de una econom&iacute;a joven, donde el trabajo a&uacute;n constituye una proporci&oacute;n importante del ingreso, el aumento en el PBI era todav&iacute;a m&aacute;s veloz. <br /><br />Incrementos de productividad y mercado en expansi&oacute;n van por entonces de la mano. As&iacute; se genera el elevado diferencial en los PB/h de Argentina y Australia. Durante la convergencia final, una combinaci&oacute;n de factores internacionales y dom&eacute;sticos desacelera el crecimiento del PBI y la poblaci&oacute;n en ambos pa&iacute;ses. Australia registra una expansi&oacute;n casi cero en el PB/h y el angostamiento de la brecha se prolonga a un ritmo apenas inferior al de la <em>convergencia inicial. </em><br /><br />A partir de la crisis del 30, los vientos favorables a la Argentina se revierten bruscamente. Pero, para apreciar la magnitud y las caracter&iacute;sticas del cambio, ser&aacute; &uacute;til un ejercicio de descomposici&oacute;n. Enfocando s&oacute;lo el PB/h, se concluye que la ca&iacute;da relativa de Argentina entre 1929 y 1945 (-1,47% anual) est&aacute; por debajo de la correspondiente al desastre final (-2,15% anual). Pero hay otra perspectiva que refuerza los conceptos de <em>divergencia moderada y fuerte</em>: entre 1929 y 1945, el crecimiento de la poblaci&oacute;n argentina explica la mitad de la ca&iacute;da en el PB/h relativo. Mientras tanto, entre 1976 y 2002 casi la totalidad reside en el estancamiento del PBI.

Los comienzos <br /> <br /> Yendo hacia atr&aacute;s, considerando que Argentina y Australia eran espacios de colonizaci&oacute;n reciente, resulta tentador identificar el comienzo de los &ldquo;tiempos modernos&rdquo; con el arribo de los conquistadores. Pero ser&iacute;a incorrecto, pues -aparte de la diferencia cronol&oacute;gica entre ambas ocupaciones-, durante un largo per&iacute;odo posterior a la llegada de los primeros colonizadores, hubo obst&aacute;culos institucionales y econ&oacute;micos que inhibieron tanto a la Argentina como a Australia. <br /><br /> El territorio australiano fue <em>descubierto </em>en el siglo XVI por espa&ntilde;oles (si no antes por chinos) y, en el siguiente, por holandeses. Reci&eacute;n pas&oacute; a control ingl&eacute;s con la llegada de James Cook en 1770. Visto como soluci&oacute;n para el hacinamiento penitenciario de Gran Breta&ntilde;a, entre 1788 y 1821 se construyeron all&iacute; cuatro penales, utilizando como mano de obra a quienes ir&iacute;an a ocuparlos. <br /><br /> En ese lapso, ingresaron m&aacute;s de 30.000 convictos. Durante casi cuarenta a&ntilde;os, el progreso estuvo limitado por la est&aacute;tica estructura de la sociedad carcelaria, concebida para mantener vivos a oficiales, soldados y reclusos. No para hacer negocios. A&uacute;n en 1820, m&aacute;s de 65% de los habitantes eran ni&ntilde;os y presos, en tanto la actividad econ&oacute;mica pasaba por la destilaci&oacute;n y el tr&aacute;fico ilegales de bebidas alcoh&oacute;licas. <br /><br /> Sin embargo, a partir de los a&ntilde;os &acute;20 (siglo XIX), Australia experiment&oacute; su primer auge pastoril. La inmigraci&oacute;n de trabajadores brit&aacute;nicos y el incremento de poblaci&oacute;n libre nacida en las colonias mejoraron el capital humano. Paralelamente, la abundancia de pasturas y el clima benigno favorecieron la producci&oacute;n de lana fina apta para las industrias textiles de Yorkshire. Entre 1830 y 1850 su producci&oacute;n creci&oacute; veinte veces y la poblaci&oacute;n pas&oacute; de 70.000 a 405.000 habitantes. En Argentina, el crecimiento lleg&oacute; casi medio siglo despu&eacute;s del auge lanero australiano. <br /><br /> Aunque el virreinato del R&iacute;o de la Plata se constituy&oacute; casi al mismo tiempo que la conquista de James Cook (pero segu&iacute;a a dos siglos de presencia espa&ntilde;ola), los conflictos armados internos y externos hasta el &uacute;ltimo cuarto del siglo XIX contrastaban con la pac&iacute;fica evoluci&oacute;n de las colonias australianas. Su transici&oacute;n hacia el autogobierno se produjo sin lucha contra la metr&oacute;poli. <br /><br /> No hab&iacute;a pa&iacute;ses lim&iacute;trofes con quienes guerrear. Por otra parte, los ind&iacute;genas fueron diezmados con facilidad y las disputas intercoloniales no pasaban de la competencia por atraer inmigrantes o roces comerciales que, en comparaci&oacute;n con las turbulencias argentinas, resultaban pintorescos. <br /><br /> En Argentina, por el contrario, a las luchas por la independencia les sucedieron enfrentamientos entre unitarios y federales, guerras con pa&iacute;ses lim&iacute;trofes (principalmente la de la Triple Alianza), rebeliones internas -lideradas por caudillos diversos- y el aniquilamiento de los nativos. <br /><br /> As&iacute;, suele fecharse reci&eacute;n en 1880 la consolidaci&oacute;n de un orden institucional favorable al progreso. Admitiendo la demora institucional postulada por Tulio Halper&iacute;n Donghi, &iquest;debe compararse entonces el 1880 argentino con el 1820 australiano? Para los compiladores de este estudio, la respuesta es negativa. Ser&iacute;a un error equiparar &ndash;sostienen- la expansi&oacute;n argentina desde fin del siglo XIX con el crecimiento australiano, impulsado por un temprano florecimiento rural. <br /><br /> Ello implicar&iacute;a olvidar que Argentina exhibi&oacute; una prehistoria de cierto dinamismo econ&oacute;mico anterior a Roca. De hecho, se comenz&oacute; a producir y exportar cuero, tasajo y lana mucho antes de completarse las campa&ntilde;as del desierto y el Chaco. <br /> Desde la instauraci&oacute;n del comercio libre, poco antes de la revoluci&oacute;n de 1810 (influ&iacute;an las invasiones inglesas y la representaci&oacute;n de los hacendados, 1806 a 1808), Argentina hab&iacute;a iniciado un recorrido lento y por cierto elemental hacia la integraci&oacute;n con los flujos del intercambio mundial. Por ese camino llegar&iacute;a a disputarle algunos mercados a la lana australiana, hacia mediados del siglo. Pero, m&aacute;s que por eso, la comparaci&oacute;n ser&iacute;a err&oacute;nea porque el crecimiento argentino finisecular y la transformaci&oacute;n social aparejada fueron demasiado espectaculares como para contrastarlos con el tranquilo despegue agrario australiano. Hubo en esa aceleraci&oacute;n argentina una combinaci&oacute;n afortunada: el afianzamiento del estado nacional coincidi&oacute; con una &eacute;poca de refinamiento en las relaciones econ&oacute;micas internacionales y evoluci&oacute;n cualitativa de t&eacute;cnicas de producci&oacute;n y transporte: la m&aacute;quina y el barco a vapor, el enfriamiento artificial de carnes, etc.. <br /> <br /> <strong>La bonanza del oro </strong><br /> <br /> Pero, entonces &iquest;cu&aacute;ndo comenz&oacute; en Australia una fase de progreso de magnitud an&aacute;loga a la de Argentina desde 1880? En verdad, ese continente no debi&oacute; esperar hasta el excepcional contexto que supo aprovechar su rival. Un hallazgo en su propio subsuelo, el oro, le permitir&iacute;a gozar por d&eacute;cadas del ingreso por habitante m&aacute;s elevado del mundo. <br /><br /> El inicio de esta inusitada bonanza est&aacute; fechado: abril de 1851 en Bathurst, Nueva Gales del Sur. Ah&iacute; se descubri&oacute; la primera veta &aacute;urea. R&aacute;pidamente, siguieron otras en el resto del pa&iacute;s, que motivaron un nuevo aluvi&oacute;n inmigratorio. La poblaci&oacute;n se triplic&oacute; en una d&eacute;cada hasta alcanzar 1.200.000 en 1861 y volvi&oacute; a hacerlo durante los treinta a&ntilde;os siguientes. En tanto, se multiplicaban las inversiones brit&aacute;nicas. <br /><br /> En 1880, Argentina inici&oacute; su propia historia de singular prosperidad, coincidiendo con la &eacute;poca cuando los altos rindes aur&iacute;feros en Australia estaban ya decayendo. Fue la combinaci&oacute;n de ambas circunstancias lo que permiti&oacute; las comparaciones entre ambos competidores del sur. <br /><br /> La hip&oacute;tesis de la convergencia y el &ldquo;efecto carrera de caballos&rdquo; ayudan, entonces, a comprender la pujanza argentina durante medio siglo (que no va m&aacute;s all&aacute; de 1930). Los supuestos que respaldan esta teor&iacute;a implican que la convergencia deber&iacute;a suceder, mon&oacute;tonamente, hasta la igualaci&oacute;n de los ingresos por habitante. Pero, si as&iacute; hubiera sido, no se hubiera observado la declinaci&oacute;n argentina relativa desde 1929/32: otros factores tienen que haber operado.

<strong>Dos pa&iacute;ses, un conflicto distributivo </strong><br />
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Si la convergencia tiene una explicaci&oacute;n simple, la divergencia es por dem&aacute;s compleja. Se ha visto que con la <em>econom&iacute;a dura </em>se explica la convergencia pero no la divergencia, pues la <em>historia dura</em> responder&aacute; que el fracaso de la econom&iacute;a se origina en ignorar que cada caso es particular. Mas ello invalida la comparaci&oacute;n. <br />
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La historia, es cierto, ayudar&aacute; a reconocer que los <em>puntos de partida </em>no son necesariamente id&eacute;nticos; tampoco los accidentes en cada pa&iacute;s. Pero la econom&iacute;a vendr&aacute; en auxilio, demostrando que Argentina y Australia tienen rasgos comunes que -por contraste- permiten identificar los factores que bifurcaron caminos. <br />
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Los autores definen, en este punto, un pa&iacute;s imaginario llamado <em>Argentalia</em>, predominantemente templado, ubicado en el hemisferio sur (Buenos Aires y Sydney est&aacute;n sobre el paralelo 34), a gran distancia de los centros de poder (Buenos Aires est&aacute; a 11.000 kil&oacute;metros de Londres y 8.450 de Nueva York; Sydney a 17.000 y 15.990 respectivamente). <em>Argentalia </em>dispone, desde su origen, de poblaci&oacute;n escasa y tierra abundante (ya en 1896, Argentina y Australia eran los dos pa&iacute;ses con menos habitantes por kil&oacute;metro cuadrado de tierra productiva). Debido a esa dotaci&oacute;n de recursos, ha tenido salarios relativamente altos respecto del promedio mundial. <br />
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Como productora de materias primas, <em>Argentalia </em>vio la cara y la ceca de la moneda. Por d&eacute;cadas, mantuvo relaci&oacute;n privilegiada con la potencia dominante, export&aacute;ndole productos primarios, necesarios a su industrializaci&oacute;n, e importando insumos, bienes de capital y uso, am&eacute;n de mano de obra. Desde 1930, en cambio, sufri&oacute; la decadencia del comercio de bienes primarios. <br />
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Con fortuna en algunas &eacute;pocas e infortunio en otras, Argentalia choc&oacute; de todas maneras con una revelaci&oacute;n: la dotaci&oacute;n originaria de recursos hab&iacute;a sido una condena. Al calor del mercado interno y la evoluci&oacute;n tecnol&oacute;gica de los procesos productivos, fueron surgiendo algunas manufacturas, especialmente las que transforman materias primas antes exportadas. Pero <em>Argentalia </em>no es un pa&iacute;s bien pertrechado para una industrializaci&oacute;n sostenida y diversificada. <br />
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Obviamente, mientras las corrientes mundiales sigan benefici&aacute;ndola, a <em>Argentalia </em>le conviene el libre comercio, porque esto impulsa el crecimiento. Pero a sus trabajadores les conviene el proteccionismo porque, dadas las condiciones estructurales, la protecci&oacute;n crear&aacute; empleo, elevar&aacute; salarios reales y mejorar&aacute; la distribuci&oacute;n del ingreso. <br />
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Este conflicto distributivo caracter&iacute;stico tiene manifestaciones diferentes seg&uacute;n los pa&iacute;ses reales en los que <em>Argentalia </em>se encarna hist&oacute;ricamente. M&aacute;s agudo ser&aacute; el conflicto cuanto m&aacute;s distributivo sea el proteccionismo y m&aacute;s distributivo ser&aacute; el proteccionismo cuanto m&aacute;s trabajo intensivos sean los sectores industriales nacidos a su amparo, cuanto mayor sea la proporci&oacute;n del empleo total aportado por sectores protegidos y cuanto mayor sea la participaci&oacute;n de materias primas exportadas en la canasta de consumo popular. <br />
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Sobre el final de esta s&iacute;ntesis, puede notarse que, en la fase de divergencia, Australia ha tenido un conflicto distributivo y una volatilidad m&aacute;s atemperados que Argentina. Cabe aqu&iacute; una digresi&oacute;n: en <em>Argentalia</em>, las pol&iacute;ticas distributivas no se originan necesariamente en el proteccionismo. Eventualmente, podr&aacute; haberlas de otra &iacute;ndole pero, si el comercio mundial es din&aacute;mico, ese proteccionismo impedir&aacute; que los precios relativos de econom&iacute;a abierta neutralicen el impacto distributivo de esas otras medidas y har&aacute; tolerable a las empresas el aumento del costo laboral. <br />
<br />
(*)<em> Encuentros y desencuentros de dos primos lejanos. Un ensayo de historia econ&oacute;mica comparada de Argentina y Australia.</em>

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