lunes, 25 de noviembre de 2024

Percepción de los argentinos sobre el desarrollo y el país

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La importancia del análisis cultural aplicado al desarrollo se percibe mejor si se traza un paralelo entre las sociedades y los individuos. Una persona que tiende a ser optimista, confiada, honesta, persistente o altruista suele obtener –suponiendo que otros factores, como la fortuna, permanecen iguales– mejores resultados de sus acciones que quienes tienden a adoptar valores opuestos.

Por Antonio Cicioni <br /><br /> &ldquo;Cuando la Presidenta comenz&oacute; a detallar las cifras de las transferencias nacionales a las provincias, no pudimos evitar mirarnos con asombro&rdquo;, recordaba, en una reuni&oacute;n reciente con miembros de CIPPEC, uno de los intendentes del conurbano invitado a la apertura de sesiones legislativas del 1 de marzo &uacute;ltimo. En su sorpresa, los intendentes tomaban nota de un ejemplo, entre muchos posibles, de las inequidades existentes en la distribuci&oacute;n de los recursos p&uacute;blicos, una de las caracter&iacute;sticas m&aacute;s curiosas y a la vez m&aacute;s graves de la pol&iacute;tica argentina. Grave por su magnitud, y curiosa por su escasa presencia o virtual deformaci&oacute;n en el debate p&uacute;blico. <br /><br />De hecho, y a pesar de la creencia predominante en cuanto a los privilegios de las metr&oacute;polis frente al interior, las provincias poco pobladas de la Argentina cuentan con Estados que logran brindar, en t&eacute;rminos relativos, servicios avanzados a la ciudadan&iacute;a. Por citar un ejemplo, la provincia de San Luis &ndash;una de las varias beneficiadas por el complejo sistema de transferencias cuyo &aacute;pice es la coparticipaci&oacute;n&ndash; pudo construir casi 50.000 viviendas desde 1983, adquiriendo en el camino la mayor proporci&oacute;n de propietarios inmobiliarios del pa&iacute;s, luego de la ciudad de Buenos Aires. En contraste, en Esteban Echeverr&iacute;a, un municipio del conurbano de equivalente poblaci&oacute;n pero significativamente m&aacute;s pobre, se construyeron menos de 300 viviendas p&uacute;blicas desde el mismo a&ntilde;o y hasta 2007. Ejemplos como este pueden extenderse a casi todas las &aacute;reas de intervenci&oacute;n estatal, desde la infraestructura de transporte hasta los salarios de los docentes. <br /><br />Hacer foco en ese y otros (des)arreglos institucionales, de consecuencias tan concretas para la calidad de vida de la ciudadan&iacute;a, es un camino posible, necesario y principal, si lo que se pretende es identificar las pol&iacute;ticas p&uacute;blicas prioritarias para la Argentina pos bicentenario. En este art&iacute;culo, sin embargo, se har&aacute; hincapi&eacute; en algunos ejemplos de otro tipo de obst&aacute;culos al desarrollo: aquellos relacionados con los valores culturales predominantes en el comportamiento social de los argentinos.<br /><br /><br /><strong>La cultura y las naciones</strong><br /><br />El an&aacute;lisis de la cultura y de su impacto en el &eacute;xito o el fracaso de las naciones es tan antiguo como el pensamiento pol&iacute;tico. Pero los valores que subyacen en una sociedad &ndash;es decir, los modos y patrones de conductas colectivas&ndash; son sutiles, din&aacute;micos y multifac&eacute;ticos; son, por lo tanto, dif&iacute;ciles de percibir, definir y cuantificar. <br /><br />Esto atenta contra la indagaci&oacute;n cient&iacute;fica, lo que hizo que durante el siglo 20 este tipo de an&aacute;lisis perdiera espacio frente a los enfoques econ&oacute;micos e institucionales. No obstante, los estudios culturales &ndash;que, por supuesto, son complementarios y no sustitutivos de las metodolog&iacute;as tradicionales&ndash; vienen recobrando fuerza en las ciencias sociales, a medida que los avances en la cuantificaci&oacute;n y sistematizaci&oacute;n de la informaci&oacute;n permiten hacer mejor uso de su potencial explicativo1. <br />La importancia del an&aacute;lisis cultural aplicado al desarrollo puede advertirse m&aacute;s cabalmente si se traza un paralelo entre las sociedades y los individuos. Una persona que tiende a ser optimista, confiada, honesta, persistente o altruista suele obtener &ndash;suponiendo que otros factores, como la fortuna, permanecen iguales&ndash; mejores resultados de sus acciones que quienes tienden a adoptar valores opuestos. <br /><br />Identificar las ra&iacute;ces de esas diferencias actitudinales es, por supuesto, fuente de muchas dificultades, como puede atestiguar cualquier terapeuta. Con las sociedades sucede algo similar, pero si logramos adquirir mayor y mejor conocimiento de las actitudes que encauzan nuestra convivencia, podremos actuar m&aacute;s eficazmente para intentar debilitar a aquellas que tienen impactos nocivos. <br /><br />En resumen, la utilidad pr&aacute;ctica de la introspecci&oacute;n orientada a los valores es tan significativa para una naci&oacute;n como para una persona; y es a su vez tan importante como el estudio de sus instituciones o de sus pol&iacute;ticas econ&oacute;micas. <br /><br /><strong><br />El modelo de Estado fallido</strong><br /><br />Un aspecto clave que condiciona la infraestructura valorativa de una comunidad es la percepci&oacute;n que tiene de s&iacute; misma. Para el caso de la Argentina, durante mucho tiempo nos hemos acostumbrado a visualizarnos como un modelo casi &uacute;nico de Estado fallido. Nos dijeron que existen cuatro tipos de naciones (&ldquo;las desarrolladas, las subdesarrolladas, Jap&oacute;n y la Argentina&rdquo;), y nos resignamos a aceptar que, efectivamente, somos v&iacute;ctima de alg&uacute;n problema insoluble que hace que nuestra abundancia de recursos naturales &ndash;tan contrastante con la escasez de la potencia asi&aacute;tica&ndash; sea invariablemente desaprovechada. Adoptar esta visi&oacute;n fue, por mucho tiempo, casi inevitable. <br /><br />D&eacute;cadas de inestabilidad pol&iacute;tica y econ&oacute;mica resultaron en un crecimiento pasmoso de la pobreza y de la violencia, y en un empeoramiento general de las cifras de homogeneidad social. Un resultante l&oacute;gico de la larga decadencia fue el pesimismo generalizado. Tambi&eacute;n lo fue un poderoso arraigo de la desconfianza y, por lo tanto, de la irritabilidad permanente hacia quienes gobiernan. M&aacute;s grave a&uacute;n, tales actitudes se extendieron hac&iacute;a los propios conciudadanos, debilit&aacute;ndose as&iacute; las redes de confianza comunitaria. En otras palabras, se debilit&oacute; el capital social, ingrediente primario del camino hacia el desarrollo. <br /><br />Lo que resulta curioso es que el actual estado de &aacute;nimo colectivo de los argentinos &ndash;irritable, desilusionado, fraccionado&ndash; no parece muy distinto al de tiempos m&aacute;s dif&iacute;ciles, como por ejemplo la crisis de 2001/2002. Esto a pesar del evidente contraste entre un momento y otro: siete a&ntilde;os atr&aacute;s se temi&oacute; la disoluci&oacute;n del pa&iacute;s, y en los medios internacionales se lleg&oacute; a hablar abiertamente de poner el manejo del Estado nacional a cargo de t&eacute;cnicos extranjeros. Hoy, y a pesar de las muchas tareas pendientes, la Argentina puede mirar retrospectivamente y exhibir datos auspiciosos: se han batido r&eacute;cords hist&oacute;ricos de crecimiento; se crearon m&aacute;s de tres millones de empleos; la pobreza y la miseria disminuyeron a casi la mitad; se mantuvo por primera vez en d&eacute;cadas un super&aacute;vit fiscal multianual; se duplic&oacute; la cobertura provisional de los ciudadanos mayores; y se multiplic&oacute; la inversi&oacute;n p&uacute;blica y privada, batiendo las marcas de las &uacute;ltimas d&eacute;cadas. La lista de logros podr&iacute;a continuar, m&aacute;s a&uacute;n si extendemos el horizonte temporal y comparamos al pa&iacute;s de hoy con el de, por ejemplo, 1976.

<strong><br />
&iquest;Qu&eacute; es lo que ocurre?</strong><br />
<br />
Cabe entonces preguntarse, frente al ambiente altamente conflictivo que sigue caracterizando a la pol&iacute;tica argentina, qu&eacute; es lo que ocurre. &iquest;C&oacute;mo es posible que no nos permitamos una dosis de satisfacci&oacute;n? &iquest;Acaso era evidente que ser&iacute;amos capaces de convertirnos en una democracia consolidada o de superar de tal manera una crisis tan traum&aacute;tica? &iquest;Qu&eacute; valores culturales subyacen en el inconsciente colectivo nacional que nos lleva a subestimar lo logrado? <br />
<br />
Una posible respuesta es que los argentinos somos irremediablemente autoexigentes, lo cual, en todo caso, tendr&iacute;a algunos aspectos positivos. Pero, m&aacute;s probablemente, el fen&oacute;meno es multidimensional, entrando en juego otros valores. El pesimismo, por ejemplo, parece seguir teniendo un rol preponderante, como se evidencia tan solo al asomarse al &aacute;gora medi&aacute;tica, y a pesar de que, desde la salida de la crisis, los pron&oacute;sticos mayoritarios subestimaron la perfomance de la econom&iacute;a una y otra vez. Quiz&aacute;s la perdurabilidad de la desesperanza &ndash;que tiene un impacto indudable en las expectativas y, por lo tanto, en el crecimiento&ndash; se debe al efecto de la inercia. <br />
<br />
Es propio de la condici&oacute;n humana tener dificultades para cambiar percepciones &ndash;o autopercepciones&ndash; una vez que estas han logrado instalarse, a fuerza de repetici&oacute;n. Tal vez, entonces, falta a&uacute;n dar cuenta que ha habido aprendizajes fundamentales &ndash;por ejemplo la adopci&oacute;n de la solvencia fiscal&ndash; y que no todo puede atribuirse a externalidades positivas, como la mejora de los t&eacute;rminos de intercambio.<br />
<br />
En cuanto a la desconfianza y a uno de sus efectos directos, la tendencia a la agresividad, si bien no se cuenta a&uacute;n en nuestro pa&iacute;s con una recolecci&oacute;n sistem&aacute;tica y suficiente de datos sobre el estado del capital social, es dable arriesgar que no ha habido avances sustantivos en los &uacute;ltimos a&ntilde;os. En todo caso, la baja calidad del di&aacute;logo de la dirigencia &ndash;que sigue creyendo, con pocas excepciones, en la descalificaci&oacute;n de quien piensa distinto como forma de construir capital pol&iacute;tico&ndash; parece ser un indicador suficiente del estado de situaci&oacute;n. <br />
<br />
Tal comportamiento, a su vez, probablemente sea s&oacute;lo un reflejo de actitudes difundidas en el comportamiento social general de la ciudadan&iacute;a. Con lo cual la pregunta a hacerse es cu&aacute;les son las ra&iacute;ces de la predisposici&oacute;n a la confrontaci&oacute;n y a la segmentaci&oacute;n de nuestra sociedad. Al respecto, y sin pretensiones de monocausalidad, puede ser &uacute;til tomar nota de un influyente estudio, publicado recientemente2, que llega a la inc&oacute;moda conclusi&oacute;n de que la heterogeneidad &eacute;tnica es un factor debilitante del capital social, y que, por lo tanto, requiere de particular atenci&oacute;n al momento de planificar la acci&oacute;n estatal. <br />
<br />
<strong><br />
Heterogeneidad &eacute;tnica</strong><br />
<br />
Pero, &iquest;acaso la Argentina es un pa&iacute;s heterog&eacute;neo &eacute;tnicamente? Est&aacute; claro que tendemos a creer que no, al punto tal que es una cuesti&oacute;n pr&aacute;cticamente ausente en nuestro di&aacute;logo p&uacute;blico. Sin embargo, durante el cl&iacute;max de la crisis por las retenciones m&oacute;viles no faltaron declaraciones de dirigentes sociales y rurales que hicieron m&uacute;ltiples y famosas referencias a cuestiones &eacute;tnicas en sus cruces discursivos. <br />
<br />
El conflicto-s&iacute;mbolo de estos tiempos puede significar, en este sentido, solo el comienzo de un largo periplo. Hoy de un lado est&aacute; Alfredo De Angeli, representando a los chacareros de la Pampa H&uacute;meda y a buena parte de las clases medias urbanas cuando dice que &ldquo;se roban la plata para el conurbano&rdquo;. Del otro lado, la Presidenta responde que justamente es all&iacute; donde m&aacute;s inversi&oacute;n p&uacute;blica hace falta, y que &ldquo;ser&aacute; necesario un cambio cultural si queremos avanzar en la distribuci&oacute;n del ingreso&rdquo;. Ma&ntilde;ana pueden ser otros nombres, pero son las condiciones estructurales las que parecen garantizar que este conflicto lleg&oacute; para quedarse, quiz&aacute;s junto a muchos otros latentes y consecuentes de una diversidad que no terminamos de aceptar. <br />
<br />
Frente a este panorama, &iquest;qu&eacute; pol&iacute;ticas p&uacute;blicas son las m&aacute;s indicadas para promover el desarrollo? Es poco a&uacute;n lo que se sabe sobre c&oacute;mo puede afectarse la cultura, justamente porque son escasas las certezas con respecto a su impacto en el desarrollo. Pero s&iacute; puede ser &uacute;til que desde el liderazgo &ndash;pol&iacute;tico, intelectual, medi&aacute;tico, econ&oacute;mico&ndash; se comience a prestar m&aacute;s atenci&oacute;n a las tensiones culturales subyacentes. <br />
<br />
Despu&eacute;s de todo, la Argentina no deja de ser un pa&iacute;s joven, cuya identidad todav&iacute;a est&aacute; en formaci&oacute;n, consecuencia de flujos inmigratorios masivos que &ndash;a diferencia de lo que parece creer buena parte de la poblaci&oacute;n&ndash; no se detuvieron en absoluto hace 50 a&ntilde;os. El pa&iacute;s vive en permanente estado de mutaci&oacute;n &eacute;tnica y cultural, y tomar conciencia de este fen&oacute;meno nos permitir&aacute; &ndash;al conjugarlo con an&aacute;lisis paralelos, m&aacute;s relacionados con las condiciones materiales&ndash; comprender m&aacute;s cabalmente los patrones de votaci&oacute;n, la din&aacute;mica del sistema de partidos, la puja distributiva, y tantos otros factores que hacen al desarrollo equitativo de la Argentina. <br />
<br />
(*) Antonio Cicioni es cofundador e investigador asociado de CIPPEC (Centro de Implementaci&oacute;n de Pol&iacute;ticas P&uacute;blicas para la Equidad y el Crecimiento).<br />
<br />
1- Ver, por ejemplo, <em>WorldValuesSurvey.org o Democracies in Flux,</em> de Robert D. Putnam (2002). <br />
2- Robert D. Putnam, &ldquo;<em>E Pluribus Unum: Diversity and Community in the Twenty-first Century&rdquo;</em>, Scandinavian Political Studies, junio de 2007.

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