<p>Las fallas empiezan por el Banco de Ajustes Internacionales (“banco central de bancos centrales”, una exageración), ente encargado de velar por normas que el comité homónimo viene dictando desde 1935. Pero el BAI sigue careciendo de facultades para regular las finanzas mundiales: sólo puede formular sugerencias no obligatorias, cuyo cumplimiento depende de los gobiernos supuestamente regulados.<br />
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Por ello, el reciente comunicado insiste en que los gobernadores y supervisores integrantes del comité son quienes deben cristalizar las nuevas exigencias de capital a los bancos privados. Pero, a su vez, el acuerdo –señala Knowledge@Wharton- es demasiado pobre y no justifica el nombre “Basilea 3”. No sólo porque el aumento de marras sea mínimo, sino porque el documento repite en lo fundamental Basilea 1 (1975). <br />
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En realidad, estas regulaciones y acción del BAI continúan corriendo muy por detrás de los acontecimientos, como le ocurre al Banco Central Europeo. La edición de hace veinticinco años respondía a la necesidad de definir responsabilidades específicas derivadas de dos quiebras bancarias acaecidas en 1974.<br />
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Sin embargo, las posteriores bancarrota de los bancos Ambrosiano (Istituto Opere Religiose, asesinatos de Roberto Calvi y Michele Sindona) y Crédito & Comercio Internacional plantearon nuevas ambivalencias e incertidumbres. Esto era porque el grueso de sus redes o de sus deudas correspondía a sociedades domiciliadas en paraísos fiscales; entre ellos miembros del comité como Suiza, Luxemburgo, etc. <br />
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Por ende, era imposible especificar comportamientos y cuadros normativos antes de atribuir responsabilidades. Eso se propuso Basilea 2 (1991), donde aparecieron requerimientos mínimos de capital para bancos privados. Su propósito era prevenir situaciones de iliquidez y colapsos por pérdidas inesperadas.<br />
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Después, aparecieron los instrumentos derivativos –series de miles de ecuaciones para acotar riesgos- y contratos derivados, generalmente en futuros y opciones. La reacción de las entidades consistió en lanzarse sobre esas innovaciones para acomodar los balances transfiriendo riesgos a los mercados de valores.<br />
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Cuando esos activos tóxicos se popularizaron en la década actual, se generó creciente desconfianza. Luego, el colapso de malas hipotecas (2005/6), la crisis sistémica occidental, la caída de Bear Stearns y Lehman Brothers y los onerosos rescates de American International Group (US$ 187.000 millones) y otros llevaron a Basilea 3. Ahora, sus decisiones no impresionan a casi nadie y algunos economistas serios –Paul Krugman, Joseph Stiglitz, Paul Volcker, Jefffey Sachs- sugieren replantear todo en la próxima reunión del grupo de los 20 en noviembre (Seúl).</p>
{Finanzas globales} Basilea 3 y los banqueros: muy poco, tardío y débil
Todo indica que seguirá imperando la inestabilidad financiera en las economías centrales, sin lograr paliar la desregulación que había desencadenado en 2007 la crisis sistémica. ¿Por qué? Porque el reciente acuerdo (Basilea 3) decepciona por su flojedad.