Tiemblan los amantes del buen comer con la noticia de que
las trufas podrían estar en peligro de extinción. Como tantas otras especies
vivas sufren el cambio climático y el calentamiento global. Para quienes están
en el negocio de su recolección y distribución –específicamente las grandes
tiendas de bienes gourmet como Truffles Folies, en Francia, que vende desde
quesos hasta pochoclos infusionados con el hongo- su escasees puede ser una
noticia agridulce.
La trufa negra – Périgord o Tuber melanosporum, como se la
conoce científicamente- es una clase de hongo que se usa para aumentar el sabor
de carnes de caza y platos robustos como el risotto. Algunos cientificos afirman que el calentamiento global
podría estar reduciendo la cantidad disponible por lo que su precio ha
alcanzado nuevos récords. En 12 años consumir trufas se ha vuelto 10 veces más
caro. En promedio, US$ 1.200 el medio kilo. Se justifica, entonces, el
sobrenombre “diamantes negrosâ€.
Pocas personas compran trufas por kilo pero una piedrita
puede llegar a costar € 100. El aumento de precio ha hecho caer la demanda
drásticamente en
plagada por la crisis. Quienes están en el negocio han visto como los
consumidores habituales ahora prefieren variedades más económicas como la trufa
de verano – o Tuber aestivum- que se acerca a € 400 el kilo o la trufa de
infierno – Tuber brumale- que sale € 900 el kilo.
Lo cierto es que la trufa siempre fue un bien de lujo por lo
que su precio siempre fue alto, inclusive en el medio de una recesión. Un
multimillonario salió en los diarios este año por comprar 1,3 kilos de trufas
blancas italianas – las más preciadas- por US$ 330.000.
Los cambios en el uso de la tierra, la declinación de las
cosechas y el cambio de temperaturas todas han incidido en la actual escasez
del hongo en sus
de Francia, España e Italia: de 1.000 toneladas en 1930 hoy se cosechan solo
50. Además, el método de recolección ha cambiado muy poco en 100 años: se
encuentran utilizando perros o cerdos entrenados y luego rescatadas a mano
cerca de las raíces de los árboles. Eso también hace al precio alto. Con
pronósticos de veranos más calientes, el sueño de rellenar un pavo gordo para
Navidad con trufas negras estará cada vez más enterrado en el pasado glotón de
los europeos.