Las medidas adoptadas por la principal potencia mundial apuntaron fundamentalmente a contener al mercado financiero y a evitar su colapso, apostando a que eso permitiera recuperar la confianza de inversores, ahorristas y consumidores y evitara mayores impactos para la economía real, indicó el investigador de la Instituto Argentino de la Empresa perteneciente a la escuela de negocios de la Universidad Austral, Eduardo Luis Fracchia.
La respuesta de Estados Unidos a la crisis puede entonces resumirse en los siguientes puntos:
- Agresiva baja de las tasas de interés.
- Múltiples programas de crédito de corto plazo para hacer frente a la falta de liquidez.
- Quantitative Easing como el corazón de la estrategia de saneamiento del sector financiero y la recuperación de la confianza. Detrás del QE se oculta la exportación de la crisis al resto del mundo por la devaluación del dólar.
- Paquetes de estímulo fiscal, aunque el deterioro de las cuentas públicas obligó a dar pasos hacia atrás.
- Cambios marginales al marco regulatorio del mercado financiero.
En Estados Unidos, el combate a la crisis comenzó a mediados de 2007, tras una breve pero intensa crisis bursátil en julio y agosto de ese año.
En un primer momento, la Reserva Federal de Estados Unidos (FED) respondió con una política monetaria tradicional, iniciando un agresivo proceso de recorte de la tasa de interés.
Entre agosto de ese año y diciembre del 2008, la Fed Funds rate fue recortada de 5,25 a 0,25 y en ese valor se ha mantenido prácticamente desde entonces.
También durante esa etapa se desarrolló el sistema de Term Auction Facilities, orientado a brindar financiamiento de muy corto plazo al mercado financiero para hacer frente a problemas temporales de falta de liquidez. Algo más adelante esto se complementó con el sistema de Term Security Lending Facilities, que también apunta a proveer liquidez de corto plazo al mercado financiero mediante préstamos a 28 días.
En el mismo sentido se implementaron otras líneas de crédito para las inversiones financieras.
La intención era evitar que hubiese una confusión entre las entidades con problemas de liquidez y las entidades con problemas de solvencia.
Dada la magnitud de la crisis, hacia comienzos de 2008 fue evidente que se necesitarían medidas más directas. Una primera medida en ese sentido fue el paquete de estímulo fiscal lanzado por el Tesoro americano, en áreas como infraestructura, salud y seguros de desempleo. Esto se reforzó con políticas focalizadas, como la asistencia a deudores hipotecarios, aunque su alcance fue modesto.
A fines de 2010, la política fiscal fue reforzada mediante un recorte de impuestos del orden de los US$ 860.000 millones.
Paralelamente, la FED comenzó a profundizar su intervención en el mercado financiero, autorizando operaciones como la compra de Bear Stearns por parte de JP Morgan y la de Countrywide y Merril Lynch por Bank of America. Esta intervención se volvió mucho más agresiva a partir de agosto-septiembre de 2008, con fuertes intervenciones de la FED para salvar a gigantes financieros de Estados Unidos como Fannie Mae, Freddie Mac, AIG y Citigroup.
En todos los casos, el mecanismo consistió en la compra por parte de la FED de los títulos “basura” en poder de esos organismos, con el fin de reducir su riesgo de quiebra y mejorar su hoja de balance.
Se estima que en el marco de estas operaciones, la FED adquirió activos financieros por unos 2 billones de dólares.
Las operaciones se hicieron a través del sistema de Term Asset Backed Securities Loan Facilities, que no era otra cosa que la compra de securitizados respaldados en créditos al sector minorista, que estaban en el ojo de la tormenta.
La mayor parte de estas operaciones fue coordinada con el Tesoro de Estados Unidos.
Este último conjunto de medidas constituye la denominada política de Quantitative Easing, mediante el cual un Banco Central (en este caso la FED) expande su tendencia de activos sin esterilizar la emisión monetaria que genera su compra.
Aunque ha habido mucha discusión en torno de la efectividad de este tipo de medidas, lo cierto es que ha sido el principal instrumento en la política anticrisis estadounidense.
Para muchos analistas, el QE ha sido básicamente una forma encubierta de exportar la crisis americana al resto del mundo, mediante el consecuente debilitamiento del dólar, lo que ha derivado en cierto alivio de su situación externa. Ese alivio, sin embargo, no ha sido tan marcado, porque los principales bancos centrales del mundo respondieron con políticas similares, en el marco de la llamada “guerra de monedas”.
En un aspecto más marginal, el Tesoro complementó las medidas concretas con otras destinadas a restituir la confianza en el mercado financiero americano, introduciendo por ejemplo cambios en la regulación de las compensaciones a los ejecutivos o restringiendo las operaciones de corto plazo.
Durante este año, las medidas estuvieron guiadas fundamentalmente por el debilitamiento de la situación fiscal.
Así, se destaca el reciente incremento en el techo de emisión de deuda del Tesoro, y la puesta en marcha de un ajuste presupuestario para reencauzar las cuentas públicas.
Además, la FED anticipó que “seguramente” mantendría la tasa de interés sin cambios hasta mediados de 2014 y son muchos los analistas que descuentan el inicio de una nueva fase de QE.