El 31 de enero de 2016 Benoît Violier, el chef franco-suizo considerado por muchos como el mejor del mundo, se quitó la vida luego de perder la máxima categoría Michelin en uno de sus hoteles parisinos.
Si bien es cierto que la gastronomía y la educación están separadas por un universo de diferencias, las une el apego a una evaluación universal endiosada por los expertos pero que podría adolecer de defectos.
En el año 2000 el shock que produo en Alemania el resultado de sus alumnos provocó profundos cambios en la educación.
Finlandia, que lideró durante varios años en rendimiento, hoy está sumida casi en la desesperación porque Shanghai le quitó el primer puesto. Hoy los finlandeses creen que todo su sistema educativo se ha derrumbado, según publica el diario El Confidencial de España. Según el diario, se genera una obsesión malsana por los rankings que terminan transformándose en una carrera de caballos educativa donde hay ganadores y perdedores.
Estados Unidos, España, Italia y Francia figuran en el pelotón secundario y lejos de las regiones que marcan el ritmo como Hong Kong o Singapur.
Dos profesores de la Universidad de Oslo, Leslie Rutkowski y David Rutkoswki, quienes vienen desde hace años analizando y publicando trabajos sobre la utilidad de PISA, dicen en su último trabajo de 2016 titulado “A Call for a More Measured Approach to Reporting and Interpreting PISA Results” que hay varias metodologías que necesitan interpretarse con mucho cuidado para definir los resultados de las pruebas. Critican, entre otras cosas, la forma de medir y el modelo usado para evaluar logros.
