Desde hace cien años la tecnología nos viene permitiendo lograr hazañas impensables. Llevamos, por ejemplo, computadoras en el bolsillo que nos conectan con un amigo que está al otro lado del mundo en cuestión de segundos y nos da respuestas al instante. Podemos controlar enfermedades que en otro momento asolaban el mundo y accedemos a la mejor medicina en la historia del mundo.
Pero ahora surge la pregunta: ¿cuánto es demasiado?¿ En qué punto separamos la tecnología que ayuda a la humanidad de la tecnología que se vuelve humana?
El movimiento del “body hacking” , tal vez más que ninguna otra cosa, nos obliga a hacernos esta gran pregunta.
Los seguidores de este movimiento creen que no sólo la tecnología puede usarse para arreglar partes del cuerpo que funcionan mal o se rompieron sino que debería usarse para mejorar un cuerpo humano sano. Esta gente cree que ha llegado la hora del “transhumanista”.
En marzo de 2016 se reunió en Austin, Texas, la primera “BodyHacking Convention”. En esa conferencia varios centenares de “body hackers” se reunieron para discutir y celebrar la últimas tecnologías implantables diseñadas para mejorar el cuerpo humano. Uno de esos innovadores estaba implantando en la misma conferencia chips bio-seguros. Cada chip viene con un número único de identificación que se puede usar para desbloquear el teléfono de la persona o para abrir puertas. El chip tiene el tamaño de un grano de arroz y la gente en la conferencia hacía cola para que se lo implanten.
En el evento también presentaron la tecnología Northstar, un dispositivo del tamaño de una moneda que se puede implantar en la mano. Cuando se pasa un imán sobre el chip éste emite destellos. Después de 10 segundos vuelve al modo sueño. La compañía pretende que el chip imite la bio luminiscencia de los tatuajes.
En un principio es muy fácil sentir repulsión por la tecnología implantable. La idea es tan increíblemente invasiva y permanente que parece una locura que alguien se someta a ella, ni hablar de hacer cola para obtenerla.
Sin embargo es interesante averiguar para qué otros propósitos se puede usar la tecnología. Un diminuto implante, por ejemplo, podría impedir el ataque de un tiburón emitiendo señales que lo mantengan a raya.
O se lo podría utilizar con los atletas de élite para analiza los procesos del cuerpo, movimientos musculares e informar sobre debilidades. Podría ayudarles a maximizar su desempeño, impedir lesiones y llevar los deportes a niveles nuevos. ¿Estarían dispuestos los atletas a experimentar con este tipo de tecnología para obtener estos beneficios?
En el ámbito más amplio de la salud, los ataques cardíacos son un gran flagelo de nuestros días. ¿Qué pasaía si un implante pudiera detectar síntomas que anuncian un ataque horas o días antes de que ocurra? Implantes de este tipo no sólo podrían salvar vidas sino que además permitirían que la gente viva sin temor a lo que pueda ocurrir.
Hoy asistir a la convención de Austin se ha convertido en una especie de peregrinaje para los que se mueven en el ámbito del biohacking: tecnólogos, transhumanistas y artistas del espectáculo. Este año atrajo también a miembros del ejército norteamericano.
¿Qué es bodyhacking?
Los organizadores de la convención definieron su objetivo: cambiar activamente el cuerpo o la mente de una persona para que refleje mejor la idea que una persona tiene de lo que podría ser su “yo ideal”.
Esto puede significar desde meditación o cirugía cosmética hasta colocar radiotransmisores debajo de la piel o tomar drogas que alteran el cerebro. Teóricamente cuentan denro de este objetivo el levantamiento de pesas o Pilates, pero el término se usa generalmente para procedimientos menos usuales.
La comunidad del bodyhacking existe en una zona legal gris. Los seguidores intentan soslayar las leyes y los reguladores miran para otro lado, al menos hasta que encuentren la forma de manejar a esta creciente subcultura.
La Agencia de Investigación de Proyectos Avanzados (Darpa, según siglas inglesas) del ejército norteamericano (de donde surgieron proectos como la Internet, el GPS y los autos autónomos) está interesada en el bodyhacking, “Si algo está en el borde de lo imposible, nosotros comenzamos a explorar esa área”, dijo Justin Sánchez, director de la Oficina de Tecnologías Biológicas del Darpa. Por ahora, o al menos públicamente, Sánchez está interesado en técnicas restauradoras, como ayudar a mejorar la memoria o dar a los paralíticos la posibilidad de controlar equipos con ondas cerebrales.