Nuestros cuerpos necesitan mantener una temperatura relativamente estable, de alrededor de 37%. Estamos constantemente fabricando calor mientras las células realizan sus respectivas labores y queman alimentos para convertirlos en energía. De manera que para mantener una temperatura equilibrada, constantemente perdemos calor.
La mayor parte de ese calor la liberamos a través de la piel, que arroja calor al aire que nos rodea. La transpiración ayuda a acelerar ese proceso, explica Zachary Schlader, investigador en fisiología de la Universidad de Bloomington, de Indiana.
Pero esta pérdida de calor, y por lo tanto toda esta cuestión del equilibrio, puede descarrilar cuando estamos expuestos a calor extremo. Si el cuerpo no puede enfriarse a la velocidad necesaria, puede sobrevenir toda una cascada de problemas. desde estresar el corazón hasta generar caos en los riñones y el hígado.
¿Cuándo es demasiado el calor?
Como ocurre con todo lo relacionado con los seres humanos, los cuerpos y la salud, el problema no es tan simple como para reducirlo a un número. “Todo es muy complicado, dice Schlander.”
Hay muchos factores que pueden alterar el equilibrio de la temperatura interna de nuestro organismo. Edad, estado de salud, medicación y grado de aclimatación al calor ayudan a determinar cuánto calor puede perder el cuerpo humano.
Las personas con mucha o muy poca edad, tienen más problemas para regular la temperatura corporal. Y su nivel de actividad determinará cuánto del calor que genera el cuerpo necesita liberarse.
En general, los investigadores colocan los límites teóricos del cuerpo humano en 35º C en una escala llamada temperatura de bulbo húmedo, una métrica extraña. Básicamente, es un esfuerzo por incorporar calor y humedad en un solo número. Es una medida de lo que un termómetro leería con un paño húmero envuelto a su alrededor. Pero si el aire ya está saturado de humedad habrá menos evaporación, y por lo tanto, menos enfriamiento.
El concepto de aclimatación
El cuerpo se puede aclimatar al calor. Si uno está expuesto frecuentemente al calor, el cuerpo sufrirá algunos cambios, dice Schlader. Comienza a fabricar más plasma y aumenta el volumen total de sangre. Eso significa que el corazón no tendrá que trabajar tanto para hacer circular la sangre (una de las principales maneras de perder calor es cuando la sangre lo lleva hasta nuestra piel). También cambia el proceso de transpirar: uno transpira más y más rápido. Todo el proceso se parece al que hacemos para adaptarnos a mayores altitudes.
Sin embargo, esta capacidad de adaptación no es una bala de plata que nos ayuda a protegernos del cambio climático. Hay un límite para lo que estos efectos físicos pueden lograr. Luego de algunas semanas el cuerpo podría llegar a soportar un par de grados de calor adicional. Pero eso no alcanza para mantener a la gente a salvo de condiciones extremas, especialmente si una persona, por ejemplo, trabaja al aire libre. Hay una determinada cantidad de calor que se puede soportar. Esa cantidad puede variar según la persona y el lugar, pero los límites siempre existen.