Por Gabriel Caamaño Gómez y Evelin Dorsch (*)

Por Gabriel Caamaño Gómez y Evelin Dorsch (*)
La implementación del cepo cambiario y el andamiaje regulatorio que fue haciendo cada vez más restrictivo el acceso al billete legal, los controles “informales” sobre las importaciones y la implementación de un esquema burocrático de declaraciones juradas anticipadas de importación que terminó generando un esquema dependiente del funcionario de turno que afectó la cadena de abastecimiento de la economía, fue el comienzo.
Luego, la restricción a la adquisición de divisas para argentinos que viajan y consumen en el exterior, la aplicación de un recargo (computable como adelanto del pago del impuesto a las ganancias) primero de 20% y después de 35% para los consumos en el exterior realizados con tarjeta de crédito, el aumento de la alícuota impuesto interno para vehículos automotores, motos y embarcaciones, por mencionar los más significativos, fueron todas medidas que apuntaron a racionar las divisas.
Evidentemente el diagnóstico y el conjunto de medidas elegidas que fueron implementadas, quedaron cortos porque aún a pesar del entramado referido, las importaciones crecieron a un ritmo que duplicó el de las exportaciones, el deterioro de la balanza comercial se aceleró significativamente hacia fin de año y las reservas cayeron más de 30% aún a pesar de que el billete oficial aumentó 32% su cotización, manteniendo una brecha en torno a 60% con el dólar informal.
La obsesión por la medicación de los síntomas, en claro desmedro por la identificación y tratamiento de la causas, no se terminó con los cambios de gabinete sobre el final del año. Por el contrario, se mantiene en plena vigencia, condenando irremediablemente a la economía local a correr detrás de los acontecimientos. Pues, básicamente, enfoca la política económica local en el corto, por no decir cortísimo plazo. Peor aún. El objetivo de las últimas medidas implementadas ya no evidencia el tratamiento de los síntomas, sino de los efectos negativos o contraindicaciones de las medidas implementadas con anterioridad.
Profundizando: la causa mediata detrás de ambos fenómenos es el franco, profundo y creciente desequilibrio de la balanza de pagos local en el que derivó, vía inflación, consecuente atraso cambiario y gestión inadecuada de políticas de precios sectoriales, el sostenido sesgo expansivo de la política fiscal y monetaria local. Es decir, un “fallido” Big Push.
(*) Gabriel Caamaño Gómez y Evelin Dorsch son socios de Consultora Ledesma.
Cuenta corriente
Sigue deteriorándose la balanza comercial
El resultado de la comparación entre importaciones y exportaciones estuvo en el ojo de la tormenta todo el año. Si bien al momento del cierre de esta edición aún no se habían publicado los datos correspondientes al saldo del último mes del año, lo cierto es que el superávit, rondaría los US$ 9.500 millones, es decir, alrededor de 25% menos que el año pasado.
Producto del escaso dinamismo de las exportaciones y la aceleración de las importaciones, especialmente en el rubro combustibles.
Claramente, este resultado estuvo muy lejos de los US$ 13.000 millones que previó el equipo económico a la hora de presupuestar. Lo que explica por qué: A) Aún a pesar del sostenimiento del cepo cambiario y la expectativa de menores necesidades de divisas del Tesoro (porque no se pagó cupón PIB en 2013), el BCRA perdió más de US$ 13 mil millones de reservas durante el año. B) La administración nacional se vio forzada a impulsar el plan de blanqueo de divisas que ya en su tercer período no ha logrado alcanzar ni a 10% de lo que esperaba el gobierno, ni siquiera presionando a los sectores exportadores para que participen del proceso. C) Al cierre del año, cuando el mercado cambiario se recalentó por el aumento de las expectativas devaluatorias, la aceleración de la inflación y las cuestiones estacionales, la nueva cúpula del BCRA ofreció a las cerealeras un título a 6 meses que rinde 3,65% más la evolución del billete oficial para que liquiden divisas en el mercado oficial. El gobierno esperaba unos US$ 400 millones semanales entre diciembre y enero que le permitieran “cuentear” el pico de demanda de billetes hasta que llegara la liquidación de la cosecha, pero como todos los parches que se implementaron sin reconocer la crisis por balanza de pagos que enfrenta la Argentina, tampoco funcionó para descomprimir.
El magro crecimiento de las exportaciones, que estuvo en torno a 5% durante el año pasado, respondió a un leve incremento de las cantidades exportadas, ya que los precios se mantuvieron relativamente estables en el período.
En la distinción por rubros surge que la tendencia contractiva de los precios internacionales de las manufacturas de origen agropecuario e industrial, fue compensada por el aumento de las cantidades exportadas.
El caso de los productos primarios, la fuerte contracción experimentada por los valores exportados se produjo en el contexto de una acotada alza interanual de las ventas al exterior de semillas y frutos oleaginosos. Fue resultado del mal desempeño de buena parte de las exportaciones de productos relacionados con las economías regionales.
Menor exportación de cereales
En tanto, también aportó lo suyo al desempeño negativo del grupo primario, la caída de la exportación de cereales, dada la baja disponibilidad de trigo y derivados que dejó la mala cosecha 2013, y el mal desempeño de las ventas al exterior de metales.
Por último, la caída de las cantidades exportadas de combustibles, terminaron impactando negativamente en el valor de las ventas al exterior del rubro en torno a 20%.
Mientras tanto, las importaciones duplicaron el dinamismo de las exportaciones durante 2013 como consecuencia, principalmente del aumento de las cantidades importadas, aunque los precios también mostraron una tendencia alcista.
Esta evolución se registró aún a pesar de las restricciones impuestas a la compras en el exterior a través del sistema de DJAI implementado por la Secretaría de Comercio, durante el mandato de Guillermo Moreno, junto con la Secretaría de Industria. Mecanismo que implicó el establecimiento de trabas burocráticas y discrecionales sobre la operatoria habitual de importación que interrumpieron el flujo de abastecimiento de la economía e interpusieron conflictos con los principales socios comerciales de nuestro país. Además, sin cumplir con el objetivo de compensación de las importaciones, supuestamente buscado.
El rubro que más aportó al aumento de las importaciones fue la compra de combustibles, que registró un aumento del valor de las importaciones en torno a 25% llegando a concentrar 16% de las importaciones, seguido por la adquisición de vehículos automotores que llegó a concentrar 10% de las importaciones.
En particular, pasamos de registrar un rojo sectorial de alrededor de US$ 3.000 millones durante 2012, a un déficit de unos US$ 6,5 mil millones durante 2013. Ergo, el rojo energético se duplicó en relación al año anterior, dejando en evidencia la principal razón del racionamiento cambiario y uno de los ejemplos más elocuentes de la mala praxis local en materia de política económica, en general, y regulatoria, en particular.
El aumento de los valores importados de bienes de capital respondió al dinamismo de los precios porque las cantidades cayeron levemente, mientras que en el caso de los bienes intermedios la contracción respondió, principalmente al comportamiento de las cantidades importadas aunque los precios también fueron más bajos que el año anterior.
En relación a esto último cabe destacar que el mal desempeño de las cantidades importadas de bienes intermedios y bienes de capital es un mal presagio respecto del comportamiento de la industria y la inversión productiva, respectivamente, durante el mismo período.
En cuanto a la evolución de la balanza con el principal socio de la Argentina, Brasil, cabe destacar que en 2013 el déficit se duplicó en relación con el año anterior como consecuencia de la inexistencia de saldo exportable de trigo y el aumento de las compras de vehículos.
Una década con saldo negativo
Más allá de los agravantes que se presentaron en 2013, el saldo negativo acumula una década. El desempeño referido se observó aún cuando el saldo comercial de Brasil se deterioró casi 90% en relación al año anterior. Es decir, a pesar de la significativa mejora de los últimos meses, la paridad real con Brasil continúa en zona crítica como consecuencia del diferencial de inflación entre ambas economías, explicando buena parte del mal desempeño de las exportaciones industriales a ese destino.
El nivel del tipo de cambio real respecto del dólar, de referencia para los commodities y sus derivados industriales y la mayor parte de las economías regionales (más de la mitad de las exportaciones industriales) continúa en niveles históricamente críticos desde el punto de vista de los márgenes de rentabilidad y/o nivel de competitividad precio, según corresponda, de esos sectores productivos. Razón de peso a la hora de explicar el mal desempeño de las economías regionales con tanta relevancia en la determinación del nivel de actividad del interior.
En el caso de la cadena agroindustrial, que tiene tanta relevancia para determinar el nivel de oferta de divisas en el mercado de cambios, los históricamente altos precios internacionales aún alcanzan para compensar ese nivel considerable de atraso cambiario e, incluso, los elevados derechos de exportación. Sin embargo, la situación ya no es tan holgada como antaño. Por eso mismo, especial atención merecen los precios esperados para los principales granos de exportación de cara a la cosecha 2014.
Por Consultora Ledesma
Cuenta capital
No alcanzó con las restricciones
La escasez de divisas y la fuerte presión sobre el segmento informal del mercado de cambios ante las restricciones para dolarizarse en el segmento legal, fueron el rasgo distintivo de la economía argentina durante todo 2013, y todo parece indicar que la situación será similar e incluso más tensa este año.
Como consecuencia, aún a pesar de las restricciones cambiarias vigentes, al cierre de 2013 las reservas internacionales cerraron en torno a US$ 30.000 millones lo que implica una caída de US$ 13.000 millones (-30%) en el año y US$ 16.000 millones (-35%) si consideramos la evolución desde la implementación del cepo. En tanto, las reservas internacionales netas de pasivos en moneda extranjera apenas alcanzan los US$ 21.000 millones, retrocediendo casi US$ 14.000 millones respecto del año anterior.
De esta manera, en la actualidad los activos externos netos del BCRA cubren menos de 50% de la circulación monetaria (M0), principal pasivo en moneda local. En tanto, el nivel de cobertura respecto del M2, el agregado monetario transaccional, es de solo 20%. Doce meses atrás estos guarismos eran de 72% y 53%, respectivamente. En otras palabras, al tipo de cambio oficial, solo uno de cada cinco pesos “en giro”, ya sean papel o bancarios, tiene asegurado respaldo en divisas. Hace doce meses, la garantía de respaldo alcanzaba a uno de cada dos.
¿Cómo llegamos hasta acá? No se trata de un súbito e injustificado cambio en la expectativa de buena parte de los agentes económicos, que de un día para el otro se convencieron de la inviabilidad del “modelo” y comenzaron a tomar decisiones en consecuencia. Se trata de un deterioro sostenido que ha dado claros signos de inconsistencia disparando las acciones de cobertura que no hacen más que acelerar la corrección.
Dada la magnitud que ha alcanzado el deterioro de las condiciones económicas locales y la relevancia que ha tenido en el proceso la salida de capitales es importante comenzar por un diagnóstico preciso de la situación: como ya venimos sosteniendo hace casi siete años.
El problema macroeconómico local, sintetizado en la alta inflación, el consecuente proceso de apreciación cambiario real y, su corolario necesario, el persistente y creciente desequilibrio de la balanza de pagos, son resultado de una gestión expansiva de la política monetaria y fiscal excesivamente prolongada y pronunciada.
Lo importante es que el creciente y sostenido proceso de deterioro fiscal induce un mayor ritmo de crecimiento de la demanda interna, frente a la oferta local. Lo que necesariamente se traduce en presiones inflacionarias y cambiarias que no pueden reprimirse eternamente. A las pruebas nos remitimos.
Por Consultora Ledesma
Falta una definición política
Mercosur, resultados deseados o posibles
La pregunta obligada que solemos hacer es: ¿Sirvió el Mercosur)? La respuesta varía según la perspectiva de cada país. Los indicadores referidos a los flujos comerciales de mercancías muestran resultado favorables para los dos grandes, y originales socios, Brasil y Argentina, y poco favorables para los llamados socios menores, Uruguay y Paraguay.
Por Diego Corallini (*)
Las diferencias son tan significativas que se comprende el disgusto histórico de las administraciones de las dos economías menores y las afirmaciones referidas a que el acuerdo regional “no sirve”…, “está quebrado”. Disgusto consecuente con el nivel de éxito esperado versus el logrado.
En el análisis es necesario considerar el contexto internacional en el cual se dio el antiguo acuerdo de integración comercial de 1985 entre la Argentina y Brasil con la “Perestroika” en marcha, como paso previo al significativo cambio del orden internacional de fines de 1989. Con posterioridad a tan relevantes cambios en 1991 se extiende, con demasiado optimismo, la asociación comercial a un tratado de libre comercio con pretensiones de convertirse en algún momento en un mercado común. Incluyendo a Uruguay y Paraguay en el nuevo acuerdo.
Los datos verificados nos indican un progreso significativo de los flujos de mercancías. El Mercosur multiplicó 4,8 veces sus exportaciones y el mundo 2,9. También incrementó su participación de 1,4 a 2,3 entre 1995 y 2012.
No obstante, aún entre los dos socios principales, únicos del grupo que integran el conjunto de 50 economías más importantes en términos de comercio de mercancías, solo Brasil progreso del lugar 28 al 22 como exportador, en tanto que argentina descendió del 42 al puesto 46 en los últimos 13 años.
La participación de mercancías industriales intra zona perdió importancia relativa entre 2012 y 2011 con la única excepción de la Argentina, que incrementó el componente industrial de sus exportaciones a sus socios. La composición de las exportaciones de tres de los socios originales se primarizaron. En mayor medida este fenómeno afectó a Brasil más que a la Argentina en los últimos 7 años cuando ese proceso se aceleró. En 2012 Brasil ocupó el tercer lugar en el ranking de exportadores de productos alimenticios, solo superado por la Unión Europea y EE.UU. la Argentina estaba en el séptimo. En los últimos 10 años Brasil registró saldo positivo en su balance de comercio de mercancías, la Argentina en 12 años. Uruguay invierte ese resultado por los últimos 12 años y Paraguay por más de 20 años.
La relación comercial parecería ser poco favorable para las economías más pequeñas. El saldo intrazona es positivo para la Argentina y Brasil y negativo para Paraguay y Uruguay. No obstante la canasta de bienes exportable intrazona, tanto de Paraguay como de Uruguay, muestra una importancia estratégica para ambas naciones. 53% de las exportaciones industriales uruguayas al Mercosur son manufacturas y esto representa 50% de las exportaciones fabriles de Uruguay. Similar situación se verifica con las exportaciones de Paraguay aunque con menor importancia de los productos industriales frente a energía.
Este déficit comercial de las economías menores del orden de los US$ 8.000 millones representa 36% del superávit comercial de las economías mayores. Dados los estrechos resultados comerciales de Brasil y la Argentina, la alternativa de asociaciones de cadenas de producción complementarias exportadoras se muestra como una opción probable para superar los desequilibrios regionales.
Que pueden remontarse si se desarrolla una estrategia asociativa de exportaciones extra zona. En definitiva estamos en un punto de la discusión similar al que teníamos a comienzos de la década de los años 80 con la antigua ALALC. La discusión es política. La manera de solucionar los desequilibrios debe tener un planteo estratégico con fuerte definición política antes que económica. Las desigualdades económicas son de tal magnitud que una solución de mercado sin prioridad política acordada no es posible.
(*) El licenciado Diego Corallini es titular del Estudio Corallini.


