domingo, 24 de noviembre de 2024

Ucrania: la batalla cultural que puede cambiar al mundo

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Los hechos ocurridos desde el 24 de febrero nos dejan no sólo la paradoja de vivir una guerra bajo el formato de aquellas del siglo XX en tiempos de globalización total y auge de las redes sociales, sino también otro interrogante.

Por Ezequiel Kieczkier

Sobre qué ocurrirá con la cultura organizacional europea y cuál habrá de ser su efecto en el resto del mundo. Para el 78% de la población europea no se trata de una guerra territorial más: se trata del primer conflicto bélico que les toca vivir en su vida dentro de ese espacio que desde de 1945 trabajó para ser un espacio de multiculturalidad inclusiva, colaborativa y enfocada en lograr el progreso de sus colectividades en equilibrio con el resto de sus vecinos.

Y dado que la cultura se moldea por medio de las experiencias, las creencias, los comportamientos y los resultados que ellos traen, queda claro que la multiculturalidad que representa el paradigma europeo contemporáneo actual no será igual después de la guerra y posiblemente el futuro de la cultura europea, tal como la conocimos hasta hoy, esté en juego.

Cualquiera sea el resultado final del conflicto bélico, otro punto cierto es que en esta oportunidad intervienen como nunca algunos rasgos de transversales a la globalidad que inciden en la dinámica de la guerra y contraponen a dos culturas y dos épocas distintas. Mientras Rusia se cierra y busca contener la fuerza que tienen los usuarios en las redes sociales dentro y fuera de su país, vemos en las declaraciones de Volodomir Zelenski, Presidente de Ucrania, una interpelación no solo al pueblo ruso, y al ucraniano sino que cada vez se dirige más a los presidentes de Occidente pero fundamentalmente le habla a la población global, buscando que se viralicen sus comentarios en las distintas plataformas: “nos dejan solos y mañana la guerra llegará a sus países” señalaba en los primeros días del conflicto armado.

Las consecuencias de la guerra

¿Qué esperar entonces de todo esto? Más allá de las consecuencias políticas, económicas y territoriales, desde la perspectiva cultural es posible pensar distintas consecuencias o resultados.

Una de ellas es que el pueblo de cada nación comience a interpelar a sus líderes y dirigentes con la pregunta sobre cuál es la postura que asumieron frente al conflicto y qué han hecho para apoyar a Ucrania; dónde estaban cuando caían las bombas, qué habrán de hacer con la postura de Rusia y cuál es la línea roja que separa la pseudo neutralidad a la toma de decisiones efectivas. Algo posible, pero difícil.

Otro escenario, no excluyente al anterior y que podríamos denominar “más optimista”, implica pensar en que hallaremos un fortalecimiento del sentimiento de solidaridad europeo, luego de que miles de voluntarios se han aproximado con historias conmovedoras a las fronteras de Polonia y Rumania para ayudar a los refugiados ucranianos; al igual que ocurre con miles de combatientes voluntarios y desinteresados que entraron o que volvieron a Ucrania para hacer frente a las tropas rusas. Es un atisbo de esperanza en medio de la locura.

Pero algo ya cambió y se trata de acciones que se apoyan en nuevas formas de entender el mundo, algo que traen las nuevas culturas globales impulsadas por las nuevas generaciones: la presión global de los consumidores sobre las marcas llevaron a las empresas a retirar sus operaciones de Rusia; la globalización del conflicto llevó a que los usuarios de las plataformas de renta de departamentos apoyaran a los refugiados ofreciendo sus propiedades fuera de Ucrania, pero a la vez que los ucranianos recibieran ayuda económica por medio del alquiler de sus propiedades vacías en medio de las ciudades tomadas y que se encuentran en el espacio de combate.

Batalla cultural

Esto es parte de una batalla cultural que se está dando, que subyace y opera sobre el conflicto territorial y que tiene por protagonista a la sociedad toda. Y lo que está en juego es la solidaridad global como concepto primario. Y si bien la solidaridad global no alcanzó su mejor forma durante la pandemia, la humanidad tiene por delante la oportunidad de hacer algo distinto hoy con esta guerra.

Por la naturaleza de los hechos, parece que apelar a los políticos y pseudo estadistas, que miran encuestas de corto plazo y piensan en las próximas elecciones, sería aplicar los mismos métodos del pasado esperando resultados distintos. Tengamos en cuenta que el complejo balance de intereses de la política puede interferir con uno de los valores primarios con el que debería contar la aldea global en los próximos 100 años.

Pero al igual que ocurrió con los fenómenos sociales como el #MeToo y la primavera árabe, los únicos que podrán lograr un verdadero cambio son los ciudadanos de a pie, los “global citizens“, empoderados por un sentido mayor al de sus intereses personales: hoy ocurre en Ucrania lo que podría afectarnos a cualquiera de nosotros o a nuestros hijos y nietos.
(*) Socio Fundador de OLIVIA.

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