A su vez, el aumento del gasto público impidió alcanzar las metas fiscales.
Por Daniel Artana (*)
Parece que todo se encamina hacia subir uno o dos escalones más en materia inflacionaria.
Los datos oficiales de actividad económica muestran que, en febrero, el PIB se habría ubicado 7% por encima del nivel de diciembre de 2019, la industria 11% arriba y la construcción 32%. Nuestras estimaciones de actividad industrial sugieren que la expansión continuó en el mes de marzo.
Sin embargo, una parte importante de la recuperación se explica por la fortuna: en 2021, la suba de precios de exportación resultó casi el doble que la de los precios de importación. Esto permitió que los términos del intercambio alcanzaran un nivel de 144, para una base 100 en 2004, equivalente al máximo observado en 2012. Durante el primer trimestre de 2022, la fortuna continuó y el índice alcanzó un nivel de 154, récord desde 1986 a la fecha.
La fortuna explica alrededor de la mitad de la recuperación de 2021; aumenta la producción a pesar de la política oficial, y no por mérito de ésta, que pone trabas con controles de todo tipo y por la elevada tasa de inflación. Con precios récord para nuestras exportaciones, durante el primer trimestre del año el complejo agro-ganadero aportó casi US$ 8000 millones de liquidación de divisas al BCRA.
A pesar de ello, la autoridad monetaria vendió divisas en el mercado local. Tampoco durante abril habría podido hacer compras importantes, lo cual pone en duda la meta de acumulación de reservas netas incluida en el Acuerdo de Facilidades Extendidas firmado hace pocas semanas. Por su parte, el gobierno anunció que cumplió con todas las metas acordadas con el FMI para el primer trimestre del año.
Sin embargo, tuvo que recurrir a contabilidad creativa para poder llegar a la meta fiscal. La emisión de deuda en el mercado local por encima del valor nominal de cada título es contabilizada como ingreso fiscal “arriba de la línea”. En verdad, eso es mayor colocación de deuda. Lo que hace la contabilidad creativa es reducir artificialmente el déficit primario hoy y aumentar los pagos de intereses que se registrarán en el futuro.
En los hechos, hubo un déficit fiscal 40% superior a la meta acordada con el FMI pero que, al menos, se financió con deuda (y no con emisión).
El aumento en el desequilibrio fiscal se explica por la expansión notable del gasto público (11% real interanual en el trimestre, 19% en marzo).
Si bien los mayores subsidios al sector privado explican buena parte del aumento, todos los grandes rubros de gasto muestran incrementos.
Debe recordarse que el acuerdo con el FMI preveía reducciones en las transferencias corrientes a provincias (aumentaron 10% real en el primer trimestre) y en las transferencias a empresas públicas, que también aumentaron. A eso se suma el impacto de los pagos de emergencia para trabajadores de bajos ingresos y para los jubilados con ingresos de hasta dos veces el haber mínimo.
Esta medida agregaría $200.000 millones al gasto del segundo trimestre. Curiosamente, el gobierno argumentó que lo financiará con los incrementos en los ingresos que genera la mayor inflación, pero olvidó mencionar que el acuerdo con el FMI preveía otros destinos para un eventual “sobrante” de ingresos (reducir el déficit, por ejemplo). También es curioso que en un contexto donde la demanda agregada parece presionar a la capacidad de reacción de la oferta, se pretenda “moderar” la inflación agregando más demanda.
La inflación de este año superará con creces a las proyecciones del gobierno por varias razones. A finales de abril, el tipo de cambio real estará 4% más apreciado que lo previsto en el acuerdo con el FMI. Eso augura una mayor depreciación mensual del peso. En el mismo sentido presiona la escasa compra de reservas mencionada anteriormente. Además, las paritarias se están moviendo a un mayor ritmo nominal y se acortan los plazos de negociación, y las anclas fiscal y monetaria están en duda por la incapacidad del gobierno de cumplir lo que firmó hace sólo unas semanas atrás.
En el medio vuelven los fuegos de artificio para calmar la interna oficial, como los ya comentados mini-IFE y pagos a jubilados y la propuesta de un impuesto a la renta inesperada (que, en el mejor de los casos, se cobraría en 2023).
En definitiva, parece que todo se encamina hacia subir uno o dos escalones más en materia inflacionaria. Este año cerraría en 70% si no se desborda mucho la meta de expansión monetaria por encima de los $700.000 millones acordados con el FMI. En resumen, con precios de exportación excepcionales, el altísimo riesgo país, las escasas reservas del BCRA, la elevada brecha cambiaria y la alta inflación reflejan con claridad la mala praxis en la política oficial.
(*) Economista de FIEL.