La metodología busca establecer si los hogares cuentan con dinero suficiente para cubrir una canasta de alimentos capaz de satisfacer un umbral mínimo de necesidades energéticas y proteicas.
Los hogares que no superan esa línea son considerados indigentes. Asimismo, la línea de pobreza extiende el umbral para incluir no sólo los consumos alimenticios mínimos sino también otros consumos básicos. La suma de ambos conforma la línea de pobreza, explica el último informe de la consultora IDESA.
La valorización de esta canasta depende de los integrantes del hogar, pero también de sus características etarias y de su composición de género. Un hombre adulto necesita consumir más calorías que una mujer y ésta más que un niño. Cada hogar necesita cubrir una canasta distinta y por lo tanto, enfrenta una línea de pobreza propia.
Para calcular el porcentaje de personas pobres el INDEC contrasta la línea de cada hogar con su respectivo nivel de ingresos y, si estos superan el referido umbral, el hogar no se considera pobre. Si, por el contrario, los ingresos son inferiores a la línea de pobreza de ese hogar, todos sus integrantes sí lo serán.
Los actuales niveles pueden no ser el techo
Sabemos que durante el primer semestre del año el 41% de las personas eran pobres, pero en términos de su capacidad de consumo es relevante saber si su ingreso está cerca de la línea de pobreza o lejos. Para analizar cuál es la distancia entre ambas variables calculamos la distribución de personas de acuerdo al diferencial entre ingresos y línea de pobreza del hogar en el que habitan.
De esta manera, sabemos que el 2.4% de las personas viven en hogares que apenas tienen un ingreso 5% superior a su línea de pobreza. Observamos que un aumento de los precios de 10% aumentaría la pobreza en 6%. Por el contrario, un incremento de los ingresos 10 puntos superior al de los precios reduciría la pobreza en 6%.
Los riesgos no son simétricos y, dada la cantidad de precios que mantienen hoy un valor artificial producto de imposiciones del gobierno (productos de consumo masivo, bienes transables que siguen la evolución de un tipo de cambio apreciado, servicios privados cuyo precio está controlado por el gobierno, servicios públicos congelados, etc.), es probable que el diferencial entre ingresos y precios sea negativo una vez que estos controles se levanten.
Entender la situación de los hogares argentinos respecto a su cercanía con la línea de pobreza es importante porque habla de su capacidad de consumo, pero nada dice respecto a sus pautas y deseos. Un hogar puede no ser pobre y tener ingresos para consumir bienes no esenciales, pero en qué los gastará depende de su nivel socioeconómico (NSE).
Clase media empobrecida
La mirada que hace foco sobre la línea de pobreza y la que se concentra en los niveles socioeconómicos son complementarias. La primera habla de las capacidades materiales de un hogar, la otra de sus pautas de consumo y su capital humano. En el uso de ambos enfoques al mismo tiempo es que encontramos análisis que nos pueden ayudar en el proceso de toma de decisiones.
El NSE es un proxy del tipo de consumidor y una variable a seguir por parte de las empresas. Un hogar ABC1 es típicamente un hogar con un alto nivel educativo, cuyo principal sostén es un empleado en relación de dependencia en un puesto jerárquico que vive solo o en un hogar en el que hay un segundo individuo con ingresos y, en algunos casos, un menor.
En el otro extremo del espectro aparecen los hogares D2E, cuyas características son diametralmente opuestas. Hogares con un solo aportante de ingresos, cuyo principal sostén tiene un bajo nivel educativo y su fuente de ingresos es informal e intermitente. Típicamente los hogares C2, C3 y D1 son considerados clase media alta, típica e inferior respectivamente.
Lo normal es que un hogar D2E sea pobre y uno ABC1 no lo sea, pero en la clase media es donde encontramos un mix interesante. Durante el cuarto trimestre de 2017, previo a la crisis del gobierno anterior, solo el 14% de los hogares de clase media era pobre.
Ese número más que se duplicó con las crisis de 2018, la de 2019 y la cuarentena de 2020 y, para el primer trimestre, de 2021 (últimos datos disponibles), el 33% de hogares de clase media fueron pobres.
Conclusión
Hay una nueva tensión entre lo que una buena parte de la clase media quiere y está acostumbrada (enfoque NSE) y lo que puede (enfoque línea de pobreza). Los cambios en precios relativos (ingresos versus línea de pobreza) determinarán la dirección que tome la pobreza de las distintas clases sociales, pero el riesgo de que el 40% de pobreza de la población general, y el 33% de clase media, no sea el techo es alto.
Una situación delicada como la expuesta solo es reversible en la medida que se adopten las políticas económicas, sociales, demográficas y sanitarias de largo plazo necesarias para una reducción sostenida – y sostenible – de la pobreza.