El mundo podría tener que extraer de la atmósfera miles de millones de toneladas de dióxido de carbono por año para mediados de siglo para evitar llegar a niveles peligrosos de calentamiento. Mientras tanto, son cada vez más las empresas que exploran el mercado en busca de créditos de carbono que les permitan compensar sus emisiones y lograr algún progreso hacia la meta de la neutralidad de carbono.
Todo eso ha dado lugar a un creciente número de compañías, inversores y grupos de investigación a explorar los métodos de remoción de carbono. El kelp (un alga marina de color pardo) se convirtió así en un área especialmente activa de investigación e inversión porque ya hay una industria que lo cultiva en gran escala pues el potencial de remoción de carbono que ofrece es importante. Los bosques de kelp son áreas subacuáticas con una alta densidad de algas pardas gigantes del género Macrocystis que pueden crecer hasta 30 e incluso 60 centímetros verticalmente al día. Esos bosques desprenden continuamente sus briznas y sus hojas, que luego can al fondo del ocáno atrapando carbono durante miles de años. S estima que las algas marinas pueden de este modo secuestrar naturalmente casi 175 millones de toneladas de carbono por año en todo el mundo
Pero los científicos batallan todavía con preguntas fundamentales sobre este método. ¿Cuánto kelp se puede cultivar? ¿Qué habrá que hacer para asegurar que gran parte de las algas caigan al fondo de los océanos? ¿Cuánta cantidad de carbono quedará allí el suficiente tiempo como para ayudar realmente al clima? Todo eso que todavía se desconoce, sin embargo, no impidió que avancen algunos emprendimientos. Eso preocupa porque si la práctica no secuestra todo el carbón que se dice que secuestrará, podría demorar el progreso sobre el problema del cambio climático.