Al revés de lo ocurrido en Estados Unidos donde la nueva política a partir de comienzo de año es transparente. Después de años de inyectar hasta US$ 85 mil millones mensuales para rescatar a todo el sector privado y a los consumidores de “la Gran Depresión” de 2008, la Reserva Federal bajó en US$ 10.000 millones mensuales el aporte monetario. El evidente repunte de la economía implica que ha llegado el momento de aliviar la situación del Estado, que es ahora el gran endeudado.
Las consecuencias son nítidas: habrá un repunte en la cotización global del dólar y subirán por primera vez en años las tasas de interés. Se supone que la nueva conducción de la Reserva Federal insistirá en la nueva estrategia, con lo que continuarán los recortes mensuales hasta que, probablemente a fin de año, la inyección mensual sea igual a cero.
En cuanto a China, si bien había dudas sobre la fortaleza financiera del país, nadie supone que la caída en el nivel de crecimiento sea importante. Por el contrario la nueva actitud de aumentar los recursos disponibles en plaza ha contribuido a calmar la plaza local y la escena internacional.
Aunque podría haberse hecho el mes pasado, cuando el Banco Central retaceó fondos a pesar de que siempre hacia fin de año el sistema bancario demuestra hambre de efectivo. La hipótesis oficial era que las excesivas reservas totales del sistema financiero estaban en Rmb 1,5 billones, un nivel muy alto comparado con antecedentes históricos.
Por su parte, el desarrollo del “QE3 tapering” se inició a fines de mayo del año pasado, cuando Bernanke declaró la necesidad de que la FED eventualmente moderase (hasta eliminar) la compra de activos, para darle fin al ciclo de mega liquidez impuesto por la principal economía mundial.
Pasados ya siete meses de aquella oportunidad, el mercado tuvo tiempo más que suficiente para descontar la materialización del anuncio realizado esta semana, por lo cual los principales “movimientos” en el mercado financiero se produjeron con las advertencias iniciales y no con el anuncio concreto de hace unos días. De hecho, la lectura pesimista derivada a partir de la concreción del inicio de un ciclo de menor liquidez, al menos por ahora, parece estar más que compensada por el mensaje de gradualismo que la FED pregona para el retiro de los estímulos monetarios, hecho que le quita impacto (en términos de volatilidad) al mercado de bonos y acciones en particular, y al financiero en general.
La novela del QE3 tapering se inició a fines de mayo de este año, cuando Bernanke declaró la necesidad de que la FED eventualmente moderase (hasta eliminar) la compra de activos, para darle fin al ciclo de mega liquidez impuesto por la principal economía mundial.
Pasados ya siete meses de aquella oportunidad, el mercado tuvo tiempo más que suficiente para descontar la materialización del anuncio realizado ahora, por lo cual los principales “movimientos” en el mercado financiero se produjeron con las advertencias iniciales y no con el anuncio concreto de hace unos días. De hecho, la lectura pesimista derivada a partir de la concreción del inicio de un ciclo de menor liquidez, al menos por ahora, parece estar más que compensada por el mensaje de gradualismo que la FED pregona para el retiro de los estímulos monetarios, hecho que le quita impacto (en términos de volatilidad) al mercado de bonos y acciones en particular, y al financiero en general.
Podría suponerse que el entusiasta apoyo de los mercados a estas recientes medidas demuestra la victoria clara de la estrategia del quantitative easing, pero tal vez sea temprano para celebraciones. Habrá que esperar la respuesta en el largo plazo sin que exista dependencia de la periódica inyección de fondos. La humildad y discreción de todos los bancos centrales cuando se avanza en este tipo de análisis, es por demás sugestiva.