La idea no es nueva. Fue sugerida por primera vez en Rjukan hace100 años por un obrero de la planta hidroeléctrica cercana. Martin Andersen hizo los planos y consiguió financiamiento de unos 5 millones de coronas para el proyecto. El ingeniero industrial Sam Eyde, preocupado porque sus obreros no recibían luz solar suficiente durante el invierno, estudió la idea del espejo pero pensó que no tenían la tecnología para hacerla funcionar, de manera que optó por construir en cambio un cable carril.
En 2006, un proyecto parecido se llevó a cabo en la villa de Viganella en el norte de Italia que tenía el mismo problema. Una delegación del pueblo noruego visitó Viganella y comprobó que el espejo había transformado positivamente la vida de los habitantes.
Luego de cinco años de debates, el concejo de Rjukan town council finalmente aceptó construir los espejos. Son tres en total y están controlados por una computadora para seguir la trayectoria del sol y ajustar el mejor ángulo para que la plaza del pueblo sea bañada por la luz solar. Un conjunto de paneles solares proveen la energía que necesita un equipo para lavar los espejos automáticamente y colocarlos en posición. La idea de los diseñadores es que la luz solar de nueva vida al pueblo durante los meses de invierno. La plaza se convertirá, dicen, en un lugar de encuentro que de otra forma permasnece en la sombra.