En realidad, la dama estaba aburrida de “porno chats”, un pobre remedo solipsista del sexo. Entonces, decidió que las apuestas podrían ser mejor base de negocios. Así nació PartyGaming, original mezcla de juego y sexo grupal por la Web. A su tiempo, la señorita Parasol (un nom de guerre playero, que ya había registrado) puso el sitio en la bolsa de Londres, donde su capitalización de mercado orilla el equivalente de US$9.500 millones.
En esta oportunidad, no corre el dicho romano pecunia non olet (el dinero no huele), porque el perfume a pecado rinde jugosas ganancias al sitio y a los inversores que compran sus acciones. La fórmula !sexo+azar” sigue siendo tan imbatible a principios del siglo XXI como a mediados del XVI. Por esos días, el concilio de Trento ordenaba a la Inquisición perseguir –con sus eficaces recursos- a “jugadores empedernidos y adictos a la lujuria”.
En esta volátil posmodernidad, PartyGaming y su subsidiario, partypoker.com, controlan casi la mitad del juego en línea. Surge acá otra ironía: el poker se desarrolló, durante el siglo XIX, en casinos flotantes que también funcionaban como prostíbulos de lujo, navegando el Misisisipi y el Misuri. Entonces -como ahora-, las apuestas eclipsaban al sexo como fuentes de utilidades, porque la banca nunca pierde.
Los jugadores acceden a un paño virtual que funciona las 24 horas y pueden arriesgar hasta US$70.000 diarios (el método de ingreso y pago se asemeja al de eBay) desde San Francisco hasta Sidney pasando por Singapur, Berlín, Moscú o Taipei. La firma se reserva un pequeño porcentaje de las ganancias y cobra peaje por las “camas virtuales”, donde también pueden hacerse apuestas. Eso basta y sobra para su éxito bursátil, porque el juego es una suma cero: siempre hay quien gana y quien pierde.
También la sociedad es global. Tiene sede en Gibraltar (plaza extraterritorial libre de impuestos), los servidores se hallan en Mohawk –una reserva indígena-, atiende en Londres e I&S funciona en Haiderabad, India. Pero su estilo ha sido llamado “capitalismo misterioso” por varios analistas de mercado. Para empezar, existe una sola foto de Parasol (data de 1981), nadie conoce su nombre ni su domicilio reales. ¿Por qué? Porque sigue siendo ciudadana o residente norteamericana y Estados Unidos prohíbe los juegos de azar por Internet. Por lo mismo, ParyGame no puede cotizar en Wall Street. En Silicon Valley, algunos sospechan que Ruth habla castellano en su causa.
En realidad, la dama estaba aburrida de “porno chats”, un pobre remedo solipsista del sexo. Entonces, decidió que las apuestas podrían ser mejor base de negocios. Así nació PartyGaming, original mezcla de juego y sexo grupal por la Web. A su tiempo, la señorita Parasol (un nom de guerre playero, que ya había registrado) puso el sitio en la bolsa de Londres, donde su capitalización de mercado orilla el equivalente de US$9.500 millones.
En esta oportunidad, no corre el dicho romano pecunia non olet (el dinero no huele), porque el perfume a pecado rinde jugosas ganancias al sitio y a los inversores que compran sus acciones. La fórmula !sexo+azar” sigue siendo tan imbatible a principios del siglo XXI como a mediados del XVI. Por esos días, el concilio de Trento ordenaba a la Inquisición perseguir –con sus eficaces recursos- a “jugadores empedernidos y adictos a la lujuria”.
En esta volátil posmodernidad, PartyGaming y su subsidiario, partypoker.com, controlan casi la mitad del juego en línea. Surge acá otra ironía: el poker se desarrolló, durante el siglo XIX, en casinos flotantes que también funcionaban como prostíbulos de lujo, navegando el Misisisipi y el Misuri. Entonces -como ahora-, las apuestas eclipsaban al sexo como fuentes de utilidades, porque la banca nunca pierde.
Los jugadores acceden a un paño virtual que funciona las 24 horas y pueden arriesgar hasta US$70.000 diarios (el método de ingreso y pago se asemeja al de eBay) desde San Francisco hasta Sidney pasando por Singapur, Berlín, Moscú o Taipei. La firma se reserva un pequeño porcentaje de las ganancias y cobra peaje por las “camas virtuales”, donde también pueden hacerse apuestas. Eso basta y sobra para su éxito bursátil, porque el juego es una suma cero: siempre hay quien gana y quien pierde.
También la sociedad es global. Tiene sede en Gibraltar (plaza extraterritorial libre de impuestos), los servidores se hallan en Mohawk –una reserva indígena-, atiende en Londres e I&S funciona en Haiderabad, India. Pero su estilo ha sido llamado “capitalismo misterioso” por varios analistas de mercado. Para empezar, existe una sola foto de Parasol (data de 1981), nadie conoce su nombre ni su domicilio reales. ¿Por qué? Porque sigue siendo ciudadana o residente norteamericana y Estados Unidos prohíbe los juegos de azar por Internet. Por lo mismo, ParyGame no puede cotizar en Wall Street. En Silicon Valley, algunos sospechan que Ruth habla castellano en su causa.