sábado, 28 de diciembre de 2024

Turquía: fundamentalistas rechazan al Papa y también a Darwin

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Por un lado, la visita de Benito XVI es cuestionada por fundamentalistas islámicos. Por el otro, ese mismo grupo se opone a Charles Darwin, el cuco de los fundamentalistas evangélicos.

Un “Atlas de la creación”, encuadernado a todo trapo e impreso en Estados Unidos –aunque no justamente en inglés-, está siendo enviado a docenas de escuelas turcas por manos anónimas, O no tanto. El libro proclama que las teorías evolutivas de Charles Darwin y Thomas Malthus “son fuentes del terrorismo internacional”.

Obviamente, ese lenguaje no es musulmán porque, entre otras cosas, las ortodoxias islámicas no derivan de la Biblia, sino del Corán. Su texto no plantea la creación tal como la expresa la tradición judeocristiana. Remitido por correo, el tomo –de gran formato- contiene 770 páginas muy ilustradas y con textos fáciles de leer. Su objeto es probar que Dios creó el mundo y todo cuanto contiene en los seis días descriptos por el Génesis.

A primera vista, parece obra de algún creacionista norteamericano estilo Karl Rove. Pero su compilador, Harum Yahya, es jefe de un próspero movimiento creacionista establecido en Turquía misma. El personaje tiene una influencia que sus mentores estadounidenses envidiarían. En verdad, su pensamiento –forzosamente sincrético- se ha extendido tanto que Turquía aparece justo tras EE.UU. en una lista 34 países donde el virus antidarwiniano está afincado.

“Darwin está muerto”, sostiene Kerim Balci, de Fethullah gülen, un movimiento islámico moderado. Esta gente coincide con Yahya, pero no tiene nexos con su grupo. Balci cree que el libro proviene realmente de EE.UU. Ambos sectores aprueban, naturalmente, a los funcionarios de gobierno que tratan de alejar a la educación turca de las bases laicas instauradas en 1920 –junto con el alfabeto latino- por Mustafá Kemal Ätatürk.

Aykul Kence, profesor de biología en la universidad de Angora, descubrió que el debate contra el evolucionismo se desarrolla sacándole horas de clase al octavo grado. Se les enseña a los alumnos que existe una teoría defendida por Darwin, en el siglo XIX de la era occidental y XII de la musulmana. “Pero se les da mucho más tiempo a teólogos cristianos e islámicos de la edad media sobre ese mismo asunto”. Es cómo explicar física cuántica en términos de Paracelso.

Por supuesto y como la Biblia, el Corán relata la creación en seis jornadas. Pero sin la compleja elaboración judía, donde convergen tres tradiciones de origen y época diferentes. Una de ellas, inclusive toma elementos del Enuma elish, el mito cosmogónico sumeroacadio (totalmente ajeno a Mahoma). A diferencia de Occidente, hasta no hace mucho la religión no interfería con las teorías evolucionistas. “En Turquía y otros países musulmanes, la ciencia no es tema político ni confesional. Por ende –apunta Celal Sengor, geólogo- Darwin o Malthus se conocen sólo entre expertos e intelectuales”.

El darwinismo, por cierto, recién asoma en los violentos debates entre izquierda y derecha, previos al golpe militar de 1980. ¿Por qué? Porque los comunistas relacionaban –correctamente- a Darwin y Malthus con Karl Marx. Sólo que sin aclarar que, en manos de Lenin y Stalin, el marxismo había sido enterrado hacía rato en la Unión Soviética y alrededores.

Por eso mismo, “hoy es un dislate vincular al evolucionismo con grupos terroristas, especialmente islámicos. Darwin y Marx no son dos señores barbudos que amenacen la fe musulmana”, apunta el periodista Mustafá Akyol. Pero, después de aquel golpe, el régimen conservador resultante supuso que una dosis de religiosidad ayudaría a combatir a la izquierda.

En 1985, un pasaje sobre el creacionismo como alternativa a Darwin fue añadido a los textos oficiales sobre ciencia. Más tarde, la biblia de los fundamentalistas norteamericanos, “Creacionismo científico: el diseño inteligente” se tradujo al turco. Quedaba así franqueado un camino opuesto a la seriedad científica. Ahora, el Papa encontrará en Estambul y Angora un debate que nunca hubiese esperado.

Un “Atlas de la creación”, encuadernado a todo trapo e impreso en Estados Unidos –aunque no justamente en inglés-, está siendo enviado a docenas de escuelas turcas por manos anónimas, O no tanto. El libro proclama que las teorías evolutivas de Charles Darwin y Thomas Malthus “son fuentes del terrorismo internacional”.

Obviamente, ese lenguaje no es musulmán porque, entre otras cosas, las ortodoxias islámicas no derivan de la Biblia, sino del Corán. Su texto no plantea la creación tal como la expresa la tradición judeocristiana. Remitido por correo, el tomo –de gran formato- contiene 770 páginas muy ilustradas y con textos fáciles de leer. Su objeto es probar que Dios creó el mundo y todo cuanto contiene en los seis días descriptos por el Génesis.

A primera vista, parece obra de algún creacionista norteamericano estilo Karl Rove. Pero su compilador, Harum Yahya, es jefe de un próspero movimiento creacionista establecido en Turquía misma. El personaje tiene una influencia que sus mentores estadounidenses envidiarían. En verdad, su pensamiento –forzosamente sincrético- se ha extendido tanto que Turquía aparece justo tras EE.UU. en una lista 34 países donde el virus antidarwiniano está afincado.

“Darwin está muerto”, sostiene Kerim Balci, de Fethullah gülen, un movimiento islámico moderado. Esta gente coincide con Yahya, pero no tiene nexos con su grupo. Balci cree que el libro proviene realmente de EE.UU. Ambos sectores aprueban, naturalmente, a los funcionarios de gobierno que tratan de alejar a la educación turca de las bases laicas instauradas en 1920 –junto con el alfabeto latino- por Mustafá Kemal Ätatürk.

Aykul Kence, profesor de biología en la universidad de Angora, descubrió que el debate contra el evolucionismo se desarrolla sacándole horas de clase al octavo grado. Se les enseña a los alumnos que existe una teoría defendida por Darwin, en el siglo XIX de la era occidental y XII de la musulmana. “Pero se les da mucho más tiempo a teólogos cristianos e islámicos de la edad media sobre ese mismo asunto”. Es cómo explicar física cuántica en términos de Paracelso.

Por supuesto y como la Biblia, el Corán relata la creación en seis jornadas. Pero sin la compleja elaboración judía, donde convergen tres tradiciones de origen y época diferentes. Una de ellas, inclusive toma elementos del Enuma elish, el mito cosmogónico sumeroacadio (totalmente ajeno a Mahoma). A diferencia de Occidente, hasta no hace mucho la religión no interfería con las teorías evolucionistas. “En Turquía y otros países musulmanes, la ciencia no es tema político ni confesional. Por ende –apunta Celal Sengor, geólogo- Darwin o Malthus se conocen sólo entre expertos e intelectuales”.

El darwinismo, por cierto, recién asoma en los violentos debates entre izquierda y derecha, previos al golpe militar de 1980. ¿Por qué? Porque los comunistas relacionaban –correctamente- a Darwin y Malthus con Karl Marx. Sólo que sin aclarar que, en manos de Lenin y Stalin, el marxismo había sido enterrado hacía rato en la Unión Soviética y alrededores.

Por eso mismo, “hoy es un dislate vincular al evolucionismo con grupos terroristas, especialmente islámicos. Darwin y Marx no son dos señores barbudos que amenacen la fe musulmana”, apunta el periodista Mustafá Akyol. Pero, después de aquel golpe, el régimen conservador resultante supuso que una dosis de religiosidad ayudaría a combatir a la izquierda.

En 1985, un pasaje sobre el creacionismo como alternativa a Darwin fue añadido a los textos oficiales sobre ciencia. Más tarde, la biblia de los fundamentalistas norteamericanos, “Creacionismo científico: el diseño inteligente” se tradujo al turco. Quedaba así franqueado un camino opuesto a la seriedad científica. Ahora, el Papa encontrará en Estambul y Angora un debate que nunca hubiese esperado.

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