<p>Otrora un pueblo dormido, cerca de las fronteras con México y Nuevo México, sigue el camino de Bisbee, Nogales, Yuma, El Centro, Brawley o la doble ciudad Coléxico-Mexicali. Tres de las últimas cuatro ya en California y la cuarta en México mismo.</p>
<p>Pero el estado de mayor producto bruto –quinto en el mundo- y México son claves en esta ola de violencia y delito, a su vez originada en la desastrosa política federal hacia la inmigración ilegal. En efecto, un creciente número de poblaciones fronterizas en el sudoeste de Estados Unidos atrae pandillas juveniles californianas –copian el modelo de las maras centroamericanas-, financiadas por el contrabando de personas y droga.</p>
<p>Douglas es un caso piloto. El pueblo (17.000 habitantes) reúne viejos caserones y edificios comerciales a la vera de calles anchas, barridas por el polvo que viene de una faja desértica, caliente, donde sólo hay chacras desperdigadas. La zona violenta roza los suburbios de Los Ángeles vía Harbor City al sur y Torrance al este, semilleros de bandas que se desplazan en motocicleta.</p>
<p>Por ejemplo, subiendo por la ruta a Sierra Vista (montes Huachuca), está surgiendo un reducto sin ley que se disputan una pandilla angeleña, los Crisps (Tostados) y una local, los Bloodlines (Marcas de sangre)l La presa es el control de calles, centros comerciales, droga y trafico de mexicanos.</p>
<p>Las oleadas angeleñas son más duras que sus rivales pueblerinos y forman parte de un fenómeno que centrifuga jóvenes violentos, bien armados, en pos nuevos negocios. Uno es el creciente flujo de marihuana, cocaína y la versión mexicana del “paco” (un derivado del bazuco colombiano). Otro es el peaje que pagan miles de inmigrantes para penetrar ilegalmente en EE.UU.</p>
<p>Según investigaciones policiales en el sur de California, el dinero es lo que asocia el contrabando de personal, el tráfico de drogas y la violencia de las bandas. Las autoridades lo disimulan, pero hay un factor básico: la criminalización de los ilegales –legada por Bill Clinton y George W.Bush- y del consumo personal de estupefacientes. Como se sabe, esto es selectivo porque en Bel Air nadie marcha preso por tener raviolitos ni heroína H-4.</p>
<p>Sin embargo, todo pasa por el dinero. Abunda entre contrabandistas de personas, sus transportistas en territorio norteamericano, los traficantes de droga y los sigilosos banqueros que financian a las maras. En Arizona, el contrabando de mexicanos y estupefacientes es buen negocio. Sólo en 2007, la gendarmería confiscó 45 toneladas de marihuana, en poder de 375.000 ilegales –inclusive chicos menores de diez años- en el corredor Nogales-Tucson, al oeste del río San Pedro.</p>
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Sudoeste: delito, corrupción y violencia, tras ocho años bajo Bush
En Douglas, Arizona meridional, los jóvenes se divierten baleando coches por la calle. Bandas de adolescentes pintados disputan territorios a cuchilladas, garrotazos, puños y ladrillazos. Muchos provienen de California y todos trafican.