Frito-Lay tiene en Plano, Texas, un inmenso laboratorio de investigación y desarrollo donde experimenta nuevas versiones de Tostitos y Doritos, la famosa marca de snacks que ve comprometido su futuro con el movimiento anti-obesidad.
Actualmente están haciendo una mini producción para prueba de sabor. Los nuevos productos están hechos con granos integrales para aumentar valor nutritivo y combinados con vegetales como las papitas con bróccoli.
Los experimentos de Frito-Lay forman parte de un compromiso de PepsiCo – que desde 2001 es dueña de Quaker Oats – de derivar 50% de sus ingresos de productos más “sanos”.
Que una compañía cuya razón de ser son las bebidas azucaradas y los snacks a base de grasas, haga semejante esfuerzo por reducir precisamente esos ingredientes es señal de que la industria de la alimentación está tratando de reinventarse.
PepsiCo no es la única. Kraft, Unilever, Nestlé y HJ Heinz, todas están tratando de reducir en sus productos el contenido de azúcar, grasa, sal, calorías y grasas hidrogenadas o trans grasas. Las grandes cadenas de “fast food” como McDonald´s, Burger King y Wendy ya ofrecen ensaladas junto a su menú de hamburguesas.
El motivo de todos estos esfuerzos es que los consumidores envejecen y engordan. La obesidad crece como problema y, en consecuencia, aumentan los casos de diabetes, de enfermedad coronaria y de alta presión. La organización Mundial de la Salud dice que 1.000 millones de personas en el mundo tienen sobrepeso y 300 millones son obesas.
Legisladores y reguladores comienzan a actuar. La FDA en Estados Unidos (Food and Drug Administration) ha decretado que las empresas alimentarias deben agregar en sus etiquetas el contenido de trans grasas desde 2006. En Gran Bretaña el Departamento de Salud insta a los fabricantes a reducir el contenido de azúcar, sal y grasa.
Los fabricantes de alimentos dicen que sus esfuerzos en pro de la salud y el bienestar están dirigidos no solamente al problema de obesidad sino a mejorar el valor nutritivo de los alimentos y a responder a la preferencia cada vez más generalizada por los alimentos naturales y orgánicos.
Pero la epidemia de obesidad es el tema más importante. Los nutricionistas dicen que el siglo 20 fue un período en el cual la gente (primero los ricos, luego las masas) aprendió a comer “por placer”. Así engordó y se cargó de enfermedades. El 21 deberá ser un siglo de regreso a la alimentación sensata, medida y de buena calidad.
Según muchos científicos, el ataque a las grasas que tuvo lugar en la década del ’90 no se dirigió hacia las peores grasas, que son los ácidos trans grasos, o las trans grasas. Son ésas las más difíciles de eliminar. Son las hechas por la mano del hombre que se encuentran en los productos horneados, algunas margarinas, y papitas fritas tipo “fast-food”. Son las responsables de mejorar la textura y prolongar la “vida en las estanterías”, pero también son excelentes en aumentar el colesterol y taponar arterias.
Frito-Lay de PepsiCo logró rebajarlas en el aceite con que cocina sus snaks, pero le costó 7.000 horas hombre, 240 tests analíticos y 25 pruebas con consumidores. También, la conversión de 187 líneas de producción en 45 plantas. Costo total: US$ 57 millones.
McDonald anunció en septiembre 2002 que reduciría las trans grasas en sus productos; ya lo logró con los McNuggests pero no todavía con las papas fritas.
La sal es el último de los villanos. Es difícil de eliminar y hay pocos sustitutos que imiten su sabor y función conservante. Unilever ha tenido bastante éxito reemplazándola con hierbas, mientras Heinz en Gran Bretaña la redujo de sus habas y sopas enlatadas.
Pero en todo este movimiento que busca combatir la obesidad las productoras de alimentos tienen un planteo válido: “si la gente no “gasta” las calorías que consume, de poco van a servir las reducciones calóricas que se hagan en los alimentos”. Vale decir, si la gente come más de lo que debe, si no hace ejercicio o si come lo que no debe, esos factores están más allá de la responsabilidad de los fabricantes.
Frito-Lay tiene en Plano, Texas, un inmenso laboratorio de investigación y desarrollo donde experimenta nuevas versiones de Tostitos y Doritos, la famosa marca de snacks que ve comprometido su futuro con el movimiento anti-obesidad.
Actualmente están haciendo una mini producción para prueba de sabor. Los nuevos productos están hechos con granos integrales para aumentar valor nutritivo y combinados con vegetales como las papitas con bróccoli.
Los experimentos de Frito-Lay forman parte de un compromiso de PepsiCo – que desde 2001 es dueña de Quaker Oats – de derivar 50% de sus ingresos de productos más “sanos”.
Que una compañía cuya razón de ser son las bebidas azucaradas y los snacks a base de grasas, haga semejante esfuerzo por reducir precisamente esos ingredientes es señal de que la industria de la alimentación está tratando de reinventarse.
PepsiCo no es la única. Kraft, Unilever, Nestlé y HJ Heinz, todas están tratando de reducir en sus productos el contenido de azúcar, grasa, sal, calorías y grasas hidrogenadas o trans grasas. Las grandes cadenas de “fast food” como McDonald´s, Burger King y Wendy ya ofrecen ensaladas junto a su menú de hamburguesas.
El motivo de todos estos esfuerzos es que los consumidores envejecen y engordan. La obesidad crece como problema y, en consecuencia, aumentan los casos de diabetes, de enfermedad coronaria y de alta presión. La organización Mundial de la Salud dice que 1.000 millones de personas en el mundo tienen sobrepeso y 300 millones son obesas.
Legisladores y reguladores comienzan a actuar. La FDA en Estados Unidos (Food and Drug Administration) ha decretado que las empresas alimentarias deben agregar en sus etiquetas el contenido de trans grasas desde 2006. En Gran Bretaña el Departamento de Salud insta a los fabricantes a reducir el contenido de azúcar, sal y grasa.
Los fabricantes de alimentos dicen que sus esfuerzos en pro de la salud y el bienestar están dirigidos no solamente al problema de obesidad sino a mejorar el valor nutritivo de los alimentos y a responder a la preferencia cada vez más generalizada por los alimentos naturales y orgánicos.
Pero la epidemia de obesidad es el tema más importante. Los nutricionistas dicen que el siglo 20 fue un período en el cual la gente (primero los ricos, luego las masas) aprendió a comer “por placer”. Así engordó y se cargó de enfermedades. El 21 deberá ser un siglo de regreso a la alimentación sensata, medida y de buena calidad.
Según muchos científicos, el ataque a las grasas que tuvo lugar en la década del ’90 no se dirigió hacia las peores grasas, que son los ácidos trans grasos, o las trans grasas. Son ésas las más difíciles de eliminar. Son las hechas por la mano del hombre que se encuentran en los productos horneados, algunas margarinas, y papitas fritas tipo “fast-food”. Son las responsables de mejorar la textura y prolongar la “vida en las estanterías”, pero también son excelentes en aumentar el colesterol y taponar arterias.
Frito-Lay de PepsiCo logró rebajarlas en el aceite con que cocina sus snaks, pero le costó 7.000 horas hombre, 240 tests analíticos y 25 pruebas con consumidores. También, la conversión de 187 líneas de producción en 45 plantas. Costo total: US$ 57 millones.
McDonald anunció en septiembre 2002 que reduciría las trans grasas en sus productos; ya lo logró con los McNuggests pero no todavía con las papas fritas.
La sal es el último de los villanos. Es difícil de eliminar y hay pocos sustitutos que imiten su sabor y función conservante. Unilever ha tenido bastante éxito reemplazándola con hierbas, mientras Heinz en Gran Bretaña la redujo de sus habas y sopas enlatadas.
Pero en todo este movimiento que busca combatir la obesidad las productoras de alimentos tienen un planteo válido: “si la gente no “gasta” las calorías que consume, de poco van a servir las reducciones calóricas que se hagan en los alimentos”. Vale decir, si la gente come más de lo que debe, si no hace ejercicio o si come lo que no debe, esos factores están más allá de la responsabilidad de los fabricantes.