Tampoco en deportes aciertan gurúes y adivinos

Ahora se dicen “economistas”. En realidad, son prestigitadores de números o astrólogos financieras, a veces con algún título universitario. Esta vez, tampoco les fue muy bien en las olimpíadas griegas.

30 agosto, 2004

El “Wall Street Journal”, que toma en serio a ese tipo de “profesionales”, se animó a citar dos casos de yerros: Andrew Bernard (escuela de negocios, Dartmouth) y Megan Busse, profesora visitante en Berkeley (de no creer). Ambos desarrollaron modelos estadísticos –no “económicos”- para anticipar resultados.

Los dos esfuerzos mostraron fallas notables. Por ejemplo, uno predecía menos de cien medallas (oro, plata, bronce) para Estados Unidos. En realidad, fueron 103. A Japón, el otro modelo le auguraba diecinueve medallas, pero el Sol Naciente se alzó con 37. A la inversa, Grecia (dieciséis en vez de 27) y Alemania (48 en lugar de 55) se quedaron cortas.

No sin audacia, los dos astrólogos estaban seguros de anticipar el desempeño de cada país partiendo de población, producto bruto interno por habitante y resultados en olimpíadas anteriores. “Un PBI per caput alto implica una economía capaz de generar recursos necesarios para desarrollar atletas”, llegó a afirmar Busse. Si así fuera, los africanos no llegarían ni a clasificarse.

Bernard pudo acercarse en cuanto a medallas áureas de EE.UU. (anunció 37, fueron 35) y Rusia (29 y 27). No ocurrió así con China (esperaban 27 y Beijing obtuvo 32). Mucho peor fue que ambos y cinco colegas más (tres de ellos europeos, todos sin identificar) ni siquiera mencionasen a Argentina, Irak o Paraguay. Por supuesto, cuatro se jugaron por Italia y siete –o sea, todos- apostaban por el “dream team” de básquet estadounidense.

El “Wall Street Journal”, que toma en serio a ese tipo de “profesionales”, se animó a citar dos casos de yerros: Andrew Bernard (escuela de negocios, Dartmouth) y Megan Busse, profesora visitante en Berkeley (de no creer). Ambos desarrollaron modelos estadísticos –no “económicos”- para anticipar resultados.

Los dos esfuerzos mostraron fallas notables. Por ejemplo, uno predecía menos de cien medallas (oro, plata, bronce) para Estados Unidos. En realidad, fueron 103. A Japón, el otro modelo le auguraba diecinueve medallas, pero el Sol Naciente se alzó con 37. A la inversa, Grecia (dieciséis en vez de 27) y Alemania (48 en lugar de 55) se quedaron cortas.

No sin audacia, los dos astrólogos estaban seguros de anticipar el desempeño de cada país partiendo de población, producto bruto interno por habitante y resultados en olimpíadas anteriores. “Un PBI per caput alto implica una economía capaz de generar recursos necesarios para desarrollar atletas”, llegó a afirmar Busse. Si así fuera, los africanos no llegarían ni a clasificarse.

Bernard pudo acercarse en cuanto a medallas áureas de EE.UU. (anunció 37, fueron 35) y Rusia (29 y 27). No ocurrió así con China (esperaban 27 y Beijing obtuvo 32). Mucho peor fue que ambos y cinco colegas más (tres de ellos europeos, todos sin identificar) ni siquiera mencionasen a Argentina, Irak o Paraguay. Por supuesto, cuatro se jugaron por Italia y siete –o sea, todos- apostaban por el “dream team” de básquet estadounidense.

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