Como puede comprobar cualquier turista que recorre por primera vez la isla de Manhattan, sus avenidas están flanqueadas por imponentes edificios de oficinas, muchos de ellos erigidos en los albores del siglo XX, cuando Nueva York comenzaba a convertirse en el principal centro de negocios del mundo. Edificios con entradas de altura equivalente a cuatro pisos que hablan de la opulencia de la Gran Manzana y del enorme poder económico del país.
Hoy deben competir con construcciones nuevas, hechas a la medida de las necesidades de la generación de los millennials. El final de la crisis financiera, la recuperación del sector inmobiliario, los nuevos proyectos urbanísticos y la vuelta de los créditos están fomentando la construcción de megatorres para vivienda y oficinas que están cambiando el paisaje de la ciudad. Y son megatorres especialmente pensadas para el estilo de vida del siglo 21.
Ante este nuevo panorama, las legendarias fortalezas de las empresas de Manhattan se ven obligadas a contraatacar. Uno de los ejemplos más notables está en el número 1271 de la Sexta Avenida, el ex edificio Time-Life, sometido hoy a una renovación de US$ 600 millones. La transformación va mucho más allá de redecorar el lobby de la entrada. Se propone adaptar el edificio al gusto y las preferencias de los trabajadores de hoy.
“La transformación que se viene observando desde hace unos cinco años está impulsada por el cambio en la fuerza laboral”, dice Bruce Mosner, CEO de una agencia financiera.
Los viejos edificios comienzan a desprenderse de elementos decorativos que fueron del gusto de generaciones anteriores para ser atractivos, en su estética y en su funcionalidad, a las preferencias de los millennials. Son los que prefieren, por ejemplo, llegar al trabajo en bicicleta y llevar su almuerzo a la terraza del edificio para comer al sol disfrutando además de la vista.
Por eso el ex edificio Time-Life busca “amenitizarse”. Retira mármoles, abre ventanales para que entre más luz e instala soportes para el estacionamiento de bicicletas frente a la entrada. No es el único. Son muchos los edificios que se sienten viejos ante los cambios de estilo de vida.