<p>En la Universidad de Kent acaba de celebrarse una conferencia sobre la importancia del vínculo entre padres e hijos en los primeros años de vida. Lo que planteó allí un grupo de académicos es que la neurociencia (“neurobasura” como dicen algunos), con su insistencia en afirmar que la primera infancia es clave para la personalidad futura del infante, ha puesto tanta presión en padres y madres, que los no pueden por razones de trabajo dedicarles todo el tiempo que quisieran, sienten mucha culpa mucha ansiedad.</p>
<p>Bajo el liderazgo de John Bruer, autor de The Myth of the First Three Years, dicen que la neurociencia ha dado demasiada importancia a la relación entre la conexión entre padres e hijos en los primeros años de vida para el desarrollo futuro. Este argumento –que lo que importa no son los genes sino la crianza – es antiguo en la comunidad científica. En la conferencia se argumentó contra la noción de que los niños quedan “marcados” psicológica y emocionalmente en los primeros tres años de la vida y que la presencia de las figuras paternas cumple un rol crucial.</p>
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Esta teoría de la crianza como elemento indispensable tiene sus bases en un estudio científico que ensayó los efectos de la hormona cortisol, una sustancia que el cerebro produce cuando está en situaciones de angustia o ansiedad. La teoría neurocientífica postula que si el bebé es dejado demasiado tiempo solo, la producción de cortisol será excesiva y podría exponerlo, más tarde en su vida, a depresión y ansiedad o a violencia y agresión.</p>
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Esta postura respecto a la infancia temprana ha tenido duras consecuencias en los padres trabajadores. “La culpa –dice Ellie Lee, una socióloga de la Universidad de Kent- está convirtiendo a la maternidad en un karma cuando tendría que ser divertido”. Las jornadas se concentraron en el efecto que esta rutina de atención especial tiene en las mujeres que ahora no sólo se tienen que preocupar por la seguridad física y la felicidad de sus hijos sino también por su potencial neuronal y su inteligencia.</p>
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Algunos de los testimonios hablan por si mismos. Hay mujeres que dicen haber engordado 30 kilos por sentirse culpables de dejar a sus hijos por un rato para ir al gimnasio. Otras dicen no tener tiempo para su propia recreación porque su único entretenimiento es estar con sus hijos. Frank Furedi, otro de los sociólogos participantes, cree que “es muy fácil, si uno está preocupado por cómo se van a desarrollar los hijos, convertirse en obsesivo.”</p>
<p>Stuart Derbyshire, psicólogo de la Universidad de Birmingham, es aún más crítico. “La realidad es que cualquier deficiencia que los chicos puedan sufrir en los primeros cinco años de su vida puede ser revertida en la adultez. Los científicos que quieren promover tratamientos tempranos o vender libros, dan mal nombre a la neurociencia”.</p>
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Refutada la neurociencia en cuanto a crianza de bebés
Un grupo de académicos cuestiona a la neurociencia y su enfoque extremo en la primera infancia, según el cual los primeros tres años son clave para el futuro desarrollo intelectual y afectivo de la criatura.