En realidadr, por convención el término “nano” alude a magnitudes mucho más pequeñas que los 2.300 kilómetros del diámetro plutoniano. Ni hablar de los 2.600 km de Xena, el cuerpo que gira más allá del décimo planeta. Tampoco es “nano” Ceres, el más grande los asteroides (800 km) que orbitan entre Marte y Júpiter.
A criterio de la Nasa, que objeta ese empleo de “nano”, la reunión europea carecía de sensatez científica. Todavía no ha emitido opinión George W.Bush. Pero, como se sabe, este defensor del creacionismo bíblico y enemigo de Charles Darwin probablemente no acepte todavía dos planetas descubiertos por blasfemos modernos, Urano y Neptuno. A éstos y a Plutón tampoco los ha asimilado la charlatanería astrológica, aferrada a un Zodiaco fijo, establecido por los asirios en el siglo VII antes de la era común, donde el último planeta es Saturno.
En verdad, Plutón “existe” desde 1930, cuando el norteamericano Clyde Tombaugh confirmó cálculos anteriores del francés Pierre Laplace. En 1846, Neptuno fue ubicado por el alemán Johannes Galle, usando proyecciones de Charles Leverrier. Urano apareció en 1781, invocado por otro teutón, Wilhelm Herschel.
El dislate de convertir Plutón en “nanoplaneta” queda manifiesto porque el señor del averno cuenta con una luna proporcionalmente muy grande, Caronte, y dos más chicas (sólo llevan código). Ahora bien, estos debates sirvieron para la prensa latinoamericana metiera la pata inventando al señor ”Charon”. Dejando de lado que el barquero de los muertos pertenece al Hades, el más allá griego, no al romano, los medios repiten la anacrónica transcripción inglesa del siglo XVII.
A su vez, ésta emplea el latín “Charon” (donde “ch” suena como la jota griega, X). Claro, en castellano “ch” representa un sonido doble muy distinto, el de la “che”, que años atrás volvió a desaparecer del diccionario con entrada propia. Para aumentar confusiones, “charon” es el nominativo, pero las lenguas romances prefieren el acusativo ”charontem” para formar palabras. Entonces, el barquero y el satélite de Plutón se llaman Caronte, si bien lo correcto sería ”jaronte”.
En realidadr, por convención el término “nano” alude a magnitudes mucho más pequeñas que los 2.300 kilómetros del diámetro plutoniano. Ni hablar de los 2.600 km de Xena, el cuerpo que gira más allá del décimo planeta. Tampoco es “nano” Ceres, el más grande los asteroides (800 km) que orbitan entre Marte y Júpiter.
A criterio de la Nasa, que objeta ese empleo de “nano”, la reunión europea carecía de sensatez científica. Todavía no ha emitido opinión George W.Bush. Pero, como se sabe, este defensor del creacionismo bíblico y enemigo de Charles Darwin probablemente no acepte todavía dos planetas descubiertos por blasfemos modernos, Urano y Neptuno. A éstos y a Plutón tampoco los ha asimilado la charlatanería astrológica, aferrada a un Zodiaco fijo, establecido por los asirios en el siglo VII antes de la era común, donde el último planeta es Saturno.
En verdad, Plutón “existe” desde 1930, cuando el norteamericano Clyde Tombaugh confirmó cálculos anteriores del francés Pierre Laplace. En 1846, Neptuno fue ubicado por el alemán Johannes Galle, usando proyecciones de Charles Leverrier. Urano apareció en 1781, invocado por otro teutón, Wilhelm Herschel.
El dislate de convertir Plutón en “nanoplaneta” queda manifiesto porque el señor del averno cuenta con una luna proporcionalmente muy grande, Caronte, y dos más chicas (sólo llevan código). Ahora bien, estos debates sirvieron para la prensa latinoamericana metiera la pata inventando al señor ”Charon”. Dejando de lado que el barquero de los muertos pertenece al Hades, el más allá griego, no al romano, los medios repiten la anacrónica transcripción inglesa del siglo XVII.
A su vez, ésta emplea el latín “Charon” (donde “ch” suena como la jota griega, X). Claro, en castellano “ch” representa un sonido doble muy distinto, el de la “che”, que años atrás volvió a desaparecer del diccionario con entrada propia. Para aumentar confusiones, “charon” es el nominativo, pero las lenguas romances prefieren el acusativo ”charontem” para formar palabras. Entonces, el barquero y el satélite de Plutón se llaman Caronte, si bien lo correcto sería ”jaronte”.