Tom Cruise, otra víctima del difunto L.Ron Howard

Paramount echó a Cruise, hasta ayer nomás su estrella favorita para engendros como ”Misión imposible”. Fanático de la “iglesia cientológica”, declaró que –cuando su hija naciese- se comería la placenta. Fue demasiado, aun para Hollywood.

24 agosto, 2006

Para colmo, el actor se enteró por los diarios. “Por más me guste como persona, hay conductas que son intolerables”, manifestó al “Wall Street journal” Sumner Redstone, el octogenario que preside el estudio. Todos saben, claro, que la decisión la había adoptado Bradford Grey, directos ejecutivo de Viacom-Paramount, poder real detrás del trono.

“Esto debiera servirles de aviso a extravagantes como Mel Gibson, Michael Jackson –ya en imparable decadencia- o Britney Spears”, presumía “Variety”. Pero el caso Cruise es más grave, porque se relaciona con un grupo algo siniestro, creado en los años 50 por Lee Ron Hubbard, escritor de ficción científica mutado en gurú de una secta que recluta adherentes entre ricos y famosos (algo bastante común en otras agrupaciones, desde Moon hasta Opus dei).

En los años, la secta fue tapa de “Time” y “Newsweek” debido al uso de las contribuciones en negocios privados de Hubbard y las presiones financieras sobre los adeptos. Entre ellos, John Travolta. Sucesor espiritual de una gurú de extrema derecha, Ayn Rand, el ya difunto Hubbard recorrió varios tribunales, denunciado por ex miembros de su “iglesia”. Su muerte fue ocultada, en espera de que una fórmula mágica, la “dianética”, lo proyectase en un cuerpo astral perceptible por los fieles. No ocurrió, pero ingenuos como Cruise todavía aguardan la epifanía.

Para colmo, el actor se enteró por los diarios. “Por más me guste como persona, hay conductas que son intolerables”, manifestó al “Wall Street journal” Sumner Redstone, el octogenario que preside el estudio. Todos saben, claro, que la decisión la había adoptado Bradford Grey, directos ejecutivo de Viacom-Paramount, poder real detrás del trono.

“Esto debiera servirles de aviso a extravagantes como Mel Gibson, Michael Jackson –ya en imparable decadencia- o Britney Spears”, presumía “Variety”. Pero el caso Cruise es más grave, porque se relaciona con un grupo algo siniestro, creado en los años 50 por Lee Ron Hubbard, escritor de ficción científica mutado en gurú de una secta que recluta adherentes entre ricos y famosos (algo bastante común en otras agrupaciones, desde Moon hasta Opus dei).

En los años, la secta fue tapa de “Time” y “Newsweek” debido al uso de las contribuciones en negocios privados de Hubbard y las presiones financieras sobre los adeptos. Entre ellos, John Travolta. Sucesor espiritual de una gurú de extrema derecha, Ayn Rand, el ya difunto Hubbard recorrió varios tribunales, denunciado por ex miembros de su “iglesia”. Su muerte fue ocultada, en espera de que una fórmula mágica, la “dianética”, lo proyectase en un cuerpo astral perceptible por los fieles. No ocurrió, pero ingenuos como Cruise todavía aguardan la epifanía.

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