La pesca, tradicionalmente asociada al deporte o la extracción, adquiere una nueva dimensión en determinados destinos turísticos. En estos enclaves, la actividad se integra a la filosofía del slow travel, que privilegia la pausa, la apreciación del paisaje y el bienestar personal, en respuesta a la aceleración contemporánea.
En la costa sur de Belice, Turtle Inn es una propiedad gestionada por la familia Coppola que promueve la pesca como experiencia sensorial, guiada por especialistas locales. Las jornadas se inician al amanecer y se desarrollan en un entorno caribeño, donde el regreso ofrece gastronomía regional y servicios de relajación frente al mar. “Aquí, la pesca se convierte en una aventura sensorial”, afirman desde la compañía.
En la Patagonia argentina, el lodge Las Balsas, ubicado en Villa La Angostura a orillas del Lago Nahuel Huapi, destaca la pesca deportiva —particularmente el fly fishing, modalidad que emplea moscas artificiales— como práctica ritual en temporada de noviembre a abril. El entorno natural, caracterizado por aguas claras y silencio, potencia la inmersión en la naturaleza. “La temporada de pesca deportiva, que va de noviembre a abril, permite vivir el fly fishing como un verdadero ritual: lanzar, esperar, observar, respirar.”, informan desde la firma.
La Coralina Island House, en Bocas del Toro, Panamá, orienta su propuesta hacia una integración de pesca artesanal, espiritualidad y bienestar. El establecimiento organiza salidas en bote por canales y manglares, en el marco de programas de retiro y sanación. “No se trata de conquistar el mar: se trata de escucharlo.”, señalan desde la entidad.
Estos tres destinos posicionan a la pesca como eje de una vivencia orientada al equilibrio y la contemplación, en contacto directo con entornos naturales y servicios especializados.












