A los 76 años, demasiado viejo para moverse por sí mismo, demasiado apegado a la ciudad para abandonarla, el número 3051 en la lista de desaparecidos es, en efecto, un grande en la historia de la música norteamericana. Así ha informado Albert Embry, su manager, que no tiene noticias suyas desde hace cuatro días.
Por extraña coincidencia, su nombre aparece tras el de Sandra Lack. “Lack” quiere decir “falta”. El lunes, el huracán estaba por abatirse sobre Nueva Oreleas y él de negaba redondamente a marcharse. “¿Por qué no escapás?”, le preguntó varias veces Embry por teléfono, desde Tejas. “Afrontaré esto en casa, en mi ciudad. Un huracán más no me hará huir”, fue la réplica.
“
Fats” ocupaba con su esposa y una hija una casa de tres plantas, de fachada amarilla y negra, conocida en medio mundo por la enorme inicial sobre el pórtico, “FD”. Está (o estaba) en la avenida Caffin, la zona más castigada por el desastre y la violencia social.
Un helicóptero lo vio un momento sobre el tejado, junto a su mujer: la mole era inconfundible. A quien nadie ha divisado es a Irma Thomas (86), la reina del soul, a quien los Rolling Stomes le dedicaron una canción. Vivía sola, con un cuzquito, en el mismo barrio y no había querido acompañar en la evacuación a Allen Toussaint, otro ídolo del jazz.
Si se confirman las muertes de “Fats” y Thomas, George Walker Bush tendrá un problema más, entre los tantos que lo asedian a raíz del cataclismo. El grueso de la prensa ya lo acusa de insensibilidad ante el virtual maremoto que arrasó con el delta de Misisipi y alredores. Sus propios adictos, los “patriotas” neoconservadores, le reprochan haber pedido fondos y asistencia “a cualquier país que nos los ofrezca”. Pero Moscú reveló Washington había declinado una oferta directa.
Las escenas de violencia y desesperación transmitdas por la TV se parecen demasiado a un escenario africano –niños y negros inclusive- y muy poco a Estados Unidos. “Esta tragedia, que castiga a negros y pobres, puede acabar con la carrera política del presidente”, teme David Brooks, de una una consultoría conservadora neoyorquina.
Nuevos sondeos dan pábulo a esa impresión. El jueves, una de ellas indica que 54% de la muestra está contra la política en Irak y 70% cree que lo de Nueva Orleans es mal manejado. Entretanto, la oficina federal de censos informó que casi 46 millones de norteamericanos carecen de asistencia médica y 12,7% supera el nivel tolerable de pobreza. Pese a que el gobierno, Alan Greenspan, Wall Street y sus analistas hablen de firme reactivación económica.
A los 76 años, demasiado viejo para moverse por sí mismo, demasiado apegado a la ciudad para abandonarla, el número 3051 en la lista de desaparecidos es, en efecto, un grande en la historia de la música norteamericana. Así ha informado Albert Embry, su manager, que no tiene noticias suyas desde hace cuatro días.
Por extraña coincidencia, su nombre aparece tras el de Sandra Lack. “Lack” quiere decir “falta”. El lunes, el huracán estaba por abatirse sobre Nueva Oreleas y él de negaba redondamente a marcharse. “¿Por qué no escapás?”, le preguntó varias veces Embry por teléfono, desde Tejas. “Afrontaré esto en casa, en mi ciudad. Un huracán más no me hará huir”, fue la réplica.
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Fats” ocupaba con su esposa y una hija una casa de tres plantas, de fachada amarilla y negra, conocida en medio mundo por la enorme inicial sobre el pórtico, “FD”. Está (o estaba) en la avenida Caffin, la zona más castigada por el desastre y la violencia social.
Un helicóptero lo vio un momento sobre el tejado, junto a su mujer: la mole era inconfundible. A quien nadie ha divisado es a Irma Thomas (86), la reina del soul, a quien los Rolling Stomes le dedicaron una canción. Vivía sola, con un cuzquito, en el mismo barrio y no había querido acompañar en la evacuación a Allen Toussaint, otro ídolo del jazz.
Si se confirman las muertes de “Fats” y Thomas, George Walker Bush tendrá un problema más, entre los tantos que lo asedian a raíz del cataclismo. El grueso de la prensa ya lo acusa de insensibilidad ante el virtual maremoto que arrasó con el delta de Misisipi y alredores. Sus propios adictos, los “patriotas” neoconservadores, le reprochan haber pedido fondos y asistencia “a cualquier país que nos los ofrezca”. Pero Moscú reveló Washington había declinado una oferta directa.
Las escenas de violencia y desesperación transmitdas por la TV se parecen demasiado a un escenario africano –niños y negros inclusive- y muy poco a Estados Unidos. “Esta tragedia, que castiga a negros y pobres, puede acabar con la carrera política del presidente”, teme David Brooks, de una una consultoría conservadora neoyorquina.
Nuevos sondeos dan pábulo a esa impresión. El jueves, una de ellas indica que 54% de la muestra está contra la política en Irak y 70% cree que lo de Nueva Orleans es mal manejado. Entretanto, la oficina federal de censos informó que casi 46 millones de norteamericanos carecen de asistencia médica y 12,7% supera el nivel tolerable de pobreza. Pese a que el gobierno, Alan Greenspan, Wall Street y sus analistas hablen de firme reactivación económica.