Niall Ferguson cree que el dominio anglófono se agotará

Apoyándose en la diversidad de calendarios, este columnista conservador escocés sostiene que “Occidente es una minoría”. Por lo mismo, no se forja ilusiones sobre el futuro del inglés como lengua franca.

30 marzo, 2007

Proclive a “épater les bourgeois” subraya un hecho concreto: sólo en parte del mundo el año empieza el 1º de enero. “Para 1.200 millones de musulmanes comienza en mujarram, el primer mes lunar, y recuerda la huida de Mahoma a Medina (cuyo nombre es de origen judío). En esta oportunidad, el año 1428 arrancó el 20 de enero”, apunta Ferguson.

Para alrededor de 1.500 chinos étnicos –nativos y de la diáspora-, el año empieza comúnmente en la segunda luna nueva tras el solsticio invernal. En 1428, el 18 de febrero. “Hasta aquí, a 2.700 millones de personas, el doblete 31 de diciembre/1 de enero no les dice nada”. Tampoco a los judíos observantes ni a los budistas. En otro plano, buena parte de católicos ortodoxos de rito bizantino (griegos, rusos, etc.) siguen antes de la reforma gregoriana, o sea catorce días retrasados respecto de los romanos. Eso explica que el célebre Octubre rojo caiga en noviembre.

Muy bien y ¿la angloesfera que definía James Bennett? “Sus nodos están en las islas británicas, la América anglosajona, Australia, Nueva Zelanda y, sólo en parte, Gibraltar o Sudáfrica.”, piensa el historiador Andrew Roberts. Pero desecha lo que Ferguson llama ”el grupo de países o enclaves donde el inglés es segundo idioma o lengua franca, como India”.

Tres siglos y medio de comercio, colonización y evangelización de cuño británico han convertido el difunto imperio en una comunidad donde el ingles domina. Igual sucede con el francés en media África. Pero “también existe una segunda diáspora, la del inglés norteamericano, ligada la economía, las finanzas, la tecnología y el management”.

Según apunta el escocés, “la angloesfera es un resabio del pasado y el resto está sujeto a los vaivenes de la historia o la sociedad. Hay un síntoma claro: hace cincuenta años uno de cada diez habitantes del planeta se manejaba en inglés. Hoy lo hace uno en quince. A mediados del siglo, será tal vez uno en diecisiete. Aparte, para entonces más de 20% de la población británica estará compuesta de gente cuya primera lengua no será la local”.

Sin llegar al tremendismo racista de Samuel Huntington , Ferguson señala que la mayor amenaza al predominio del inglés se halla en Estados Unidos. “Hacia 2050, la porción de habitantes blancos no hispánicos habrá bajado de 70 a 50%. Alrededor de 35% hablará y pensará en castellano, aunque sean forzosamente bilingües”. Por supuesto, estos planteos son exagerados. En este momento, Rusia, China, India y los países islámicos emplean el calendario comercial, o sea el romano. Finalmente, hay otro factor: la mayoría de los calendarios antiguos y religiosos se basa –como el Zodíaco- en el año agrícola boreal. De ese modo, el año musulmán, el hebreo o el chino debieran darse vuelta al sur del ecuador y Leo debiera pasar a Capricornio.

Proclive a “épater les bourgeois” subraya un hecho concreto: sólo en parte del mundo el año empieza el 1º de enero. “Para 1.200 millones de musulmanes comienza en mujarram, el primer mes lunar, y recuerda la huida de Mahoma a Medina (cuyo nombre es de origen judío). En esta oportunidad, el año 1428 arrancó el 20 de enero”, apunta Ferguson.

Para alrededor de 1.500 chinos étnicos –nativos y de la diáspora-, el año empieza comúnmente en la segunda luna nueva tras el solsticio invernal. En 1428, el 18 de febrero. “Hasta aquí, a 2.700 millones de personas, el doblete 31 de diciembre/1 de enero no les dice nada”. Tampoco a los judíos observantes ni a los budistas. En otro plano, buena parte de católicos ortodoxos de rito bizantino (griegos, rusos, etc.) siguen antes de la reforma gregoriana, o sea catorce días retrasados respecto de los romanos. Eso explica que el célebre Octubre rojo caiga en noviembre.

Muy bien y ¿la angloesfera que definía James Bennett? “Sus nodos están en las islas británicas, la América anglosajona, Australia, Nueva Zelanda y, sólo en parte, Gibraltar o Sudáfrica.”, piensa el historiador Andrew Roberts. Pero desecha lo que Ferguson llama ”el grupo de países o enclaves donde el inglés es segundo idioma o lengua franca, como India”.

Tres siglos y medio de comercio, colonización y evangelización de cuño británico han convertido el difunto imperio en una comunidad donde el ingles domina. Igual sucede con el francés en media África. Pero “también existe una segunda diáspora, la del inglés norteamericano, ligada la economía, las finanzas, la tecnología y el management”.

Según apunta el escocés, “la angloesfera es un resabio del pasado y el resto está sujeto a los vaivenes de la historia o la sociedad. Hay un síntoma claro: hace cincuenta años uno de cada diez habitantes del planeta se manejaba en inglés. Hoy lo hace uno en quince. A mediados del siglo, será tal vez uno en diecisiete. Aparte, para entonces más de 20% de la población británica estará compuesta de gente cuya primera lengua no será la local”.

Sin llegar al tremendismo racista de Samuel Huntington , Ferguson señala que la mayor amenaza al predominio del inglés se halla en Estados Unidos. “Hacia 2050, la porción de habitantes blancos no hispánicos habrá bajado de 70 a 50%. Alrededor de 35% hablará y pensará en castellano, aunque sean forzosamente bilingües”. Por supuesto, estos planteos son exagerados. En este momento, Rusia, China, India y los países islámicos emplean el calendario comercial, o sea el romano. Finalmente, hay otro factor: la mayoría de los calendarios antiguos y religiosos se basa –como el Zodíaco- en el año agrícola boreal. De ese modo, el año musulmán, el hebreo o el chino debieran darse vuelta al sur del ecuador y Leo debiera pasar a Capricornio.

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