<p>En América del sur y el Caribe lo comprendieron hace mucho. Para una siesta restauradora no hay nada mejor que la hamaca, que con su lenta oscilación nos adormece y nos lleva a un estado de relajamiento que concilia el sueño. Ahora una investigación científica confirma lo que casi todos en esas latitudes ya experimentaron: mecerse rítmicamente en una hamaca nos lleva más rápidamente al sueño y favorece un descanso más profundo y sólido. <br />
No es causal que diversas culturas y generaciones hayan dormido siempre así a sus niños, pero por qué la oscilación facilita el dormir todavía sigue siendo un verdadero misterio. Sophie Schwartz y sus colegas de la universidad de Ginebra, en una investigación publicada en Current Biology, analizaron qué sucede a nivel cerebral observando el comportamiento de un grupo de adultos de buena salud y sin problemas de sueño, durante una siesta.</p>
<p>Schwartz, con Michel Muhlethaler y colegas Laurence Bayer e Irina Constantinescu, pidieron a los voluntarios que descansen sobre una cama tradicional y a otros sobre una suerte de hamaca experimental, que puede estar fija o mecerse dulcemente. La actividad cerebral de toda esa gente fue monitoreada con electroencefalograma durante dos siestas de 45 minutos, una sobre cama fija y la otra en movimiento. Resultado; en cada uno de ellos se observó con certeza una transición rápida hacia el sueño durante la siesta. La sorpresa, sin embargo, fue que la oscilación hizo aumentar la duración de la fase N2 del sueño, que sigue a la del adormecimiento y es característica de un reposo estable, más profundo. La hamaca demostró tener un efecto duradero sobre la actividad en la actividad cerebral, pues hace aumentar las oscilaciones lentas y las ondas con particular frecuencia, típica de la fase N2: todos los factores que testimoniaron una actividad más neural, más sincronizada, típica del sueño más profundo. <br />
"El estudio demuestra que es posible interferir desde afuera en el adormecimiento y en el mantenimiento del sueño”. Explica el profesor Luigi Ferini Strambi, director del Centro de Medicina del Sueño del Hospital San Rafael de Milán. <br />
Una de las hipótesis fascinantes que los investigadores avanzan para explicar esta transición hacia un reposo sólido inducida por el mecimiento, se refiere a la participación del tálamo, importante porque es como una suerte de sincronizador interno del cerebro. "Tálamo y corteza dialogan entre sí durante el sueño y si el diálogo es tranquilo se observan ondas rítmicas y oscilaciones dulces, algo típico de un sueño profundo”, continúa Ferini.</p>
<p>Dormir hamacándose, entonces, es muy agradable: otra idea, escriben los científicos, es que esta oscilación crea una sensación placentera estimulando la amígdala, ligada a la gestión de las emociones. “Cuando uno se duerme es fundamental buscar de crear condiciones positivas de placer, evitar discusiones que pueden tener un impacto negativo y favorecer una atmósfera de relajamiento”, para poder profundizarlo más delicadamente posible un reposo regenerante. <br />
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La siesta perfecta, en una hamaca
Una investigación confirma que Mecerse mejora el reposo porque permite que nos deslicemos hacia el sueño más rápidamente y favorece un reposo más profundo y sólido. Lo mismo que ocurre con los niños, que a lo largo de las generaciones y en diversas culturas se los hace dormir meciéndolos.