<p>La utilización de animales en el cuidado de ancianos o enfermos con Alzheimer no es un concepto nuevo. La terapia asistida por animales ya es un sistema muy difundido en Estados Unidos y Europa por el afecto, compañía y en general mejoramiento de la calidad de vida de la gente que vive en geriátricos. Pero los animales reales también son un peligro. Hasta el perro más dócil puede agredir cuando un anciano con Alzheimer lo abraza con demasiada fuerza o por demasiado tiempo. <br />
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A partir de los incidentes de alergias, mordidas y arañazos ocurridos con el empleo de animales reales, surgió la idea de emplear animales robóticos antibacteriales, high tech y con apariencia real. <br />
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Los primeros prototipos, principalmente de perros y gatos, eran demasiado artificiales. Luego llegó Paro, una foquita de suave piel y pestañas cosidas a mano. Una de sus grandes ventajas es su forma, bastante genérica y poco conocida. Justamente por eso los pacientes no tienen mucha idea prefijada de cómo debería comportarse. <br />
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Según un informe publicado por la revista Gerontology, con Paro se logró reducir la soledad y la depresión al incentivar la interacción en los pacientes de varios países además de Japón, su lugar de origen. <br />
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La calidad de vida de la gente con Alzheimer, o demencia senil, es un tema de gran preocupación para familiares y médicos por el aislamiento, ansiedad y depresión que generalmente acompañan la enfermedad. Ante todo eso Paro ofrece una experiencia táctil que evoca recuerdos de haber tenido en los brazos a mascotas anteriores o niños pequeños. <br />
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"La gente con demencia senil está harta de que la corrijan cuando la memoria les falla y a medida que la enfermedad avanza se aíslan cada vez más hasta caer en depresión. La foca robótica les ofrece una compañera que no los juzga y a quien pueden mimar y eso los puede ayudar a salir de su aislamiento, dice Illinois Corey Tague, especialista en demencia del hospital de Illinois.</p>
La robótica al servicio del Alzheimer
Una foquita robot llamada Paro ha sacado a muchos enfermos de las garras de la depresión. Interactúan con ella, la abrazan, la miman. Esa foquita nunca los va a morder, arañar o atacar.