Para los humanos se aplica más bien una lógica de conveniencia. La cama es el lugar más suave que tiene la casa, ubicada en una habitación privada y cubierta con sábanas que se lavan. Y como el sexo casi siempre ocurre en la cama, también casi siempre ocurre a la hora de irse a dormir.
Hubo un gran estudio en 1982 entre parejas casadas y otro más acotado en 2005 en la Universidad de California en los que se trató de conocer los hábitos sexuales de los adultos. El resultado fue bastante similar en ambos: entre las 11 de la noche y la una de la mañana en uno y entre 10 de la noche y la 1 de la mañana en el otro. Cuando se les preguntó por qué esas horas, 72% contestó algo parecido a “porque habían terminado sus labores” y “porque ya estaban en la cama”. Apenas 28% dijo que tenían sexo cuando sentían la necesidad.
Para los sexólogos esta es una triste y aburrida manera de estructurar la vida sexual. En lugar de poner pensamiento y esfuerzo en el tema, la gente tiene sexo de noche porque es lo más práctico y por la fuerza del hábito. Si los humanos desean extraer mucho más de sus encuentros sexuales deben liberarse de las estructuras del sexo antes de dormir y aprovechar el prometedor potencial del mejor momento del día: la mañana.
En la medida de que se pueda analizar y planificar las mañanas son un momento mucho más lógico para esa actividad. A la noche la gente se va a la cama con sueño y la cama le da más sueño todavía. En la mañana, en cambio, la gente se despierta soñolienta pero se va despertando. A la noche la gente lucha contra el deseo de dormir, incrementado por el hecho de estar en posición horizontal. En la mañana, con la excusa de la soñolencia, bajan las inhibiciones. El sexo baja los niveles de estrés, relaja a los participantes para los avatares del día y libera endorfinas que aumentan la energía. Esto es igual a todos los beneficios de hacer yoga durante la mañana o salir a correr sin dejar la comodidad de la cama y la persona con quien se comparte.
Antes de que hubiera electricidad en las calles y en las casas y que las cenas tarde a la noche permitieran a los seres humanos trabajar, comer y quedarse levantados hasta tarde, la gente solía dormir en dos tramos separados. Se iban a la cama una dos horas después de la caída del sol, se despertaban alrededor de la medianoche por una o dos horas y luego se iban a dormir de nuevo. Algunos usaban ese tiempo para charlar con la familia o leer. Muchos otros tenían sexo. Parece que a mediados del siglo 16 circulaba en Francia un manual de un médico que aconsejaba a las parejas tener sexo “después del primer sueño” en lugar de a la noche después de todo un día de trabajo porque “obtienen más goce” y “lo hacen mejor” después de descansar.
Un estudio realizado en 1992 descubrió que los participantes que pasaban la mayor parte de sus días en la oscuridad naturalmente teníand ciclos de sueño de entre dos y cuatro horas, separados por un período de una o dos horas, igual que los ancestros. El sexo post- sueño, o sexo matutino, puede ser entonces una respetable y antigua tradición humana.
No hay, todavía, una investigación científica que demuestre que el sexo de la mañana es más placentero, pero los niveles de homonas fluctúan durante el día y la mayoría de los hombres tienen los más altos niveles de testosterona en horas de la mañana.