El estudio fue realizado por la unidad de investigaciones del Hospital St. Thomas de Londres y comprendió a 1.600 pares de mellizas mujeres de alrededor de 50 años. Todas completaron un cuestionario confidencial sobre su historia sexual.
Los investigadores dedujeron el componente genético de la infidelidad (diferenciándolo del componente social) comparando los resultados de gemelas (mellizas idénticas), que tienen todos los genes iguales, con mellizas fraternales, que comparten la mitad de sus genes pero crecieron juntas.
Aparentemente, entre 50 y 100 genes podrían ser responsables de la conducta sexual. Según Tim Spector, director de la unidad de investigación, el análisis genético de las mellizas sugiere que los genes de los cromosomas 3, 7 y 20 podrían estar involucrados, pero la asociación no fue lo suficientemente fuerte como para identificar algún gen en particular. El gen “vasopressin”, que controla la conducta sexual de algunos roedores, no resultó ser importante en las personas. Spector cree que la conclusión lógica de la investigación es que la infidelidad persiste porque podría ser ventajosa para la evolución de la especie. “La variación en la conducta es importante para la evolución,” concluyó.
La próxima etapa es estudiar pares de mellizos varones.
El estudio fue realizado por la unidad de investigaciones del Hospital St. Thomas de Londres y comprendió a 1.600 pares de mellizas mujeres de alrededor de 50 años. Todas completaron un cuestionario confidencial sobre su historia sexual.
Los investigadores dedujeron el componente genético de la infidelidad (diferenciándolo del componente social) comparando los resultados de gemelas (mellizas idénticas), que tienen todos los genes iguales, con mellizas fraternales, que comparten la mitad de sus genes pero crecieron juntas.
Aparentemente, entre 50 y 100 genes podrían ser responsables de la conducta sexual. Según Tim Spector, director de la unidad de investigación, el análisis genético de las mellizas sugiere que los genes de los cromosomas 3, 7 y 20 podrían estar involucrados, pero la asociación no fue lo suficientemente fuerte como para identificar algún gen en particular. El gen “vasopressin”, que controla la conducta sexual de algunos roedores, no resultó ser importante en las personas. Spector cree que la conclusión lógica de la investigación es que la infidelidad persiste porque podría ser ventajosa para la evolución de la especie. “La variación en la conducta es importante para la evolución,” concluyó.
La próxima etapa es estudiar pares de mellizos varones.