La glíptica, el arte de grabar o tallar las piedras preciosas o cuños en acero para elaborar monedas y medallas, está atravesando un renacimiento porque sus artesanos son muy buscados por los joyeros. Los artesanos de la glíptica graban sin romperlas piedras muy frágiles como las esmeraldas.
El término deriva de la palabra griega glyptos que quiere decir esculpir. Emily Barber, directora de joyería de Bonhams, explica que el arte de la glíptica se remonta a las primeras civilizaciones de la Mesopotamia, Asiria, Creta y Chipre, donde los diseños grabados en piedras se usaban como sellos y demios de identificación.
Los artistas y artesanos de la antigua Grecia y Roma elevaron la tradición del grabado a una forma de arte. La glíptica luego fue reactivada en el Renacimiento, cuando los retratos de personalidades influyentes circulaban en forma de camafeos. Llegó a su apogeo gracias a Napoleón Bonaparte, enamorado de la práctica, quien fundó una escuela de grabado en París en 1805.
La glíptica es actualmente una parte fundamental de la estética Cartier. En 2010 la casa se convirtió en la única joyería con taller propio y aprendices, guiados por el maestro de arte Philippe Nicolas. Una de las creaciones más recientes de Nicolas este otoño en Homo Faber de Venecia, una vidriera cultural para artesanías excepcionales. Allí se exhibió una caja, del tamaño de una manzana, esculpida a mano de un bloque de ópalo blanco y abrazada por un friso de diamantes geométricos con reminiscencias de Art Deco. La caja se convierte n una pulsera.
Los joyeros están incorporando la glíptica cada vez más. Bulgari está sacando una tiara incrustada en esmeraldas de 63.44 carates en ocasión del jubileo de platino de la reina Isabel este año. Van Cleef & Arpels, que con frecuencia utiliza piedras grabadas en sus colecciones, está abriendo la exposición “Engraved Gems” en su Escuela de Artes de Joyería en París.