Empleando el radiotelescopio Spitzer, el equipo neerlandés halló ingredientes precursores básicos de ADN en el polvo que rodea una estrella. Así informa el laboratorio central de la NASA. Las substancias han sido ubicadas en una región donde se sospecha presencia de planetas rocosos geológicamente similares a la Tierra. De acuerdo con los astrofísicos, es la primera ve que se detectan gases de acetileno y cianuro de hidrógeno fuera del sistema solar.
Pero no será sorpresa para lo seguidores inteligentes –no los tontos que hacen fiestas disfrazados de “trekkies”- de la serie “Viaje a las estrellas” (Star trek, claro). Pero no la primera generación (Kirk-Spook), sino de la segunda, identificada con el capitán Picard y, de lejos, la de argumentos más sutiles y premonitorios.
Hace unos doce años, en un episodio doble –quizás el más trascendente de todo el ciclo-, cuatro culturas humanoides (terrestre, klingon, ferendyi, romulana) pujan por descibrar un “mapa en clave” de misterioso origen. Al alcanzar cierto punto del universo, se les aparece a las cuatro expediciones un holograma tridimensional: es un representante de la civilización primigenia, que esperó millones de años a sus descendientes.
El mapa que habían seguido era, simplemente, el de la cadena ADN común a todos los humanoides. Su mensaje era claro: la vida inteligente proviene no de dioses, sino de una misma cultura que, próxima a la extinción de su habítat, difundió el ADN en mundos compatibles. Ahora, el descubrimiento holandés, en cierto modo, reivindica para “Star trek II” el papel de Jules Verne, Herbert G.Wells, George Orwell o William S.Burroughs. Los dos primeros anticiparon inventos, el tercero sistemas sociales y el cuarto una mutación climática que generó las etnias de piel clara (acaba de ser verificada por la ciencia).
Empleando el radiotelescopio Spitzer, el equipo neerlandés halló ingredientes precursores básicos de ADN en el polvo que rodea una estrella. Así informa el laboratorio central de la NASA. Las substancias han sido ubicadas en una región donde se sospecha presencia de planetas rocosos geológicamente similares a la Tierra. De acuerdo con los astrofísicos, es la primera ve que se detectan gases de acetileno y cianuro de hidrógeno fuera del sistema solar.
Pero no será sorpresa para lo seguidores inteligentes –no los tontos que hacen fiestas disfrazados de “trekkies”- de la serie “Viaje a las estrellas” (Star trek, claro). Pero no la primera generación (Kirk-Spook), sino de la segunda, identificada con el capitán Picard y, de lejos, la de argumentos más sutiles y premonitorios.
Hace unos doce años, en un episodio doble –quizás el más trascendente de todo el ciclo-, cuatro culturas humanoides (terrestre, klingon, ferendyi, romulana) pujan por descibrar un “mapa en clave” de misterioso origen. Al alcanzar cierto punto del universo, se les aparece a las cuatro expediciones un holograma tridimensional: es un representante de la civilización primigenia, que esperó millones de años a sus descendientes.
El mapa que habían seguido era, simplemente, el de la cadena ADN común a todos los humanoides. Su mensaje era claro: la vida inteligente proviene no de dioses, sino de una misma cultura que, próxima a la extinción de su habítat, difundió el ADN en mundos compatibles. Ahora, el descubrimiento holandés, en cierto modo, reivindica para “Star trek II” el papel de Jules Verne, Herbert G.Wells, George Orwell o William S.Burroughs. Los dos primeros anticiparon inventos, el tercero sistemas sociales y el cuarto una mutación climática que generó las etnias de piel clara (acaba de ser verificada por la ciencia).