Todo empezó cuando una repartición oficial descubrió que Vilar se había quedado con US$ 5.000.000 ajenos. Lo acompaña en gayola Gary Tanaka, su socio. La causa por robo deriva de una denuncia radicada por el Servicio Federal de Correos, que lo responsabiliza por derivar giros de clientes a gastos personales, entre ellos compras de caballos de carrera. Desde el viernes, los dos están incomunicados.
Según la justicia, Vilar –número 327 en la nómina “Forbes” 2004 de millonarios- también desvió dinero contribuir al colegio Washington & Jefferson, del cual es egresado, y pagar cuentas domésticas. Por lo visto, la prestigiosa, pero algo decadente, revista experta en magnates no se fija mucho en su catadura.
“Usaba dinero de otros sin conocimiento ni, mucho menos, autorización de los damnificados”, señaló Cynthia Fraterrigo, inspectora de correos. Por supuesto, eso es un delito federal. Curiosamente, entre las expensas de Vilar aparecen más de US$ 200 millones donados a grupos operísticos, instituciones médicas y clubes.
Si bien la chispa que encendió el escándalo fueron aquellos cinco millones substraídos a un cliente, la solvencia financiera de Vilar, Tanaka y AIA tambaleaba. Sólo en el primer cuadrimestre de este año, el fondo –adepto a grandes apuestas con acciones tecnológicas- perdió 17% en Wall Street, tras haber ganado 24% en 2004 y 85% en 2003. Pero, tras el violento desinfle de la burbuja puntocom, AIA había caído más de 90% en 2000/2.
Varios operadores del sector no se explican por qué alguien con US$ 950 millones (según “Forbes”) recurrió al fraude o el robo liso y llano para cubrir gastos por un quinto de esa fortuna. Pero la situación de potencial insolvencia, que llevó al actual desenlace, ya había sido detectada en 2002 por el “New York Times” (otro detalle que “Forbes” no parece haber advertido).
Tan era así que, en marzo de 2003, el cubano Vilar se había atrasado en vencimientos hipotecarios sobre tres lujosas residencias de vacaciones. Todas en el valle del Vail (Colorado). Obviamente, su ostentoso tren de vida comenzaba a mostrar serias grietas, algo bastante común en la actual generación de jóvenes, audaces y rumbosos especuladores con instrumentois derivativos.
La denuncia del correo establece que –hacia el 15 de julio último- Amerindo manejaba una cartera de aproximadamente US$ 1.200 millones en activos. Justamente, Vilar persuadió a un cliente del fondo para colocar esos cinco millones. Pero los robó y, durante algunos años, mintió descaradamemte sobre la suerte de la inversión. En una cartera más convencional, con muchos clientes de volumen medio, esto habría sido casi imposible; pero los fondos de cobertura manejan dinero de unos pocos clientes ricos.
Vilar y Tanaka –especializado en acciones biotecnológicas- se hicieron famosos por su temeridad. Tanto que AIA estuvo entre los primeros que se colocarom en Yahoo! Mientras duró la burbuja, se anotaban éxito tras éxito. Hasta llegaron a crear un fondo de pensión, cuyo rendimiento acumuló 249% en 1999. Pero el colapso puntocom fue mermando sus activos de US$ 8.000 millones en marzo de 2000 a 1.500 millones a fines de 2004.
Todo empezó cuando una repartición oficial descubrió que Vilar se había quedado con US$ 5.000.000 ajenos. Lo acompaña en gayola Gary Tanaka, su socio. La causa por robo deriva de una denuncia radicada por el Servicio Federal de Correos, que lo responsabiliza por derivar giros de clientes a gastos personales, entre ellos compras de caballos de carrera. Desde el viernes, los dos están incomunicados.
Según la justicia, Vilar –número 327 en la nómina “Forbes” 2004 de millonarios- también desvió dinero contribuir al colegio Washington & Jefferson, del cual es egresado, y pagar cuentas domésticas. Por lo visto, la prestigiosa, pero algo decadente, revista experta en magnates no se fija mucho en su catadura.
“Usaba dinero de otros sin conocimiento ni, mucho menos, autorización de los damnificados”, señaló Cynthia Fraterrigo, inspectora de correos. Por supuesto, eso es un delito federal. Curiosamente, entre las expensas de Vilar aparecen más de US$ 200 millones donados a grupos operísticos, instituciones médicas y clubes.
Si bien la chispa que encendió el escándalo fueron aquellos cinco millones substraídos a un cliente, la solvencia financiera de Vilar, Tanaka y AIA tambaleaba. Sólo en el primer cuadrimestre de este año, el fondo –adepto a grandes apuestas con acciones tecnológicas- perdió 17% en Wall Street, tras haber ganado 24% en 2004 y 85% en 2003. Pero, tras el violento desinfle de la burbuja puntocom, AIA había caído más de 90% en 2000/2.
Varios operadores del sector no se explican por qué alguien con US$ 950 millones (según “Forbes”) recurrió al fraude o el robo liso y llano para cubrir gastos por un quinto de esa fortuna. Pero la situación de potencial insolvencia, que llevó al actual desenlace, ya había sido detectada en 2002 por el “New York Times” (otro detalle que “Forbes” no parece haber advertido).
Tan era así que, en marzo de 2003, el cubano Vilar se había atrasado en vencimientos hipotecarios sobre tres lujosas residencias de vacaciones. Todas en el valle del Vail (Colorado). Obviamente, su ostentoso tren de vida comenzaba a mostrar serias grietas, algo bastante común en la actual generación de jóvenes, audaces y rumbosos especuladores con instrumentois derivativos.
La denuncia del correo establece que –hacia el 15 de julio último- Amerindo manejaba una cartera de aproximadamente US$ 1.200 millones en activos. Justamente, Vilar persuadió a un cliente del fondo para colocar esos cinco millones. Pero los robó y, durante algunos años, mintió descaradamemte sobre la suerte de la inversión. En una cartera más convencional, con muchos clientes de volumen medio, esto habría sido casi imposible; pero los fondos de cobertura manejan dinero de unos pocos clientes ricos.
Vilar y Tanaka –especializado en acciones biotecnológicas- se hicieron famosos por su temeridad. Tanto que AIA estuvo entre los primeros que se colocarom en Yahoo! Mientras duró la burbuja, se anotaban éxito tras éxito. Hasta llegaron a crear un fondo de pensión, cuyo rendimiento acumuló 249% en 1999. Pero el colapso puntocom fue mermando sus activos de US$ 8.000 millones en marzo de 2000 a 1.500 millones a fines de 2004.