viernes, 27 de diciembre de 2024

En las tristes periferias, el paco. En el centro, el cristal

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Estados Unidos y la Unión Europea viven una invasión de “crystal”, una droga que puede prepararse en la cocina y cuesta poco. Es una metanfetamina modificada, popular entre jóvenes y viejos, blancos, negros y moros.

En realidad, el cristal es una forma “trucha” y barata de “speed” (acelerante), una mezcla de anfetaminas, cocaína y un poquito de heroína tipo 4, que cuesta cien euros el gramo en la UE, US$ 125 en EE.UU. y Canadá. Pero su precio la substrae a mercados muy amplios.

El cristal, por el contrario, es el paco de Metrópolis, Gotham y otras urbes centrales. “Inventado” por Richard Roach –un paranoide de 56 años-, empezó a fabricarla su esposa Cindy y la distribuye una firma virtual llamada ¡oh! Pampa. Tras una investigación bastante complicada, el FBI allanó la casa del sujeto, en ese momento absolutamente “volado” (parece que probaba personalmente el producto).

En el garaje había montado todo un laboratorio. Probetas, sifones, mecheros, hornillos de campaña, pastillas de Desoxyn –un adelgazante- pulverizadas, efedrina y una amplia selección de anfetas contaron la historia y consolidaron un expediente repleto de acusaciones. Ocurrió en Tejas, hogar de los Bush, Enron, la secta de Waco y demás atractivos de la civilización vaquera.

.

Pero “crystal” era un plagio. Roach copió una receta aplicada, hace más de sesenta años, por los nazis. Exactamente, para “animar” a las tropas durante el sitio de Stalingrado. También fue empleada en kamikaze japoneses, por si la mística del suicidio en aras del emperador no alcanzaba. Cruzando el Atlántico, el cristal era (es) manufacturado y distribuido por holandeses entre varones de todas las edades, que lo buscan por una de sus “bondades”: eleva la capacidad sexual y erótica.

Pocos miligramos, por vía oral o intravenosa, provocan euforia, hipersensibilidad, insomnio y erecciones prolongadas. A fin de 2005, esta “vieja nueva” droga mágica y barata circulaba por 45 estados de la Unión y unos veinte países europeos. Medio gramo cuesta US$ 26 a 43 (€ 22 a 36) y dura varias horas. Una forma más refinada “metacristal”, aguanta hasta dieciséis horas, pero cuesta el triple. Sólo en 2004, se allanaron 320 laboratorios caseros en EE.UU.

En realidad, el cristal es una forma “trucha” y barata de “speed” (acelerante), una mezcla de anfetaminas, cocaína y un poquito de heroína tipo 4, que cuesta cien euros el gramo en la UE, US$ 125 en EE.UU. y Canadá. Pero su precio la substrae a mercados muy amplios.

El cristal, por el contrario, es el paco de Metrópolis, Gotham y otras urbes centrales. “Inventado” por Richard Roach –un paranoide de 56 años-, empezó a fabricarla su esposa Cindy y la distribuye una firma virtual llamada ¡oh! Pampa. Tras una investigación bastante complicada, el FBI allanó la casa del sujeto, en ese momento absolutamente “volado” (parece que probaba personalmente el producto).

En el garaje había montado todo un laboratorio. Probetas, sifones, mecheros, hornillos de campaña, pastillas de Desoxyn –un adelgazante- pulverizadas, efedrina y una amplia selección de anfetas contaron la historia y consolidaron un expediente repleto de acusaciones. Ocurrió en Tejas, hogar de los Bush, Enron, la secta de Waco y demás atractivos de la civilización vaquera.

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Pero “crystal” era un plagio. Roach copió una receta aplicada, hace más de sesenta años, por los nazis. Exactamente, para “animar” a las tropas durante el sitio de Stalingrado. También fue empleada en kamikaze japoneses, por si la mística del suicidio en aras del emperador no alcanzaba. Cruzando el Atlántico, el cristal era (es) manufacturado y distribuido por holandeses entre varones de todas las edades, que lo buscan por una de sus “bondades”: eleva la capacidad sexual y erótica.

Pocos miligramos, por vía oral o intravenosa, provocan euforia, hipersensibilidad, insomnio y erecciones prolongadas. A fin de 2005, esta “vieja nueva” droga mágica y barata circulaba por 45 estados de la Unión y unos veinte países europeos. Medio gramo cuesta US$ 26 a 43 (€ 22 a 36) y dura varias horas. Una forma más refinada “metacristal”, aguanta hasta dieciséis horas, pero cuesta el triple. Sólo en 2004, se allanaron 320 laboratorios caseros en EE.UU.

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