Por Patricio Cavalli (*)
Hace menos de una semana (parece una eternidad y en el mundo hiperdigitalizado lo es) Joe Rogan (11 millones de ‘listeners’ en Spotify solamente) corrió seriamente el riesgo de salir eyectado de la plataforma, por el boicot de varios artistas (Neil Young, Joni Mitchell y otros).
¿La acusación de los artistas? Diseminar información falsa sobre vacunas de Covid-19. Esto, después de que un grupo de médicos de los EE.UU. exigiera a Spotify que “pusiera fin” a la diseminación de “información inexacta” sobre vacunas que se daba en el show “The Joe Rogan Experience”.
Spotify y Rogan hicieron lo que obviamente hace la sociedad con los científicos: los ignoró.
Pero: no pudieron ignorar a los artistas, que directamente se levantaron y se fueron de la plataforma.
Rogan, es cierto, disemina información falsa. No sólo sobre este tema. Su excusa es impecable: “Presentamos diferentes puntos de vista, para tener una opinión balanceada.” Mentira, porque no hay desbalance en la opinión científica sobre las vacunas: son seguras y necesarias. Punto.
Rogan es un tirabombas y un mentiroso, pero también es inteligente. Cuando las acciones de Spotify empezaron a caer (la empresa perdió US$ 2.000 millones en pocos días), dio rápidamente marcha atrás.
Había pocas chances de que Spotify lo expulsara de la plataforma. Pero lo que había era un riesgo serio de que los usuarios se fueran de ella. Otros podcasters también empezaron a planear salirse de Spotify.
Y de nuevo, los usuarios. Siempre se trata de qué hacen -hacemos- los usuarios.
Spotify aplicó el manual de comunicaciones de Twitter, Facebook y otros ‘social media outlets’, diciendo algo en la línea de: “no somos un medio, no podemos censurar contenidos, bla bla bla…” .
Pero sí pueden, porque Rogan es un artista contratado directamente por Spotify, Inc.
Con lo cual, la ira del público comenzó a girar hacia la empresa y su CEO, el sueco Daniel Ek que dijo algo similar a: “Bla, bla, bla, soy billonario, bla bla bla, Abba Scania Smorgasbord Premio Nobel, bla bla bla…”
Rogan olió el pasto quemado y fue al hueso (fiel a su estilo): “Si los hice enojar, les pido disculpas”. Y después: “Estoy abierto a hacer cambios.”
Reacción de manual. Crisis de management puro: hacerse cargo del problema, luego sobrecorregir.
Hizo lo primero, prometió lo segundo. Veremos.
Mientras tanto, el truco funcionó. ‘Crisis averted, bullet dodged’, diría Michael Scott (esta referencia funciona mejor si los lectores vieron la serie The Office). Rogan sigue en Spotify, las acciones de la empresa comienzan a retomar rumbo en alza y no hay mayor fuga de usuarios.
Por ahora. Porque hay otras fuerzas en movimiento.
Mientras tanto, también, un punto para Apple Music que se autodeclaró “El hogar de Neil Young”.
Rápida de reflejos, Apple captó a un grupo del público, gratuitamente: “Nunca interrumpas a tu enemigo cuando se están equivocando” (Napoleón).
Veremos cómo sigue esta saga. Por ahora, hay algo que aprender de Joe Rogan y de Apple. No tanto de Spotify ni de Ek.
*) Patricio Cavalli es asesor empresario en temas de negocios y tecnología digital.