Entre las alteraciones que se producen cuando el nivel de agua es insuficiente figuran:
* Menor capacidad para hacer cálculos mentales
* Estado de ánimo cambiante
* Más irritabiklidad
* Más fatiga
* Menos memoria de corto y largo plazo.
Todo esto ocurre porque nuestras neuronas necesitan agua para funcionar.
“Las células del cerebro necesitan un delicado equilibrio entre agua y otros elementos para funcionar bien”, dice Joshua Gowin, neurocirujano de la Universidad de Texas. “Cuando uno pierde demasiada agua, ese equilibrio se altera y las células pierden eficiencia”.
Además de dormir las horas necesarias y comer sano durante el día, mantenerse hidratado es una de las mejores formas de prevenir la fatiga que perjudica el desempeño.
Hay muchas maneras de deshidratarse. Correr bajo el sol del verano o en el gimnasio matinal son las ocasiones evidentes, pero los nutricionistas dicen que la deshidratación no es una simple cuestión de atletismo. Perdemos agua durante el día mientras estamos sentados en la oficina. Gowin dice que el lapso más largo que pasamos sin ingerir líquidos son las seis horas que dormimos durante la noche. Eso significa que estamos secos para cuando nos despertamos.
Lo importante es no esperar hasta tener sed, porque la sed no aparece hasta que uno ha perdido de 1% a 2% de agua en el cuerpo.
“Para entonces la deshidratación ya está instalada y comenzando a impactar en la forma en que opera la mente y el cuerpo”, dice Lawrence E. Armstrong, profesor en la Universidad de Connecticut. “La deshidratación afecta a todas las personas, y mantenerse adecuadamente hidratado es tan importante para aquellos que trabajan todo el día sentados ante una computadora como lo es para los maratonistas, que pueden perder hasta 8% de su peso corporal en agua cuando compiten.”
Es difícil decir cuál es la cantidad “adecuada” de agua que hay que tomar todos los días, porque eso depende de factores como edad, clima y nivel de actividad física. Pero el consenso es alrededor de 1 o 2 litros por día, o sea de 6 a 8 vasos.
