A mediados del siglo XIX aparecieron los primeros comederos chinos en California, destinados a satisfacer el hambre de los miles de obreros cantoneses que llegaban a trabajar en el tendido de las
vías del ferrocarril para la Northern Pacific Railway. Eran unas cuevas
oscuras señalizadas en el exterior con unos triándulos amarillos.
Los americanos las llamaban despectivamente “chow chow”, por el perro
originario de la China.
Aquellos comederos son los únicos ausentes en la actual exhibición
del museo. Nunca fueron fotografiados y tampoco sobrevivieron cartas con la lista
de platos, si es que las hubo. Poco se sabe acerca de qué pudieron ofrecer
por aquel entonces en esa tierra de búfalos. Pero, por anuncios publicitarios
de la época, se sabe que los competidores comenzaron a ofrecer papas gratis
con la comida. Algo debía estar molestándoles para semejante audacia.
En verdad, estaba naciendo el restaurante chino. Según la publicación
Chinese Restaurant News, hoy hay en Estados Unidos más restaurantes chinos
que franquicias de McDonald´s; para decirlo con más precisión, tres
veces más. Pero en el siglo XIX la gente se mofaba de los chinos y aseguraba
que eran comedores de ratas. Un chiste aparecido en una revista de 1877 muestra
a varios inmigrantes celebrando el Día de Acción de Gracias: un
francés come una rana; un sirviente negro ofrece un pavo al Tío
Sam; un indígena mastica tranquilamente sentado en el suelo con las piernas
cruzadas. Sólo un personaje provoca horror: es un chino a punto de comerse
un roedor.
Y, sin embargo, a pesar de los prejuicios, los chinos lucharon para hacerse un
lugar. Comenzaron ofreciendo platos occidentales combinados, aquí y allá,
con alguno de los suyos. Así, por ejemplo, el chop suey aparecía
como una opción más para acompañar el bife a la holandesa.
Para combatir los estereotipos, los interiores eran increíblemente sofisticados
e imitaban un café vienés o un bistró francés. Hay
fotos que datan del 1900 donde aparece gran cantidad de hombres de levita. En
el museo abundan los carteles rescatados de por aquel entonces que invitaban así:
“Pruébela”. Pero a pesar de todos los esfuerzos de los restauranteurs,
la mala reputación persistía, no sólo sobre la comida china
sino sobre la clientela que conseguía.
Primero fueron los “diferentes” los que comenzaron a aceptarla con regularidad,
judíos, sobre todo. Pero después de la segunda guerra mundial, comenzaba
el gran cambio. Los americanos comenzaron a advertir la “americanidad”
de algunos chinos. Efectivamente, se había producido la simbiosis de las
dos culturas y los orientales celebraban, por ejemplo, la pascua de resurrección.
Sus restaurantes eran un encuentro del Este con Occidente. Atraían a todas
las etnias y nacionalidades, hasta el punto que un famoso chino, de visita en el país,
comentó que no se sentía para nada “en casa” en cualquiera
de ellos.
Sin embargo, había sido necesaria una leve transformación de los
gustos originales para conquistar a un público masivo como lo hicieron.
En las cartas de platos, de paso, contaban el origen histórico del chop
suey, o el significado del bizcochito de la suerte, o el uso adecuado de los palitos
y de la salsa de soja.
El MoCA
El Museum of Chinese in the Americas(MoCA) tiene como misión la
preservación e interpretación de la historia y cultura de los chinos
y sus descendientes en el hemisferio occidental. Está ubicado en el corazón
de Chinatown de Nueva York, en el segundo piso de un edificio de 100 años.
Su exhibición permanente incluye relatos de estudiantes asiático-americanos
sobre sus experiencias en el país.
A mediados del siglo XIX aparecieron los primeros comederos chinos en California, destinados a satisfacer el hambre de los miles de obreros cantoneses que llegaban a trabajar en el tendido de las
vías del ferrocarril para la Northern Pacific Railway. Eran unas cuevas
oscuras señalizadas en el exterior con unos triándulos amarillos.
Los americanos las llamaban despectivamente “chow chow”, por el perro
originario de la China.
Aquellos comederos son los únicos ausentes en la actual exhibición
del museo. Nunca fueron fotografiados y tampoco sobrevivieron cartas con la lista
de platos, si es que las hubo. Poco se sabe acerca de qué pudieron ofrecer
por aquel entonces en esa tierra de búfalos. Pero, por anuncios publicitarios
de la época, se sabe que los competidores comenzaron a ofrecer papas gratis
con la comida. Algo debía estar molestándoles para semejante audacia.
En verdad, estaba naciendo el restaurante chino. Según la publicación
Chinese Restaurant News, hoy hay en Estados Unidos más restaurantes chinos
que franquicias de McDonald´s; para decirlo con más precisión, tres
veces más. Pero en el siglo XIX la gente se mofaba de los chinos y aseguraba
que eran comedores de ratas. Un chiste aparecido en una revista de 1877 muestra
a varios inmigrantes celebrando el Día de Acción de Gracias: un
francés come una rana; un sirviente negro ofrece un pavo al Tío
Sam; un indígena mastica tranquilamente sentado en el suelo con las piernas
cruzadas. Sólo un personaje provoca horror: es un chino a punto de comerse
un roedor.
Y, sin embargo, a pesar de los prejuicios, los chinos lucharon para hacerse un
lugar. Comenzaron ofreciendo platos occidentales combinados, aquí y allá,
con alguno de los suyos. Así, por ejemplo, el chop suey aparecía
como una opción más para acompañar el bife a la holandesa.
Para combatir los estereotipos, los interiores eran increíblemente sofisticados
e imitaban un café vienés o un bistró francés. Hay
fotos que datan del 1900 donde aparece gran cantidad de hombres de levita. En
el museo abundan los carteles rescatados de por aquel entonces que invitaban así:
“Pruébela”. Pero a pesar de todos los esfuerzos de los restauranteurs,
la mala reputación persistía, no sólo sobre la comida china
sino sobre la clientela que conseguía.
Primero fueron los “diferentes” los que comenzaron a aceptarla con regularidad,
judíos, sobre todo. Pero después de la segunda guerra mundial, comenzaba
el gran cambio. Los americanos comenzaron a advertir la “americanidad”
de algunos chinos. Efectivamente, se había producido la simbiosis de las
dos culturas y los orientales celebraban, por ejemplo, la pascua de resurrección.
Sus restaurantes eran un encuentro del Este con Occidente. Atraían a todas
las etnias y nacionalidades, hasta el punto que un famoso chino, de visita en el país,
comentó que no se sentía para nada “en casa” en cualquiera
de ellos.
Sin embargo, había sido necesaria una leve transformación de los
gustos originales para conquistar a un público masivo como lo hicieron.
En las cartas de platos, de paso, contaban el origen histórico del chop
suey, o el significado del bizcochito de la suerte, o el uso adecuado de los palitos
y de la salsa de soja.
El MoCA
El Museum of Chinese in the Americas(MoCA) tiene como misión la
preservación e interpretación de la historia y cultura de los chinos
y sus descendientes en el hemisferio occidental. Está ubicado en el corazón
de Chinatown de Nueva York, en el segundo piso de un edificio de 100 años.
Su exhibición permanente incluye relatos de estudiantes asiático-americanos
sobre sus experiencias en el país.