Pornocelulares: El sexo como método para crear mercados

La telefonía inalámbrica sabe que sus dispositivos, cada vez más diversos, acabarán saturando la franja juvenil adicta a juguetes múltiples. Entonces, se orienta a los adultos esgrimiendo un incentivo más viejo que la historia: el sexo.

14 mayo, 2005

Según Cassell Low y David Pringle, dos analistas sectoriales de Wall Street, “las inalámbricas de varios países centrales apuestan al sexo para estimular el uso de sus servicios en banda ancha entre segmentos adultos”. Por de pronto, Orange –France Télécom- ofrece en sus dispositivos pantallazos de mujeres u hombres duchándose. Además, la empresa señala que la cuarta parte de los videos disponibles en su portal es erótica.

Desde el mes próximo, los usuarios cachondos en Asia oriental y sudoriental podrán celebrar tórridos encuentros con Vivienne, “la primera amante virtual” del planeta. La dama aparecerá en situaciones no aptas para menores de edad. Según advierte la página Web, “Vivienne no mantendrá ciberrelaciones explícitas con sus admiradores”.

No queda claro en qué consiste tener relaciones íntimas en Internet. No obstante, el servicio “admite conversaciones de alto voltaje sobre muchas cosas”. O sea, es una invitación al solipsismo más craso.

Sea lo que fuere, estos contenidos para adultos (¿cómo harán los prestadores para que no alcancen a menores?) se perfilan como excelente negocio en Europa occidental y parte de Asia. Algunos expertos estiman que el gasto de quienes bajen esos contenidos vía celulares puede superar los US$1.000 millones anuales en el mundo. Hace pocos años, el segmento no existía y su auge se relaciona con un dato clave: esos servicios no les cuestan casi nada extra a las compañías.

Dado que los ingresos pueden triplicarse hacia 2007, varios operadores estadounidenses buscan tajada. Amp’d Mobile, una emprendedora que planea correr por la red de un gigante, Verizon-MCI, ofrecerá a sus abonados contenidos de la revista Hustler y otras más calientes. “No sabemos adónde llegará el mercado erótico y pornográfico en Estados Unidos. Pero esos contenidos –dice Peter Adderton, CEO de Amp’d- han dado impulso a otros vehículos tecnológicos y no veo por qué no pasaría lo mismo en comunicaciones inalámbricas”.

Los servicios de cibersexo cambian según la geografía. En Francia e Italia, se acepta el desnudo fememnio en televisión y medios afines, aunque no el masculino. Holanda, Alemania y los escandinavos admiten desnudos de ambos sexos, igual que Japón, Surcorea o Taiwán. En diferente nivel, Gareth Jones (Hutchinson Whampoa británica) nota que “los usuarios de celulares tienen vergüenza de mostrar sexo en las pantallitas inalámbricas mientras viajan en ómnibus o en tren. Pero la práctica cunde entre jóvenes cuando están en un bar y han tomado unas cuantas cervezas”.

En China, Surcorea y Vietnam –juntos, el mayor mercado mundial de usuarios-, las autoridades hacen de todo para combatir la pornografía celular, pero les cuesta impedir que la gente acceda de alguna manera. En Estados Unidos, donde se vive una manía evangélica que prefiere el dinero al sexo, la actividad inalámbrica y los proveedores de contenidos tratan de establecer pautas tecnológicas capaces de obstaculizar a los usuarios menores de edad.

Por si las moscas, las grandes compañías norteamericanas tratan de eludir sanciones o multas absteniéndose de ofrecer cibersexo en portales y servicios. No obstante, el público puede tener acceso –con algunas dificultades- a pornografía en otros sitios Web inalámbrcios (para eso están las redes de “piratería erótica” que emiten desde Canadá o alguna isla del Caribe).

Según Cassell Low y David Pringle, dos analistas sectoriales de Wall Street, “las inalámbricas de varios países centrales apuestan al sexo para estimular el uso de sus servicios en banda ancha entre segmentos adultos”. Por de pronto, Orange –France Télécom- ofrece en sus dispositivos pantallazos de mujeres u hombres duchándose. Además, la empresa señala que la cuarta parte de los videos disponibles en su portal es erótica.

Desde el mes próximo, los usuarios cachondos en Asia oriental y sudoriental podrán celebrar tórridos encuentros con Vivienne, “la primera amante virtual” del planeta. La dama aparecerá en situaciones no aptas para menores de edad. Según advierte la página Web, “Vivienne no mantendrá ciberrelaciones explícitas con sus admiradores”.

No queda claro en qué consiste tener relaciones íntimas en Internet. No obstante, el servicio “admite conversaciones de alto voltaje sobre muchas cosas”. O sea, es una invitación al solipsismo más craso.

Sea lo que fuere, estos contenidos para adultos (¿cómo harán los prestadores para que no alcancen a menores?) se perfilan como excelente negocio en Europa occidental y parte de Asia. Algunos expertos estiman que el gasto de quienes bajen esos contenidos vía celulares puede superar los US$1.000 millones anuales en el mundo. Hace pocos años, el segmento no existía y su auge se relaciona con un dato clave: esos servicios no les cuestan casi nada extra a las compañías.

Dado que los ingresos pueden triplicarse hacia 2007, varios operadores estadounidenses buscan tajada. Amp’d Mobile, una emprendedora que planea correr por la red de un gigante, Verizon-MCI, ofrecerá a sus abonados contenidos de la revista Hustler y otras más calientes. “No sabemos adónde llegará el mercado erótico y pornográfico en Estados Unidos. Pero esos contenidos –dice Peter Adderton, CEO de Amp’d- han dado impulso a otros vehículos tecnológicos y no veo por qué no pasaría lo mismo en comunicaciones inalámbricas”.

Los servicios de cibersexo cambian según la geografía. En Francia e Italia, se acepta el desnudo fememnio en televisión y medios afines, aunque no el masculino. Holanda, Alemania y los escandinavos admiten desnudos de ambos sexos, igual que Japón, Surcorea o Taiwán. En diferente nivel, Gareth Jones (Hutchinson Whampoa británica) nota que “los usuarios de celulares tienen vergüenza de mostrar sexo en las pantallitas inalámbricas mientras viajan en ómnibus o en tren. Pero la práctica cunde entre jóvenes cuando están en un bar y han tomado unas cuantas cervezas”.

En China, Surcorea y Vietnam –juntos, el mayor mercado mundial de usuarios-, las autoridades hacen de todo para combatir la pornografía celular, pero les cuesta impedir que la gente acceda de alguna manera. En Estados Unidos, donde se vive una manía evangélica que prefiere el dinero al sexo, la actividad inalámbrica y los proveedores de contenidos tratan de establecer pautas tecnológicas capaces de obstaculizar a los usuarios menores de edad.

Por si las moscas, las grandes compañías norteamericanas tratan de eludir sanciones o multas absteniéndose de ofrecer cibersexo en portales y servicios. No obstante, el público puede tener acceso –con algunas dificultades- a pornografía en otros sitios Web inalámbrcios (para eso están las redes de “piratería erótica” que emiten desde Canadá o alguna isla del Caribe).

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