Cinco lugares donde comer en invierno

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Si es cierto aquello de que “hay que pasar el invierno”, ¿qué mejor que hacerlo con guisos, carnes de cocción lenta y buen vino? Por Florencia Pulla.

Con el invierno aparecen varios vicios. Dormir temprano un viernes a la noche. Las bolsas de agua caliente. Dormir haciendo cucharita evitando, si no es amor para siempre, los pies fríos del otro. Y también, claro, las comidas hipercaloricas. Es que el invierno es, por definición, el reino del guiso, de las papas al horno, de las salsas pesadas.

Proponemos, entonces, cinco lugares en donde se puede comer todo eso y, como decía Ãlvaro Alzogaray, “pasar el invierno”. 

 

Perón-Perón. (Angel Carranza 2225, Palermo)

El brainchild de Gonzalo Alderete Pagés es imprescindible para pasar el invierno. Como otros de su estilo, que intentan recrear la cocina argentina tradicional con twists modernos, Perón-Perón logra una buena sintesis que, además, deja feliz al estómago. El plato insignia, el pastel de papas (“El preferido del General”, aclaran) es una gloria imposible de terminar. También ofrecen pollo a la cazadora, bondiola braseada con unas papas cuña y un chutney de cebollas y frutas muy bien logrado. Mi corazón, de todas formas, está siempre con el osobuco con polenta. Si no gustan de la liturgia peronismo y logran ignorar la parfarnalia política –o disfrutarla con distancia- es uno de esos lugares con personalidad que sirve comida como la de la abuela.

 

Precio por persona: $250 aproximadamente aunque conviene compartir, siempre: las porciones son generosas.

 

El Ribereño (Chile 193, San Isidro)

 

Un club de barrio. Eso es El Ribereño. Si son de los que necesitan ambiente para comer, acá no lo encontrarán. Los dueños, dos personajes que nada tienen que envidiarle al Food Nazi de Seinfeld y que rehusan levantar pedidos de mesas reservadas incompletas, están ahí hace décadas y reparten platos a habitúes que llenan el local incluso un miércoles a las 11 de la noche. Es que El Ribereño tiene dos turnos (a las 9 y a las 11) y son un tanto obsesivos con la puntualidad: sin reserva no se come y sin grupo completo no se pide. Lo cierto es que lo vale. Los platos que salen de la cocina son caseros en serio, de bodegón: bacalao a la vizcaína, salmón con salsa de puerros, conejo a la cacerola, ravioles con salsa rosa, trucha, osobuco, bondiola en estofado. Lo mejor son las rabas que salen con frecuencia y son crocantes y poco aceitosas. En promedio, con vino, postre, y toda la cosa, se gasta menos de $200.

 

El Nandú (Elcano 648, San Isidro)

 

Quienes vivimos en Zona Norte sabemos que El Nandú es nuestro mayor secreto. Una parrilla-restaurant con sillas de paja y mesas cubiertas de papel de fiambrería que sirve carnes riquísimas con guarniciones correctas: pechitos de cerdo con puré de calabaza a la parrilla; milanesas a la napolitana con queso reggianito, tomates en fetas y cebolla dorada; empanadas a la parrilla y quesadillas con salmón muy bien logradas. La carta del Nandú es cortita pero correcta y a muy buen precio. Eso sí: no aceptan reservas y la espera, en hora pico, puede superar la hora.  Es que se come por $150, una barbaridad anti-inflacionaria.

 

La Cocina (Pueyrredón 1508, Recoleta)

 

Conozco solamanete su local en la calle Florida, pequeño y escondido en la galería Boston, pero tiene otras sucursales y en todas hay largas filas para pedir. La Cocina es la reina de las empanadas catamarqueñas aunque las de queso y cebolla y humita hacen suspirar a más de uno. Hacen su masa in situ y las cocinan al horno con buenísima materia prima. Son caras pero lo valen. Ahora sí, los días de frío conviene probar su locro. ¿De postre? Fresco y batata. Porque no se puede escapar del tradicionalismo ni siquiera al final de la comida.

 

Plaza Grill (Florida 1005, Retiro)

Incluyo al Plaza Grill simplemente por una razón: su puchero del domingo que se sirve solo durante esta época del año y que incluye ollas de todo lo que se puedan imaginar: gallina, falda, vacío, rabo; porotos, papa, zapallo, morcilla, panceta, chorizo colorado. Hacen unas tostadas de miga con manteca ideales para comer caracú que, como supo decir Máximo López May, es el foie grais de los pobres. Después de todo, nada dice “Invierno” como una buena sopa y cuatro kilos de proteínas y carbohidratos. 

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