Carbohidratos: ni muchos ni demasiado pocos

A criterio de expertos europeos y norteamericanos, todo depende de cómo se miren el fenómeno y su futuro. Así, las empresas que lo consideren una simple moda no debieran invertir más de lo estrictamente necesario en productos dietéticos.

17 enero, 2006

Por el contrario, quienes apuesten a una tendencia de largo aliento serán proclives a desarrollar líneas enteras. En el plano comercial, los analistas estiman que los supermercados no pierden nada asignando góndolas separadas a alimentos escasos en carbohidratos. No obstante, fabricantes e intermediarios debieran recordar los valores nutricionales de los carbohidratos y explicar a la gente que su sola presencia no convierte un alimento en perjudicial. En esta materia, algunos países europeos están más avanzados que Estados Unidos.

Las dietas tipo Atkins, por cierto, han monopolizado la atención durante los últimos años y, hoy, muchos consumidores, pueden creer que lanzar líneas bajas en carbohidratos es una decisión simple. No lo es. Por eso la clave reside en resolver si estas dietas significan un cambio genuino en hábitos. Por supuesto, es muy difícil dilucidar la incógnita y esto les dificulta las cosas a los productores.

Nuevamente, EE.UU. vive desde mediados de 2005 un pico de la “manía dietética”. No obstante, la onda anticarbohidratos tendrá efectos a largo plazo, similares a los de modas anteriores (vg., la de alimentos libres de grasas). Hoy el público no se centra en el tema grasas, pero esos productos siguen en mercado y los compradores los tienen en cuenta como opción.

David Reibstein, que “vende” una dieta libre de hidrocarburos desde hace cinco años, afirma que no es una manía pasajera. “Cierta gente se preocupa mucho por controlar el peso. La mayoría de dietas mágicas no funciona, claro; pero las bajas en carbohidratos se han mantenido bastante tiempo y seguirán haciéndolo. Tanto que una compañía no puede darse el lujo de quedarse afuera, porque sería un riesgo de marketing”.

Otro experto, Stephen Hoch, no comparte el entusiasmo por las dietas sin carbohidratos. “Francamente, son otro aporte a una larga serie de efímeras modas que aparecieron y desaparecieron en los últimos treinta, cuarenta años. Hace algunos meses, empecé a ver llamativos carteles en una góndola de mi supermercado habitual. Ofrecían productos bajos en carbohidratos, exactamente como, antes, publicitaban alimentos sin grasas, sin azúcar o bajos el colesterol. Todo sonaba ridículo”.

Pese a ello, los fabricantes de pastas y productos de panadería no tienen otra alternativa que ofrecer opciones sin carbohidratos, junto con sus líneas normales. Sin duda, las empresas deben avanzar con cautela y experimentar antes de lanzarse a la pileta. Según Hoch, “sería miope esconder la cabeza como un avestruz y no hacer nada”.

Dos grupos, la American Bakers Association (ABA) y la North American Millers’ Association (NAMA), que representan 80% de panaderos, harineros, proveedores de ingredientes, fabricantes de envases y equipos relativos a la industria, han gastado US$ 4 a 5 millones en una campaña para educar al público sobre las ventajas del pan común y productos afines.

Otra analista de marketing, Barbara Kahn, estima que las panaderías deben ofrecer líneas con y sin carbohidratos, pero sólo si las segundas satisfacen a un segmento específico. “Mercado para pan común siempre habrá -señala-; más las variantes libres de carbohidratos dependerán del gusto y el aspecto de los productos”.

Como se sabe, las clases alta y media alta son propensas a las modas dietéticas. “Muchas de ellas –apunta Kahn- gastan bastante en alimentos. Pero esos segmentos se prenden a cualquier onda, por lo menos al principio, porque pueden solventarla”.

“Pan, postres y masitas no son indispensables en el menú familiar norteamericano. Son secundarios. A la inversa, las pastas suelen ser plato único, lleven o no albóndigas. Quienes las fabrican suelen resaltar las bondades alimenticias atribuidas a”la dieta italiana”. También resaltanr a componentes como tomates, aceite de oliva (no contiene colesterol), ajo, cebolla, etc.

Por el contrario, quienes apuesten a una tendencia de largo aliento serán proclives a desarrollar líneas enteras. En el plano comercial, los analistas estiman que los supermercados no pierden nada asignando góndolas separadas a alimentos escasos en carbohidratos. No obstante, fabricantes e intermediarios debieran recordar los valores nutricionales de los carbohidratos y explicar a la gente que su sola presencia no convierte un alimento en perjudicial. En esta materia, algunos países europeos están más avanzados que Estados Unidos.

Las dietas tipo Atkins, por cierto, han monopolizado la atención durante los últimos años y, hoy, muchos consumidores, pueden creer que lanzar líneas bajas en carbohidratos es una decisión simple. No lo es. Por eso la clave reside en resolver si estas dietas significan un cambio genuino en hábitos. Por supuesto, es muy difícil dilucidar la incógnita y esto les dificulta las cosas a los productores.

Nuevamente, EE.UU. vive desde mediados de 2005 un pico de la “manía dietética”. No obstante, la onda anticarbohidratos tendrá efectos a largo plazo, similares a los de modas anteriores (vg., la de alimentos libres de grasas). Hoy el público no se centra en el tema grasas, pero esos productos siguen en mercado y los compradores los tienen en cuenta como opción.

David Reibstein, que “vende” una dieta libre de hidrocarburos desde hace cinco años, afirma que no es una manía pasajera. “Cierta gente se preocupa mucho por controlar el peso. La mayoría de dietas mágicas no funciona, claro; pero las bajas en carbohidratos se han mantenido bastante tiempo y seguirán haciéndolo. Tanto que una compañía no puede darse el lujo de quedarse afuera, porque sería un riesgo de marketing”.

Otro experto, Stephen Hoch, no comparte el entusiasmo por las dietas sin carbohidratos. “Francamente, son otro aporte a una larga serie de efímeras modas que aparecieron y desaparecieron en los últimos treinta, cuarenta años. Hace algunos meses, empecé a ver llamativos carteles en una góndola de mi supermercado habitual. Ofrecían productos bajos en carbohidratos, exactamente como, antes, publicitaban alimentos sin grasas, sin azúcar o bajos el colesterol. Todo sonaba ridículo”.

Pese a ello, los fabricantes de pastas y productos de panadería no tienen otra alternativa que ofrecer opciones sin carbohidratos, junto con sus líneas normales. Sin duda, las empresas deben avanzar con cautela y experimentar antes de lanzarse a la pileta. Según Hoch, “sería miope esconder la cabeza como un avestruz y no hacer nada”.

Dos grupos, la American Bakers Association (ABA) y la North American Millers’ Association (NAMA), que representan 80% de panaderos, harineros, proveedores de ingredientes, fabricantes de envases y equipos relativos a la industria, han gastado US$ 4 a 5 millones en una campaña para educar al público sobre las ventajas del pan común y productos afines.

Otra analista de marketing, Barbara Kahn, estima que las panaderías deben ofrecer líneas con y sin carbohidratos, pero sólo si las segundas satisfacen a un segmento específico. “Mercado para pan común siempre habrá -señala-; más las variantes libres de carbohidratos dependerán del gusto y el aspecto de los productos”.

Como se sabe, las clases alta y media alta son propensas a las modas dietéticas. “Muchas de ellas –apunta Kahn- gastan bastante en alimentos. Pero esos segmentos se prenden a cualquier onda, por lo menos al principio, porque pueden solventarla”.

“Pan, postres y masitas no son indispensables en el menú familiar norteamericano. Son secundarios. A la inversa, las pastas suelen ser plato único, lleven o no albóndigas. Quienes las fabrican suelen resaltar las bondades alimenticias atribuidas a”la dieta italiana”. También resaltanr a componentes como tomates, aceite de oliva (no contiene colesterol), ajo, cebolla, etc.

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