lunes, 23 de diciembre de 2024

Cada vez más presiones para que Blair se vaya

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Desprestigiado por su adhesión a George W.Bush en Irak y Afganistán, Antony Blair soporta un escándalo casi folklórico: venta de títulos nobiliarios a rumbosos plebeyos que aportaron al partido Laborista. Todo un contrasentido, claro.

Si no fuera por el tremendo deterioro inflingido por sus compromisos bélicos y el costo en vidas –que lo arrastran por el camino que ya sigue Bush-, el episodio se habría limitado a periódicos dominicales y revistas tipo “Caras”. Como sucede en España, otra sociedad que toma en serio oropeles ajados, o en Francia (que reparte legiones de honor entre caciques africanos y damas de sociedad).

Pero Blair –cuyo “rictus sardonicus” no lo ayuda- está en una posición muy delicada. Por un lado, una encuesta indica que 56% del público quiere su renuncia ya. Por el otro, el frente interno se le desmorona día a día. Este fin de semana, el diputado John Cruddas (ex asesor del propio primer ministro) lo hizo objeto de un deletéreo ataque. Justo después de que Blair fuera interrogado sobre los títulos nobiliarios por Scotland Yard, cuya obsesión por conspiraciones musulmanas no excluye temas más frívolos.

“Demos vuelta la página de esas guerras. Es hora –afirmó Cruddas- de seguir adelante”. Naturalmente, muchos sospechan que quien se expresa por su boca es Gordon Brown, sucesor eventual de Blair y hoy su peor enemigo. El carismático dirigente teme que, si el “premier” no se va, las próximas elecciones las ganen los conservadores y los laboristas queden terceros, pese al reparto de señorazgos.

Este nuevo escándalo inclusive puede salpicar a los Windsor. Por dos razones. Una que, como ocurre con el Papa y los nuevos cardenales, los títulos figuran en una lista anual firmada por la reina. Otra, que –en privado- los príncipes Carlos y Enrique critican a Blair por ese asunto y la guerra. Sin duda, los títulos de marras valen cada año menos (hasta Elton John o la soprano Janet Baker los tienen). En general, esos personajes son “sir” o “dame”, pero ha habido lores y, como diría Victoria, “we are not amused”.

Si no fuera por el tremendo deterioro inflingido por sus compromisos bélicos y el costo en vidas –que lo arrastran por el camino que ya sigue Bush-, el episodio se habría limitado a periódicos dominicales y revistas tipo “Caras”. Como sucede en España, otra sociedad que toma en serio oropeles ajados, o en Francia (que reparte legiones de honor entre caciques africanos y damas de sociedad).

Pero Blair –cuyo “rictus sardonicus” no lo ayuda- está en una posición muy delicada. Por un lado, una encuesta indica que 56% del público quiere su renuncia ya. Por el otro, el frente interno se le desmorona día a día. Este fin de semana, el diputado John Cruddas (ex asesor del propio primer ministro) lo hizo objeto de un deletéreo ataque. Justo después de que Blair fuera interrogado sobre los títulos nobiliarios por Scotland Yard, cuya obsesión por conspiraciones musulmanas no excluye temas más frívolos.

“Demos vuelta la página de esas guerras. Es hora –afirmó Cruddas- de seguir adelante”. Naturalmente, muchos sospechan que quien se expresa por su boca es Gordon Brown, sucesor eventual de Blair y hoy su peor enemigo. El carismático dirigente teme que, si el “premier” no se va, las próximas elecciones las ganen los conservadores y los laboristas queden terceros, pese al reparto de señorazgos.

Este nuevo escándalo inclusive puede salpicar a los Windsor. Por dos razones. Una que, como ocurre con el Papa y los nuevos cardenales, los títulos figuran en una lista anual firmada por la reina. Otra, que –en privado- los príncipes Carlos y Enrique critican a Blair por ese asunto y la guerra. Sin duda, los títulos de marras valen cada año menos (hasta Elton John o la soprano Janet Baker los tienen). En general, esos personajes son “sir” o “dame”, pero ha habido lores y, como diría Victoria, “we are not amused”.

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