<p>En efecto, las cuartas olimpíadas modernas (Londres, 1908), por entonces para “amateurs”, llamaron la atención de una revista juvenil llamada Tianjin editada en Shanghai. La publicación formuló tres preguntas por entonces muy audaces: ¿cuándo un atleta chino irá a los juegos? ¿cuándo enviaremos un equipo? ¿cuándo seremos anfitriones olímpicos?</p>
<p>Todavía gobernaba la emperatriz viuda, destronada en 1911. Pero la primera respuesta llegó en la olimpíadas de Los Ángeles (1932) y tuvo claro sesgo político. El corredor Liu Changchun, de la Manchuria recién ocupada por Japón –que pronto invadirá la república-, logró huir de la extensa provincia y alcanzar California. No ganó medalla alguna, pero lo aclamaron como a un héroe.</p>
<p>China envió equipos a los juegos de 1936, 1948 y 1952. Luego dejó de hacerlo, hasta la olimpíadas invernales de 1980. En 1984, cuando las estivales volvieron a Los Ángeles, Xu Haifeng, tirador de pistola, obtuvo la primera medalla de oro para su país. Este año se responde la tercera pregunta, para disgusto de quienes reclaman democracia en el país más poblado del globo.</p>
<p>Entretanto, los juegos de han profesionalizado y son un gigantesco negocio que, en esta edición, durarán diecisiete días. Para China, esto representa volver a ser una potencia económica, como lo fuera hasta el siglo XVII. Además, Beijing ve la antorcha como un faro en un “annus horribilis”, pleno de calamidades, empezando por desastrosas nevadas en enero-febrero, el terremoto de Sichuan en mayo (miles de muertos) y una “calamidad” persistente: los disturbios en Tibet, ocupado desde 1955.</p>
<p>Sin duda, China quiere ser potencia deportiva, aparte de económica. Por supuesto, sus altos funcionarios no prometes medallas de oro a rolete, pero ganarlas significará mucho más que para Estados Unidos, China, India, Alemania o Brasil. Varios observadores no descartan que encabece la nómina de oros.</p>
<p>En el costado político, la cosa no es tan fácil. Beijing apoya estados canallas como Sudán, Birmania, Zimbabwe y otros en África. Tampoco ayuda a su imagen el maltrato a minorías locales, rasgo que no ha cambiado desde los días del imperio. Las protestas que proliferaron durante la marcha de la antorcha la obligaron a apagarla o esconderla varias veces.</p>
<p>Los juegos de Beijing no sufrirán boicots como los de 1936 (Múnich), 1956, 1976, 1980 ni 1984. Pero hay asientos vacíos en la inauguración y los habrá en el cierre, máxime tras el atentado en Xingjiang, obras tal vez de Osama bin Laden. Eso sí, probablemente sea un triunfo comercial. El comité olímpico sostiene no tener fines de lucro, pero los negocios, el marketing y el merchandising dicen otra cosa. Basta ver la densa ola publicitaria que envuelve el planeta. Sólo en China misma, hay 1.300 millones de habitantes –300 millones en grandes ciudades- a quienes venderles de todo. Estas olimpíadas tienen doce auspiciantes principales. Desde Kodak –ya lo era en la primera, 1896- o Coca-Cola (desde 1928) hasta Lenovo, líder china en computadoras. En el cuadrienio 2005-8, el grupo puso US$ 866 millones en plata, bienes y servicios. En total, son más de sesenta firmas chinas y extranjeras. Al margen de Beijing, los juegos encarnan una simbiosis globalizada de deportes, multimedios y tecnologías de punta. En cierto sentido, esto reconoce un antecedente: el fútbol en toda Europa y Sudamérica.</p>
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Beijing 2008: juegos olímpicos, negocios multimillonarios
Sin duda, miles de millones entre espectadores físicos y remotos constituyen un enorme negocio, señala el analista Patrick Lane en un semanario londinense. China tuvo que esperar un siglo para participar de ingresos y ganancias.