Por Hannah Kennedy (*)
Más que comer demasiado, algo que la mayoría de la gente hace de vez en cuando, los atracones reflejan un patrón de comportamiento recurrente que consiste en perder el control, darse un atracón de comida y sentir después vergüenza y culpa.
El trastorno por atracón no se reconoció como diagnóstico hasta 2013, mucho más tarde que la anorexia y la bulimia. Y la falta de concienciación sobre los atracones hace que las personas que padecen este trastorno no reciban la ayuda que necesitan de los médicos.
Como ha descubierto recientemente nuestro proyecto de investigación, las personas con trastorno por atracón también están infrarrepresentadas en los estudios sobre trastornos alimentarios, lo que limita la capacidad de los investigadores para desarrollar tratamientos.
Entender los fundamentos del atracón
A diferencia de la bulimia, o del tipo de anorexia que implica atracones y purgas, las personas que padecen el trastorno por atracón no intentan compensar con estrategias como la purga o el ejercicio excesivo tras un episodio de atracón.
Además, a diferencia de la anorexia o la bulimia, que afectan predominantemente a las mujeres, el trastorno por atracón afecta a un 3,5 % de las mujeres y a un 2 % de los hombres a lo largo de su vida.
Aunque puede aparecer por primera vez en la infancia y la adolescencia, los atracones suelen producirse en los primeros años de la vida adulta. Es importante destacar que es un fenómeno que puede observarse en personas de todas las tallas, aunque muchos individuos que lo experimentan se encuentran en un rango de peso superior.
Según la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos, existen cinco criterios para diagnosticar el trastorno por atracón:
- Episodios recurrentes de atracones caracterizados por la ingesta, en un periodo de tiempo limitado, de una cantidad de comida superior a la que la mayoría de las personas comerían en circunstancias similares. Se acompaña de una falta de control sobre la alimentación durante el episodio.
- Los episodios de atracones se asocian a tres o más de los siguientes factores: comer mucho más rápido de lo normal, comer hasta sentirse incómodamente lleno, comer grandes cantidades de comida cuando no se siente físicamente hambriento, comer solo debido a la vergüenza y sentirse asqueado, deprimido o muy culpable después.
- La angustia causada por los atracones.
- Atracones, de media, al menos una vez a la semana durante tres meses.
- Los atracones son independientes de otras conductas alimentarias desordenadas, como los vómitos después de comer, como ocurre en la bulimia.
Otros signos de advertencia del trastorno por atracón son:
- Fluctuaciones frecuentes de peso.
- Dietas de moda, incluyendo la eliminación de grupos enteros de alimentos (carbohidratos, azúcar, lácteos, etc.).
- Preocupación extrema por el peso y la forma del cuerpo.
- Tendencia a robar o acumular alimentos.
- Alejamiento de los amigos y de las actividades habituales.
- Comer a escondidas y ocultar las pruebas (como los envoltorios de la comida).
Las complicaciones de salud a largo plazo asociadas a este tipo de trastorno alimentario son las enfermedades cardíacas, la diabetes de tipo 2, la obesidad y la artrosis (debido al desgaste del cartílago que amortigua los extremos de los huesos en las articulaciones).
Oculto a la vista
A pesar de saber todo esto, los atracones siguen considerándose el trastorno alimentario “oculto”. Sin las conductas extremas de pérdida de peso o purga que pueden acompañar a otros trastornos alimentarios, los atracones son menos reconocibles. Es más, pueden llegar a ser considerados como un exceso ocasional.
El estigma y la vergüenza que rodean a este comportamiento son importantes y pueden impedir que las personas accedan a la ayuda y los tratamientos que podrían combatir el trastorno. Un dato: menos de la mitad de las personas que sufren atracones buscan y reciben tratamiento. Y como los pacientes no se los describen a sus médicos, es habitual que reciban los tratamientos relacionados con la pérdida de peso o con otras complicaciones de salud derivadas de los atracones.
Como consecuencia de la falta de concienciación y de debate, apenas hay investigadores trabajando en el ámbito de los trastornos alimentarios.
El vacío en la investigación
Reclutar a personas que han sufrido atracones para los estudios sobre trastornos alimentarios es fundamental para comprender mejor la enfermedad y mejorar los tratamientos. Sin embargo, nuestra experiencia en la captación de participantes para nuestro propio estudio indica que puede ser un desafío importante. A pesar de nuestros esfuerzos, el número de participantes con anorexia o bulimia supera con creces al de los que sufren atracones.
Los tratamientos actuales para los adultos con trastorno por atracón incluyen la terapia cognitivo-conductual, antidepresivos y, en algunos países, el fármaco lisdexanfetamina, que es el único aprobado hasta ahora para este trastorno.
Necesitamos desesperadamente educar y concienciar sobre el hecho de que los atracones son un trastorno alimentario prevalente –y potencialmente mortal–. Solo así lograremos combatir el estigma actual y proporcionar información suficiente sobre los factores que impulsan este comportamiento para tratar de hacerle frente.
(*) Post-doctoral fellow, Department of Psychological Medicine, University of Otago