Los científicos estaban, en realidad, explorando rocas y polvo cerca de la superficie, para determinar hitos en una historia de 170 millones de años.Ese tiempo tomó la separación de la Antártida –pertenecía a Gondwana, un supercontinente austral- y su posterior fragmentación en dos enormes islas unidas por glaciares.
“No son pepitas ni polvo, sino formaciones de varios milímetros, encastradas en rocas de cuarzo. Las descubrimos –señala un informe elevado a ambas universidades- cerca de la bahía de Ob, en el sector australiano que da al Pacífico”. El interés de los geólogos se cifra en la zona no por razones minealógicas, sino porque fue un punto clave en la larga separación de Antártida, Australia y el subcontinente índico. La glaciación fue coetánea del fragmentamiento, mientras el futuro continente “absorbía” el polo sur.
Los materiales extraídos de esas rocas fueron analizados en el laboratorio electrónico genovés. Ahí se constató que los fragmentos contenían 99% de oro, rastros de plata y arseniuro ferroso. Por su parte, la misión italiana estaba trabajando desde 1985 y dependía de dos bases: Terra Nova y Concordia (ésta, compartida con franceses), aunque la primera está mucho más cerca de Ob.
“Técnicamente, es un filón muchisimo más próximo a la superficie que otros minerales e, inclusive, hidrocarburos”, añade una síntesis aparecida en varios medios de Europa occidental. Por supuesto, el protocolo de Madrid (1996) veda la explotación económica del continente hasta 2046. En realidad, es una “actualización del tratado inicial (1961), resultado del año geofísico 1959/60.
El protocolo confirma el congelamiento –vaya término- de las reinvidicaciones territoriales iniciales (Gran Bretaña, Francia, Noruega, Argentina, Chile, Australia y Nueva Zelandia, en este orden). Resulta curioso que Argentina, cosignataria original del tratado, siga poniendo en los mapas ese triángulo inventado bajo Juan Domingo Perón en 1947. En particular, porque se sobrepone a las pretensionas de Gran Bretaña, hasta la II guerra mundial potencia dominante en las tierras circumpolares.
Más tarde, aparecieron zonas que se atribuían Estados Unidos, la URSS (hoy, Rusia), Sudáfrica, India, China, etc. Tanto interés estratégico y económico ayudó, irónicamente, a definir un cuerpo de derecho público internacional en defensa de la Antártica como “patrimonio de la humanidad”. Entretanto, la máxima reguladora del clima mundial está amenzada por el agujero en la capa de ozono. Ante este riesgo, la proliferación de banderitas en los mapas y las veleidades patrióticas de Chile y Argentina carecen de mucho sentido.
Desde que apareció en los ampas del siglo XVI como “terra australis incognita” y abarcaba Australia, Tierra del Fuegfo y Nueva Guinea, laAnyrtártica nunca terminpo de abandonar el territorio de mitos y leyendas. Una novela de Edgar Allan Poe, “Adventuras de Gordon Pym”, queda inclusos mientras una nave llena de muertos enfila hacia una catarata áurea… a la entrada del mar de Ross, o sea la zona del descubrimiento. Retomando es escena, Wiliiam S.Burrougs imagina las “Montañas de la locura”. En un plano más terrestre, las reinvindcaciones iniciales incluían dos potencia que ya no existea; Austria-Hungría y el imperio Otomano.
Los científicos estaban, en realidad, explorando rocas y polvo cerca de la superficie, para determinar hitos en una historia de 170 millones de años.Ese tiempo tomó la separación de la Antártida –pertenecía a Gondwana, un supercontinente austral- y su posterior fragmentación en dos enormes islas unidas por glaciares.
“No son pepitas ni polvo, sino formaciones de varios milímetros, encastradas en rocas de cuarzo. Las descubrimos –señala un informe elevado a ambas universidades- cerca de la bahía de Ob, en el sector australiano que da al Pacífico”. El interés de los geólogos se cifra en la zona no por razones minealógicas, sino porque fue un punto clave en la larga separación de Antártida, Australia y el subcontinente índico. La glaciación fue coetánea del fragmentamiento, mientras el futuro continente “absorbía” el polo sur.
Los materiales extraídos de esas rocas fueron analizados en el laboratorio electrónico genovés. Ahí se constató que los fragmentos contenían 99% de oro, rastros de plata y arseniuro ferroso. Por su parte, la misión italiana estaba trabajando desde 1985 y dependía de dos bases: Terra Nova y Concordia (ésta, compartida con franceses), aunque la primera está mucho más cerca de Ob.
“Técnicamente, es un filón muchisimo más próximo a la superficie que otros minerales e, inclusive, hidrocarburos”, añade una síntesis aparecida en varios medios de Europa occidental. Por supuesto, el protocolo de Madrid (1996) veda la explotación económica del continente hasta 2046. En realidad, es una “actualización del tratado inicial (1961), resultado del año geofísico 1959/60.
El protocolo confirma el congelamiento –vaya término- de las reinvidicaciones territoriales iniciales (Gran Bretaña, Francia, Noruega, Argentina, Chile, Australia y Nueva Zelandia, en este orden). Resulta curioso que Argentina, cosignataria original del tratado, siga poniendo en los mapas ese triángulo inventado bajo Juan Domingo Perón en 1947. En particular, porque se sobrepone a las pretensionas de Gran Bretaña, hasta la II guerra mundial potencia dominante en las tierras circumpolares.
Más tarde, aparecieron zonas que se atribuían Estados Unidos, la URSS (hoy, Rusia), Sudáfrica, India, China, etc. Tanto interés estratégico y económico ayudó, irónicamente, a definir un cuerpo de derecho público internacional en defensa de la Antártica como “patrimonio de la humanidad”. Entretanto, la máxima reguladora del clima mundial está amenzada por el agujero en la capa de ozono. Ante este riesgo, la proliferación de banderitas en los mapas y las veleidades patrióticas de Chile y Argentina carecen de mucho sentido.
Desde que apareció en los ampas del siglo XVI como “terra australis incognita” y abarcaba Australia, Tierra del Fuegfo y Nueva Guinea, laAnyrtártica nunca terminpo de abandonar el territorio de mitos y leyendas. Una novela de Edgar Allan Poe, “Adventuras de Gordon Pym”, queda inclusos mientras una nave llena de muertos enfila hacia una catarata áurea… a la entrada del mar de Ross, o sea la zona del descubrimiento. Retomando es escena, Wiliiam S.Burrougs imagina las “Montañas de la locura”. En un plano más terrestre, las reinvindcaciones iniciales incluían dos potencia que ya no existea; Austria-Hungría y el imperio Otomano.