2036: Apofis desencadenará un annus horribilis

Un asteroide -400 m. de diámetro- posiblemente se estrelle en Europa meridional, dentro de veinte años. Su efecto será similar al del que chocó en la actual Yucatán y liquidó buena parte de la vida terrestre y marina en el jurásico.

9 diciembre, 2005

Precisamente mientras el maremoto de diciembre de 2004 causaba estragos alrededor del océano Índico, los astrónomos David Tholei y Fabrizio Bernardi (Hawai) descubrieron un cuerpo en órbita excéntrica. La trayectoria apuntaba a 2029, con 37% de probabilidades de choque –enormes, por cierto- contra este planeta. Posteriormente, la fecha teórica se corrigió a 2036.

También cambiaron las probabilidades de impacto, de 37 a 41%. Lo que sí se confirmó fue el nombre: Apofis, versión griega de ‘Apawpi, dios egipcio de la muerte violenta. Por ahora, describe Andrea Milani, universidad de Pisa, y según el decurso proyectado por un laboratorio de la NASA, el golpe será a trece kilómetros por segundo, o sea unos 50.000 km/hora. Los peores efectos se sentirán en Europa meridional y, por extensión, el hemisferio norte entre el círculo polar ártico y el ecuador.

La franja más castigada abarcará los países del Mediterráneo. Vale decir, desde la península Ibérica hasta los Balcanes, Levante y norte de África. En términos de intensidad, el impacto equivaldrá a 100.000 bombas atómicas como las de Hiroshima y Nagasaki. Otras áreas del mundo serán luego alcanzadas por densas nubes de polvo y materia en suspensión, que acabarán con gente, animales y plantas. Aunque no en forma instantánea.

Los transtornos climáticos y ecológicos quizá se aproximen a los causados por el meteorito de Yucatán que, en la era secundaria, eliminó a los grandes reptiles. Sólo que, en esta oportunidad, los ganadores no serán mamìferos, sino insectos y animales marinos. Eso si el asteroide no cae en alguna masa de agua importante.

Sin duda, ciencia y tecnología humanas tienen menos de dos decenios para idear una sonda espacial capaz de desviar el asteroide. Por ahora, no existen artificios conocidos para modificar la órbita de un cuerpo –siquiera chico- a tanta distancia como la que separa de Apofis.

Salvo que aparezca alguna agencia extraterrestre con poder y ganas de intervenir, sólo cabría esperar que la trayectoria del funesto dios fuese alterada por influencia del vecino Venus, que lo encontrará dentro de unos trece años. Pero el autismo humano es tal que la noticia aún no sale de espacios dedicados a ciencias y no parece preocupar a gobierno alguno. En verdad, quizá crean en oportunas intervenciones ajenas a la Tierra (la presunta mano divina ya no está en boga).

Precisamente mientras el maremoto de diciembre de 2004 causaba estragos alrededor del océano Índico, los astrónomos David Tholei y Fabrizio Bernardi (Hawai) descubrieron un cuerpo en órbita excéntrica. La trayectoria apuntaba a 2029, con 37% de probabilidades de choque –enormes, por cierto- contra este planeta. Posteriormente, la fecha teórica se corrigió a 2036.

También cambiaron las probabilidades de impacto, de 37 a 41%. Lo que sí se confirmó fue el nombre: Apofis, versión griega de ‘Apawpi, dios egipcio de la muerte violenta. Por ahora, describe Andrea Milani, universidad de Pisa, y según el decurso proyectado por un laboratorio de la NASA, el golpe será a trece kilómetros por segundo, o sea unos 50.000 km/hora. Los peores efectos se sentirán en Europa meridional y, por extensión, el hemisferio norte entre el círculo polar ártico y el ecuador.

La franja más castigada abarcará los países del Mediterráneo. Vale decir, desde la península Ibérica hasta los Balcanes, Levante y norte de África. En términos de intensidad, el impacto equivaldrá a 100.000 bombas atómicas como las de Hiroshima y Nagasaki. Otras áreas del mundo serán luego alcanzadas por densas nubes de polvo y materia en suspensión, que acabarán con gente, animales y plantas. Aunque no en forma instantánea.

Los transtornos climáticos y ecológicos quizá se aproximen a los causados por el meteorito de Yucatán que, en la era secundaria, eliminó a los grandes reptiles. Sólo que, en esta oportunidad, los ganadores no serán mamìferos, sino insectos y animales marinos. Eso si el asteroide no cae en alguna masa de agua importante.

Sin duda, ciencia y tecnología humanas tienen menos de dos decenios para idear una sonda espacial capaz de desviar el asteroide. Por ahora, no existen artificios conocidos para modificar la órbita de un cuerpo –siquiera chico- a tanta distancia como la que separa de Apofis.

Salvo que aparezca alguna agencia extraterrestre con poder y ganas de intervenir, sólo cabría esperar que la trayectoria del funesto dios fuese alterada por influencia del vecino Venus, que lo encontrará dentro de unos trece años. Pero el autismo humano es tal que la noticia aún no sale de espacios dedicados a ciencias y no parece preocupar a gobierno alguno. En verdad, quizá crean en oportunas intervenciones ajenas a la Tierra (la presunta mano divina ya no está en boga).

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